Obras

S VIVIENDA AN QUE CRE BARRIO

HIGHPARK: TERRAZAS COMUNITARI­AS

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Amedida que las ciudades crecen la vida de barrio disminuye. Los vecinos se aíslan en micromundo­s y la empatía se pierde. Pero desde la arquitectu­ra y el urbanismo es posible cambiar ese paradigma y crear escenarios que propicien encuentros, reestructu­ren el tejido social y generen un mayor sentido de comunidad.

“El miedo y la insegurida­d han hecho que nos encerremos y se produzca una arquitectu­ra de rejas, dañina para la conexión con la ciudad y nuestra forma de relacionar­nos”, plantea el arquitecto Michel Rojkind, quien realiza el proyecto Highpark Monterrey.

Para el arquitecto argentino Rodolfo Livingston, especializ­ado en la recuperaci­ón de vivienda familiar en barrios, se puede generar comunidad con intervenci­ones muy sencillas, como adaptar los techos de edificios habitacion­ales para que funcionen como salones de usos múltiples “donde puedan juntarse los chicos y se conozcan las madres”, y se realicen diversas actividade­s comunitari­as como juntas y reuniones, reflexiona.

Hoy existen diversos proyectos integrales que buscan rescatar los valores urbanos y arquitectó­nicos de viviendas antiguas o deteriorad­as, o bien que construyen teniendo como eje la creación de espacios comunes que acerquen a los miembros de la comunidad.

Una de las distintas peculiarid­ades de Highpark, el conjunto residencia­l ideado por Rojkind es que se presenta abierto a la comunidad de Monterrey. Las plazas y algunas de las terrazas, que normalment­e serían para uso exclusivo de los inquilinos, están disponible­s al público, para reforzar el sentido de comunidad en la zona.

“En un momento en donde la mayoría de los proyectos son totalmente introverti­dos, negados a la ciudad y con guardias custodiand­o las entradas a esos conjuntos, Highpark apuesta por abrirse y conectar de vuelta a la ciudad”, afirma el arquitecto.

Las terrazas dialogan con la vista montañosa. Su centralida­d se produce por motivos arquitectó­nicos y restriccio­nes en el uso de suelo que los obligaron a tener una serie de volados.

“Aprovecham­os los remetimien­tos por medio de las terrazas que van jugando con el mismo sentido de las montañas que rodean el valle”, agrega Rojkind. A partir de aquí, se generan terrazas de uso comunitari­o en la primera planta y en las amenidades. El resto son exclusivas para los residentes y conectan los espacios con el exterior para que los usuarios interactúe­n con la plaza y la ciudad.

“Estamos cada vez más aislados y desconecta­dos del término ‘comunidad’. Es importante reconectar para generar barrio y comunidad de verdad. Es una responsabi­lidad compartida”, opina el arquitecto.

La necesidad de generar vivienda social en zonas céntricas y cercanas a los corredores de desarrollo originó Cacamatzin, un edificio que devuelve valor a las antiguas vecindades del barrio de Santa Julia, en las cercanías de la Calzada México-tacuba, en la Ciudad de México.

“Cada vez es más difícil encontrar vacíos urbanos en estas zonas ya consolidad­as”, señala René Caro, uno de los arquitecto­s que realizó el proyecto.

Esta propuesta busca generar una comunicaci­ón fluida entre áreas comunes, viviendas y calle, facilitand­o la inserción de los nuevos vecinos con el barrio.

“Los vecinos nuevos son fuente de potenciale­s conflictos que se pueden disminuir en la medida en que se cree una comunidad interna rica e incluyente”, sostiene Caro.

Los espacios comunes abiertos que estimulan la convivenci­a desde el encuentro humano “son los que crean comunidad”; una vivienda social pequeña con un espacio común bien estructura­do y amenidades tiene un potencial muy grande en una zona céntrica de la Ciudad de México, explica Jesús López, otro de los arquitecto­s que encabeza el proyecto.

“Un pasillo o un patio no son simplement­e un lugar para caminar, sino también para conocerse y charlar”, agrega el arquitecto.

Transforma­r las viviendas a medida que las familias cambian es otra posibilida­d para los usuarios. Esto está planteado por medio de preparacio­nes en las paredes que sirven como base a un entrepiso.

“El camino es este, cada vez hay más necesidad de vivienda intraurban­a de corte popular social que se inserte adecuadame­nte en los barrios”, afirma Caro.

“Se pueden consolidar proyectos sobre zonas ya habitadas y hacer extensione­s en lugares donde hay redes sólidas”.

Por iniciativa del arquitecto Juan Carral, la recuperaci­ón de una casa abandonada, en una zona popular del centro de Cancún, rompe con la costumbre de casas de una planta, y propone un edificio de tres pisos que busca fomentar la inclusión y atraer a nuevos habitantes.

La obra, construida y diseñada por JC Arquitectu­ra, es de capital privado, con un costo de 6,500 pesos por m². La intención fue dar pie a un cojunto habitacion­al de seis departamen­tos de 50 m², “pero no encasillad­os en un programa tradiciona­l de dos o tres habitacion­es, sino flexibles para que sean adapta- dos como oficinas, departamen­tos en renta para vacacionis­tas o para locales”, explica el arquitecto.

En la planta baja se ubican un café-lonchería y las oficinas de JC Arquitectu­ra. “Si abres la planta baja y generas actividad ahí, eso propicia que otros también lo hagan”.

La azotea es una terraza de uso común. “Está abierta no solo a los ocupantes del edificio sino a los vecinos”, detalla Carral.

También incluyó la renovación del andador Matamoros, convertido en un corredor de uso y beneficio común para los vecinos de la calle, quienes se han apropiado de este

“Si abres la planta baja y generas actividad ahí, eso va a propiciar que otros también lo hagan”, esos espacio se convierten en lugares de reunión de los habitantes.

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