Los manuales, libros de cabecera
El conocimiento de los nuevos sistemas de construcción convierte a los manuales en una especie de biblia para el éxito, lo mismo de un diseñador que de su proveedor.
n muy poco tiempo hemos pasado del artesano al instalador de sistemas constructivos, gracias a las áreas de Investigación y Desarrollo (I+D) que las empresas impulsan para obtener una mayor competitividad en la industria de la construcción.
Los departamentos de I+D diseñan productos nuevos que, por regla general, son lanzados al mercado con las certificaciones exigibles y el manual de instrucciones.
Los certificados siempre son necesarios para el diseñador del proyecto, el supervisor, el regulador y el propietario. Desgraciadamente, muy pocos piden el manual de instrucciones o manual de montaje, que es determinante en el éxito de la solución que ofrece un proveedor y adquiere un constructor.
El usuario final de los sistemas y productos lanzados al mercado en las distintas ferias sectoriales y congresos profesionales, es el industrial que requiere todas las certificaciones y, ¡atención!, el manual de instrucciones o montaje.
Ese último documento suele quedarse en el departamento de diseño y presupuestos, es decir, que los operadores que manipulan el material para su instalación, en pocas ocasiones tienen acceso a él. Por lo general, se los explica el técnico de obra, quien carece de la práctica diaria de la instalación cuando se trata de una innovación, y es entendible, puesto que no es su cometido, ya que él es un técnico.
La escena es común. Ahí está el profesional con experiencia en su quehacer habitual, con un producto nuevo y una información claramente insuficiente. Muchas de las empresas que lanzan productos al mercado han tomado medidas al respecto, y habilitan formación para los industriales, puesto que algunas experiencias previas han derivado en el fracaso de la inversión, el diseño y la obra en conjunto.
Al preguntar a algunos por las prácticas y sistemas constructivos que se usan generalmente en México, Panamá y Colombia, se comprende que sus usos y sistemas difieren de los practicados en Europa, aunque se trate de materiales y/o productos similares.
Un ejemplo es la instalación de los paneles de ACM (de aluminio compuesto), usados frecuentemente en las llamadas fachadas ventiladas.
En las conversaciones que he tenido, me ha sorprendido el modo en que estos materiales se manipulan e instalan en América Latina. El corte, fresado y preparación de casetes se realiza en la obra, de modo manual, ya que la exactitud de las medidas de dichos paneles o casetes depende de la pericia del operario que los manipula. Normalmente, en Europa se emplean mesas de mecanizado de control numérico.
La instalación de los materiales ya manipulados se realiza con fijación mecánica, lo cual imposibilita la dilatación del aluminio, que es uno de los componentes del ACM que se dilata casi 1 mm por cada milímetro de longitud los casetes o planchas cortadas. Además, me llama la atención el uso de sellantes de silicona en las juntas.