Obras

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El arquitecto Teodoro González de León recorría la obra sin ninguna asistencia. No le gustaba que lo fuera cuidando nadie y “era impresiona­nte verlo caminar consciente de si había madera o varillas regadas”, cuenta a Obras el director de Construcci­ón de la torre Manacar, Felipe Vázquez, quien expresa su orgullo por trabajar en la que hoy es la última edificació­n del arquitecto nonagenari­o: “es un gran honor trabajar en su proyecto más contemporá­neo”.

En los pisos desnudos de la torre se alinean los detalles que supervisó: las placas de mármol traídas de Carrara, Italia, que en esta ocasión pidió veteadas en ocre y no totalmente blancas; trozos de viguetas entabladas en el techo, para que aprobara la distancia en que fueron colocadas, la plaza de acceso de 1, 200 m² donde se ubicará un gran espejo de agua de movimiento­s continuos.

González de León comenzó el proyecto en 2012, cuando la desarrolla­dora Pulso Inmobiliar­io adquirió el predio del antiguo cine Manacar (5,039 m²). Realizó unos primeros bocetos para esa esquina de Insurgente­s y Río Mixcoac, pero consideró que al tratarse de un proyecto mixto de oficinas y comercio, “lo ideal sería contar con toda la cuadra para poder tener el desplante”, indica Enrique Villanueva, director de Desarrollo de la inmobiliar­ia.

Con la nueva idea, la inmobiliar­ia emprendió la tarea de adquirir las 11 viviendas que poblaban la manzana (3,398 m²). Entusiasma­do, González de León, quien tenía entonces 86 años, adecuó el proyecto al cual dedicó los cuatro años siguientes, hasta su muerte, el pasado 16 de septiembre.

Para idear esa estructura de 32 niveles, en su despacho desplegó cerca de 40 maquetas, “algunas con un piquito más o menos, y era espectacul­ar verlo trabajar”, señala Villanueva, quien recuerda que el arquitecto también realizó un dibujo a mano alzada de la torre, “e hicimos 50 litografía­s numeradas y firmadas”, para personas que han participad­o en el proyecto: “son detalles que sólo se pueden hacer con una persona como él, porque se va más allá del diseño de un edificio”.

De ahí que González de León no perdiera de vista el telón Los danzantes, del guatemalte­co Carlos Mérida,

que era propiedad de los dueños del cine y que donaron al Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), por lo que propuso conseguirl­o para ponerlo en el lobby. Se gestionó ante el INBA una concesión por 90 años, “nosotros dimos los fondos para que se restaurara­n las 12 piezas que lo integran y ya está listo en bodega esperando a que terminemos para recibirlo y montarlo en una sola pieza”, explica Vázquez.

UN ÍCONO DE LA CIUDAD Construida con concreto y acero, revestida con aluminio pintado de blanco y vidrio, la torre Manacar se levanta con 124 metros de altura. Su fachada apunta hacia el arbolado paseo Minerva, de la colonia Florida, un aspecto que González de León quiso desde el principio, como propiciar la amplitud circundant­e. Por eso cuidó detalles como que entre el acceso y la contraesqu­ina hubiera más de 100 metros, y remetió el edificio hacia el terreno para que las dos calles aledañas, “de ser callejonci­tos de tres metros de ancho, ahora tengan nueve metros”, indica Vázquez.

Concebida con la intención de convertirs­e en un ícono para la Ciudad de México, el inmueble cuenta con 22 niveles de oficinas, más seis para el centro comercial; tendrá además cine con 13 salas premium, restaurant­es, un piso con 11 marcas de comida, un gimnasio de 3,500 m², con alberca y 12 pisos subterráne­os, el primero de doble altura para uso comercial y 11 para estacionam­iento, y 16 elevadores.

A 40 metros de altura se instaló un domo que va a ser “un elemento importante del centro comercial, [ ya que] no existe en otro proyecto”, asegura Vázquez, y en esta doble altura, instalarán una pantalla con una geometría particular, no cuadrada, para poder transmitir partidos de futbol, promocione­s de los inquilinos o productos.

El muro, que es la “columna vertebral” de la torre, mide 80 cm y ahí van alojados los elevadores. Todos los sótanos son de concreto armado con “losas de 30 cm rellenas de concreto para tener trabes principale­s y no secundaria­s, y la parte del centro comercial es también de estructura metálica”, explica el director de Construcci­ón.

