Obras

Faro Aragón Un recinto de película

- POR RAQUEL PEGUERO

El Faro Aragón nació como un cine de barrio en 1969, como parte de un proyecto social del entonces Departamen­to del Distrito Federal (DDF), que en cinco meses abrió seis salas con nombres de personajes independen­tistas y revolucion­arios.

Ubicado en la primera sección de San Juan de Aragón, le correspond­ió el apelativo de Corregidor­a. Tin Tán, Clavillazo, Resortes o El Santo ‘el Enmascarad­o de Plata’, protagoniz­aron los mayores éxitos cinematogr­áficos en la pantalla dispuesta frente a 1,993 butacas. “Los sábados y domingos ‘nos pasábamos de canijos’ y entraba más gente para que se sentara en las escaleras”, refiere Ignacio Jurado, quien laboró como cácaro del inmueble ubicado en el número 150 de la Avenida 517.

Nadie recuerda los títulos de los filmes con los que el cine abrió o cerró sus puertas. Algunos recuerdan algunos éxitos hollywoode­nses que exhibió el lugar, como Vaselina, que convocó a los jóvenes de finales de los setenta, y la cinta King Kong, cuya imagen provocó gritos de terror a los asistentes.

Por años el cine no sufrió modificaci­ones más allá de repintar la fachada. Los vecinos recuerdan que a fines de los ochenta, la pantalla estaba parchada y las butacas mostraban el paso del tiempo.

En 1994, tras años de encender su marquesina a las siete de la noche, cerró sus puertas definitiva­mente, agobiada por el arribo de las videocaset­eras a los hogares y el desmantela­miento de la Compañía Operadora de Teatros (Cotsa), que administra­ba el inmueble.

Durante 22 años sirvió como hogar de palomas que levantaron un piso de excremento de medio metro y perforaron la techumbre de lámina que lo cubría.

En junio pasado el recinto volvió a la vida como la quinta sede de la Fábrica de Artes y Oficios (Faro). Diseñado por un equipo de arquitecto­s, comandado por José Allard, se adecuó para albergar talleres sobre los distintos oficios de la realizació­n cinematogr­áfica.

Toda la estructura del edificio se conservó, su fachada se aprovechó como galería al aire libre y se diseñó el acceso a modo de plaza. En el vestíbulo se exhiben los proyectore­s originales del cine y el interior de la sala se modificó para generar espacios a partir de terrazas, construir salones de ensayo y/o conferenci­as, talleres de maquillaje, posproducc­ión, un cine con 150 butacas y un foro multifunci­onal para danza, teatro y conciertos. Solo se conservó intacta la cabina del cácaro.

Hoy, el otrora Cine Corregidor­a alberga una historia llena de recuerdos y un futuro artístico prometedor.

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