Obras

HORIZONTE VERTICAL

El rascacielo­s ya es referente de entrada al centro de la Ciudad de México, y un icono en la nueva imagen de la avenida Reforma.

- POR OSO OSEGUERA FOTOFRAFÍA­S: ISRAEL P. VEGA / DRONE: ROBERTO HERNÁNDEZ

Los secretos de la Torre Bancomer y los protagonis­tas que cambiaron el paradigma de los rascacielo­s en México.

Tal como Maximilian­o y Carlota lo hicieron hace 150 años desde el Castillo de Chapultepe­c, los trabajador­es que ocupen la Torre Ejecutiva BBVA Bancomer podrán mirar desde sus oficinas las más de 500 hectáreas del bosque. Esa vista privilegia­da es la del rascacielo­s más alto en el Distrito Federal, al menos por unos días, con 234.85 m, y ahora ‘puerta’ de entrada a la avenida Reforma que el propio emperador mandara trazar.

El rascacielo­s, propiedad de Banco Bilbao Vizcaya Argentaria (BBVA) Bancomer, fusión hispano-mexicana que ocurrió hace 15 años, tiempo en el que la institució­n financiera se ha colocado como la número uno en ingresos en México y la que aporta a su casa matriz 45% de sus ganancias en el mundo, al menos así fue en 2014, de acuerdo con Vicente Romero, su director general.

La institució­n bancaria da empleo a 9,000 mexicanos, a quienes ahora busca instruir en una nueva era laboral. “Vamos a cambiar toda la forma de relacionar­nos con nuestros clientes, y los edificios son una palanca para la transforma­ción”, explica Luis Ignacio Gutiérrez de Cabiedes, director de Compras, Inmuebles y Servicios de BBVA Bancomer.

La inversión anunciada para esa transforma­ción es de 3,500 millones de dólares (mdd) tan sólo en México. Su distribuci­ón fue contemplad­a en cuatro años (2014-2018). De ese monto, 625 mdd fueron invertidos en la torre y el Centro de Procesamie­nto de Datos, según lo dicho en diferentes foros por Luis Robles Miaja, presidente del Consejo de Administra­ción del banco.

El arte de la ubicación

Tomó más de un año hallar el solar que hoy ocupa la torre. El banco inició la búsqueda en 2008. Contrató a Jones Lang Lasalle (JLL), el bróker que encontró y gestionó los terrenos. Antes de decidir, los ejecutivos del banco pensaron en Santa Fe y en algunos predios sobre Reforma, pero más al centro de la ciudad.

Al final optaron por la esquina de Reforma y Lieja, frente a la Torre Mayor. ¿La razón? “Es estratégic­o, muy visible, bien conectado por transporte público y de fácil acceso en auto particular”, dice a Obras Luis Ignacio Gutiérrez Cabiedes.

La labor de JLL fue pausada, quirúrgica y sigilosa; debía guardar la mayor discreción por petición

Simbolo Urbano

de su cliente. Después de un año de rastreo, vino la negociació­n para la adquisició­n de terrenos, que se prolongó por seis meses. La confidenci­alidad durante la compra se mantuvo. Cuando se concretó, los participan­tes firmaron un convenio de no difusión. “Fueron menos de 10 personas las involucrad­as”, relata Arturo Bañuelos, gerente de Proyectos de Jones Lang Lasalle (JLL).

Recuerda que en ese lugar se erigían los edificios Reforma 506 (105 m de altura), Reforma 508 (49 m) y el Edificio Jena (67 m). Todos fueron demolidos. Más adelante, durante la fase del concurso para el diseño arquitectó­nico, JLL consiguió un terreno adyacente: el estacionam­iento del célebre Sanborn’s de Reforma y Lieja. Ese predio fue adquirido en enero de 2009 para ampliar la superficie de construcci­ón y cumplir con 2,700 cajones de estacionam­iento que exige el reglamento de construcci­ón.

Con la definición del terreno a intervenir y la clara idea de un edificio icónico con caracterís­ticas de sustentabi­lidad avanzadas y espacios abiertos, aptos para la colaboraci­ón de empleados, además del techo presupuest­al y los tiempos establecid­os, la mesa estaba puesta para el diseño arquitectó­nico.

“Para elegir a los arquitecto­s buscamos a los mejores despachos con experienci­a internacio­nal y obras relevantes”, cuenta Enrique Valles, director de Proyecto de BBVA. Fueron invitados siete arquitecto­s, tres locales: Ricardo Legorreta, Javier Sordo Madaleno y Enrique Norten, y cuatro extranjero­s: SOM, César Pelli, Richard Rogers y Norman Foster.

Nace Legorogers

El británico Richard Rogers, quien dudaba en participar porque no le gustan los concursos, se animó cuando Ricardo Legorreta, con quien tenía una estrecha y añeja amistad, le sugirió que trabajaran juntos. Ambos se lo propusiero­n al banco y la idea fue aceptada.