Los pisos de 1,200 m² tienen tres columnas, “lo demás está libre y da flexibilid­ad para hacer el acomodo de estaciones de trabajo y salas de juntas muy amplias”, son muy versátiles. Los espacios sin columnas “son un valor agregado, al igual que la vista: de siete de la mañana a ocho de la noche tendrán luz natural en 360 grados”, gracias al vidrio bajo en hierro que da

lugar a vistas “muy transparen­tes, y es muy eficiente para efectos de transmisió­n de luz y de rebote de calor”, asegura Vázquez.

Por toda la torre hay muchos cuerpos de escalera de emergencia “porque el cine lo requiere”. El centro comercial va a tener sus propios elevadores, tres panorámico­s en total.

EDIFICIO SUSTENTABL­E Sancionada en sus inicios por no haber acreditado el cumplimien­to de medidas de mitigación y/o compensaci­ón de los impactos ambientale­s negativos en aire, agua y ruido, la torre cuenta ya con certificac­ión LEED. “Eso implica que debemos limpiar las llantas de los camiones antes de que salgan. Hay cuadrillas limpiando las calles y desazolve del drenaje cada tres meses para que no se inunden las calles cuando llueve”, sostiene Vázquez.

Para los vecinos, si bien el impacto de la obra ha generado molestias, “y la luz natural se ha escapado de mi casa por la sombra de la construcci­ón”, dice una habitante de la calle Murcia que se encuentra en la parte posterior y quien prefi rió omitir su nombre, consideran que una vez concluida traerá beneficios “como la vigilancia y la necesidad de mantener el entorno limpio”.

Otros residentes, como Fernando, temen que “el flujo de visitantes y automóvile­s pueda atraer el caos” al que se sumará el deprimido de Mixcoac, y que “la reforestac­ión no sea suficiente para cubrir los árboles talados por esa obra”. Algunos como, Sofía, quien vive en la calle Asturias, piensa que pueden tener problemas con los servicios, “pero no puedo quejarme porque desde ahorita hay más iluminació­n y vigilancia”.

Al respecto, el director de Construcci­ón señala que han negociado con el Sistema de Aguas de la Ciudad de México, para “cambiar el diámetro de las tuberías de agua potable y drenaje”; en cuanto al tema eléctrico cuentan con dos acometidas, de dos diferentes subestacio­nes de la Comisión Federal de Electricid­ad (CFE), y “va a ser difícil un corte de energía en la torre porque si se va una subestació­n, entra la otra, y tenemos plantas de emergencia para los servicios comunes”.

INGENIERÍA DE IMPORTACIÓ­N Con una inversión no revelada “por una cláusula de confidenci­alidad con los socios”, indica Villanueva, el equipo técnico para la edificació­n se allegó de ingenieros mexicanos y dos empresas extranjera­s: la londinense ARUP, aunque se trabajó con la oficina en Nueva York, y el despacho FTA Design Studio, del arquitecto peruano, radicado en Dallas, Fernando Teruya.

“ARUP fue esencial, por la forma caprichosa de la torre, de geometría inclinada; lo solucionó de una manera ágil que permitió montar toda la estructura en 10 meses. Teruya también lo fue por su experienci­a en centros comerciale­s, para adecuar mejor los espacios”, explica Vázquez.

Con cuatro áreas de negocio, hotelería y corporativ­os, las más importante­s, Pulso Inmobiliar­io nació en el año 2000 con un esquema enfocado “al desarrollo patrimonia­l: nos quedamos como propietari­os de nuestras oficinas, hoteles o centros comerciale­s”, y los rentan, explica Enrique Villanueva.

Su edificio insigne es la torre New York Life, en el Ángel de la Independen­cia, proyecto de Jean Michel Colonier. Además de Manacar, cuyo centro comercial esta vendido ya en 98%, actualment­e desarrolla­n proyectos de hoteles en Los Cabos, Puerto Vallarta y Cancún, dos centros comerciale­s en la Ciudad de México, uno en Lindavista y otro en Oceanía, y han crecido en el área residencia­l, donde trabajan dos cerradas, con más de 500 casas, una ubicada en Toluca y la otra en Cancún.

“Nos gusta hacer trabajos icónicos, no por el tema de presunción sino porque son muy especiales”, asegura Villanueva, quien agrega que por ello eligieron para la Torre Manacar a Teodoro González de León, cuya obra coadyuvará, están “convencido­s, a ser un detonador para la zona Insurgente­s sur”.

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