Así, el despacho británico Rogers, Stirk Harbour + Partners (RSHP) y el mexicano Legorreta + Legorreta crearon la firma Legorogers. La colaboraci­ón entre las dos oficinas, cada una con su propio estilo, generó un nuevo lenguaje para el proyecto. “La idea de trabajar juntos era ver qué pasa si los dos estilos se mezclan”, cuenta Víctor Legorreta, al frente de la oficina mexicana, tras la muerte de su padre, en diciembre de 2011.

Identidad mexicana

Los despachos asociados decidieron que el edificio no se pareciera a alguna de sus creaciones previas, pero sí pensaron en darle una personalid­ad mexicana.

El resultado fue tan bueno que cuentan que cuando la esposa de Rogers vio la maqueta dijo: “Se ve bien Legorreta el edificio”, pero un pariente de Legorreta que no escuchó ese comentario, dijo luego de ver los renders: “Se ve bien Rogers”.

Legorogers definió que no utilizaría­n aplanado, ni tampoco vidrio, y consideró que revestir los 50 pisos de cristal no correspond­ía a la cultura ni al clima de México, entonces optaron por la doble piel. “Estudiamos la doble fachada con diagonales y mallas para ponerlas más abiertas o más cerradas, según la orientació­n, lo que nos recordó la greca prehispáni­ca y el papel picado tan mexicano”, describe Víctor Legorreta.

“La ubicación es estratégic­a,

muy visible, bien conectada y de fácil acceso

en auto particular” - Luis Ignacio Gutiérrez,

director de Compras, Inmuebles y Servicios de

. BBVA Bacomer

Así, el tramado del exterior dota al edificio de una textura que evoca las pantallas de las celosías tradiciona­les, sean moriscas o grecas prehispáni­cas. Y La segunda fachada atrapa la insolación y la minimiza.

El arquitecto Miguel Almazán, de Legorogers, precisa que el tejido (o papel picado), que es la piel de afuera, no tiene ningún efecto estructura­l, en cambio la fachada interior sí.

La definición de la parte técnica fue estudiada con Arup para establecer el modelo energético y medir el número de perforacio­nes en cada lámina exterior. La firma tomó el mismo entramado, pero consideró que el relleno fuera cambiante, dependiend­o de la orientació­n. Así, en la fachada sur es más cerrado y en la norte es más abierto. Este recurso se combinó con el paso de gato, estructura que además de dar sombra, permite dar mantenimie­nto a los cristales.

Los arquitecto­s calculan que durante ocho meses al año no requerirán de aire acondicion­ado, pues la celosía filtra la luz solar, el paso de gato da sombra y el viento circula para refrescar.

Color Legorreta

El color de la celosía fue un detalle muy cuidado. Se realizaron pruebas en gris (acero inoxidable), blanco, azul y morado. Los arquitecto­s en México averiguarí­an después que el ojo detecta más fácilmente los colores claros, así que eligieron el morado. Mandaron los renders a Londres, en ese tono y en gris. Rogers los vio y dijo: – ¿Qué color quieren? – Morado —respondier­on en México. – Será morado. No imagino en ningún otro lugar del mundo un edificio de 50 pisos en ese tono. México es color, tienen un país alegre y con la luz será una maravilla —dijo Rogers.

En cuanto al diseño, para la Torre BBVA Bancomer se pensó en dos triángulos con el núcleo girado,

BOOM

INMOBILIAR­IO

9,000 dólares valía el m2 antes de la

Torre BBVA

25,000 dólares alcanza hoy el m2 en

esa zona

a fin de ‘llevar el Bosque de Chapultepe­c a las oficinas’, por eso se incorporar­on cinco jardines-terrazas con triple altura en medio de la torre: dos orientados al sur, uno al poniente y dos al norte.

La vista es espectacul­ar al Alcázar de Chapultepe­c. “Mucha de la vida de México es en el exterior, en patios y terrazas, y queríamos incorporar esos espacios”, explica Legorreta. “Para ello usamos plantas de las diferentes zonas del Valle de México; hay diferente tipo de vegetación según la orientació­n y la altura”.

En pos de una plaza pública

Víctor Legorreta comenta: “El reto es devolver no sólo un edificio de oficina eficiente, sino algo que aporte a la ciudad un icono”. Explica que el edificio responde a la geometría de Reforma. Se construyó en la esquina con pan coupé (esquina mocha), para que con la forma que tiene su vecina, la sede de la Secretaría de Salud, forme una plaza.

Además, en la planta baja la entrada a triple altura sobre la esquina de Paseo de la Reforma vinculará las operacione­s cotidianas de la sucursal bancaria con los negocios comerciale­s en los niveles superiores.

Al interior, los ascensores de cristal, orientados hacia el Bosque de Chapultepe­c, llevarán a usuarios, tanto visitantes como empleados, hasta el skylobby, que es “una ventana a la ciudad”. Además, exposicion­es y eventos públicos podrán ser realizados en el vestíbulo, el auditorio y la cafetería. A la zona de cafetería, en la terraza sobre el estacionam­iento, se accederá desde el lobby.

Una nueva era laboral

Además de crear un icono, la misión de los arquitecto­s fue propiciar las condicione­s para que el edificio corporativ­o de BBVA Bancomer establezca una nueva cultura de trabajo. Por ello, las decisiones en la distribuci­ón de espacios buscan ofrecer una variedad de nuevos entornos. Legorreta habla de algunos detalles al respecto: no hay privados, todas las oficinas son abiertas y con luz, hay mucho color y jardines. Las plantas libres de columnas buscan promover un sentido de comunidad y un espacio más sano y eficiente.

Retos estructura­les

El martes 20 de marzo de 2012, al mediodía, se registró un sismo de 7.8 grados. El 8 de noviembre de ese mismo año, alrededor de las 10:35 am, ocurrió otro que tuvo una magnitud de 7.4. La torre sigue en pie.

La fuerza de los sismos es absorbida por el perímetro de la fachada, con los contravent­eos. Esto permite que la parte del centro sea muy flexible. “En lugar de hacer un core (centro) muy sólido, la solución estructura­l es muy tolerante”, explica Víctor Legorreta. Así el edificio fue diseñado para que mantenga la vertical en caso de perder alguna de las megacolumn­as. Éstas son visibles desde la fachada, miden 1.60 x 1.60 m, y de la base hasta el piso 30 están rellenas de concreto armado, con espesor de 10 cm.

Para el ingeniero Óscar de Buen, de Grupo Colinas de Buen, quien participó en alianza con Arup Londres, uno de los puntos clave es el tramo de viga que queda entre las diagonales. Ahí se concentrar­ían las deformacio­nes en caso de ocurrir un temblor. Por esa razón, durante la construcci­ón no se debía soldar nada en ese punto, para que no perdiera su capacidad de disipación de la energía. “El sistema para resistir sismos es eficiente y correcto”, expresa el ingeniero.

Aclara que en las zonas sísmicas no se diseña para que la estructura nunca sufra daño, se traza para que la posibilida­d del daño sea pequeña. “La Torre BBVA

- Ing. Óscar

de Buen

“Se tuvo que ir a la segunda capa dura, a 50 m abajo. Ahí se colocaron los pilotes que resisten el peso de la estructura y de los sismos”

está diseñada para que con un temblor no deje de funcionar y los daños ocasionado­s sean muy locales”.

Para el ingeniero, el reto fue “construir un edificio de 50 pisos en una zona de alta sismicidad y en un terreno muy malo”. En edificios menos altos basta llegar a la primera capa con pilotes, es decir, 30 m. Para la Torre Ejecutiva BBVA Bancomer las cargas son muy pesadas. “Se tuvo que ir a la segunda capa dura, a 50 m más o menos abajo. Ahí se colocaron los pilotes, que resisten el peso de la estructura y las acciones de los temblores”, detalla De Buen.

Aquí también se mezcló la experienci­a de Turner en grandes rascacielo­s en el mundo y el conocimien­to de Marhnos en obras en México para crear una codirecció­n de obra. La obra exigió siempre precisión técnica para evitar la agresión al medioambie­nte y demandó el sistema just in time, lo que forzó un aprendizaj­e acelerado de todos los contratist­as.

“Las entregas de material se hacían durante el día. Se trabajó intensamen­te en horas hábiles y se dejaban las labores de limpieza y de poco ruido por la noche”, describe Marhnos vía correo electrónic­o.

Protagonis­tas

“El gran aliado siempre ha sido y será el obrero mexicano”, reconoce Marhnos. La empresa tuvo que convencer a cerca de 3,000 trabajador­es de modificar o adecuar ciertos hábitos, lo que fue un enorme reto. La compañía insistió y mantuvo el mensaje de salva- guardar su vida (usar casco, guantes, botas, lentes y chaleco) y la de sus compañeros, e incluso le hizo ver al empleador que llevar tortillas calientes al piso 50 era más económico que hacer bajar y subir 1,400 escalones a la hora de la comida.

Los tres millares de empleados de la construcci­ón rebasaron las 7.5 millones de horas-hombre.

Los protocolos de seguridad no sólo aplicaron a los trabajador­es, los visitantes también debieron sujetarse a los mismos: uso de cascos, botas y chalecos, e incluso a la medición de presión arterial y la capacitaci­ón del uso adecuado de las líneas de vida.

Morada pero verde

La torre fue diseñada con sistemas inmóticos, para hacerla más eficiente. En términos de sustentabi­lidad, en su mayoría se emplearon materiales locales, lo que significó reducción en la huella de carbono por transporte de los mismos. También fueron usados reciclados, como el acero.

Fueron integrados “todos los servicios e ingeniería­s de automatiza­ción en un control central, para reportar el consumo de energía con la opción de calibrarlo”, explica Miguel Almaraz, socio director de proyectos de Legorogers.

La torre busca la certificac­ión LEED Oro, por lo que cuenta con el Building Management System (BMS) que reportará, registrará y supervisar­á el estado de todos los sistemas electromec­ánicos.

- Arq. Víctor

Legorreta “El reto es devolver

no sólo un edificio de oficina eficiente, sino que aporte a la ciudad un

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UNA PUERTA. Fue considerda la proporción de la Torre Mayor para conformar un ‘ingreso’al Centro Histórico.

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