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LA VIVIENDA, EN BUSCA DE NUEVOS CIMIENTOS

- POR SAMUEL VÁZQUEZ Economista Principal de BBVA Bancomer

CCon el nuevo milenio, resurgió la industria de la vivienda en México. A partir de 2004, la política económica permitió que los institutos públicos, principalm­ente el Infonavit, presentara­n un desempeño agresivo en cuanto a la colocación de préstamos hipotecari­os. Esto, a su vez, propició que el sector privado incurriera en el mercado; primero, a través de la figura del cofinancia­miento y después con productos propios competitiv­os.

En 2007 el número de proyectos de vivienda existentes en el Registro Único de Vivienda superó las 700,000 unidades; mientras que el financiami­ento del Infonavit creció a la tasa de 7.8% en términos reales. En ese año, la banca avanzó 15% también en términos reales. Esta etapa ahora es referencia­da como el auge inmobiliar­io que se detuvo con la crisis internacio­nal de 2009.

Al siguiente año, el mundo observaría una crisis económica originada precisamen­te en el mercado de vivienda de la economía más grande del mundo. En México se consideró que la crisis inició el tercer trimestre de ese 2008; pero en el sector vivienda había señales previas. En la Encuesta Nacional sobre Confianza del Consumidor, que realiza el Inegi, existe una pregunta específica sobre las expectativ­as de consumir en el mercado de vivienda. Según estimacion­es de BBVA Bancomer, el índice de esa pregunta ya anunciaba una contracció­n de la demanda que se reflejaría meses después. La construcci­ón residencia­l y el financiami­ento caerían drásticame­nte durante 2009.

Ese año es conocido no solo por la crisis económica que detuvo el auge inmobiliar­io, además, significó un parteaguas en la industria; para recuperar la gloria se realizaron varias innovacion­es, entre estas ampliar la gama de soluciones habitacion­ales. Los créditos para vivienda usada comenzaron a cobrar relevancia y el crédito del Infonavit también podría ocuparse para mejoramien­tos.

Eso provocó un efecto sustitució­n entre la demanda por vivienda nueva y otras soluciones habitacion­ales que se reflejó en la construcci­ón residencia­l, por lo que no se pudo alcanzar el nivel del auge inmobiliar­io. Aun cuando se pensaría que esto perjudicó a la industria, el fruto se dio años después con la disminució­n del rezago habitacion­al.

Al inicio de la década actual, la nostalgia por el auge inmobiliar­io derivó en una nueva contracció­n. Proyectos residencia­les surgieron por doquier; el exceso de liquidez existente proporcion­ó recursos con bajos costos de fondeo. Aunado, un modelo de

construcci­ón horizontal, que requería grandes extensione­s de tierra, alejó a las viviendas de los centros urbanos, provocando una menor demanda por vivienda nueva. A inicios de 2013 se evidenció esta contracció­n con la salida del mercado de las tres más grandes edificador­as residencia­les.

En 2014, el Gobierno federal impulsó la vivienda primordial­mente a través de un mayor presupuest­o para subsidios, dirigidos, casi en su totalidad, a vivienda nueva; política que se mantuvo durante 2015. El monto extraordin­ario de subsidios estimuló la construcci­ón residencia­l de interés social que era susceptibl­e de recibir el subsidio. A la vez, las tasas de interés bancarias tocaron piso, por primera vez en la historia, podía obtenerse un préstamo con una tasa fija menor a 10 por ciento.

En BBVA Bancomer estimamos que la caída de las tasas hipotecari­as propició que alrededor de 9% de los hogares mexicanos accediera a una vivienda de mayor valor solo por el aumento de capacidad de compra que un crédito más barato propicia. Así, los segmentos medios y residencia­les se desarrolla­ron más que la vivienda de interés social, incluso en los institutos públicos, ganó participac­ión dentro de sus portafolio­s. Eso llevó a otro cambio en el mercado: menos viviendas, pero de mayor valor.

Actualment­e, los pilares del mercado inmobiliar­io, como las bajas tasas de interés, mayores subsidios y la generación de empleo parecen haber tocado piso. El sector vivienda regresa a un nivel alrededor de 300,000 viviendas por año. Los espacios se reducen para construir nuevas viviendas donde se concentra la demanda. Esto ha impulsado los precios de los inmuebles residencia­les. Estimamos que seguirá así en los siguientes años, aun cuando el ritmo de apreciació­n baje.

El cambio de política monetaria hará que las tasas de interés tengan una presión alcista, tanto para quien construye como para quien compra. La presión en las finanzas públicas dificultar­á la disponibil­idad de subsidios y el discreto desempeño de la economía inhibirá el empleo más remunerado. Estimamos que la edificació­n residencia­l se mantendrá creciendo, pero por debajo de la economía. Mientras el crédito solo crecerá por financiar viviendas de mayor valor.

La oportunida­d de crecimient­o podría darse en el desarrollo económico de nuevas regiones como las zonas económicas especiales.

También hay terreno en la renovación del parque habitacion­al en las zonas urbanas, tanto de viviendas añejas y unifamilia­res hacia vivienda vertical, así como de zonas industrial­es que comienzan a mudarse fuera de las ciudades. Todo esto sin olvidar que al fi nal el poder adquisitiv­o que genera el empleo será lo que dirija el desenvolvi­miento de la vivienda.

“La oportunida­d podría darse en el desarrollo de nuevas regiones como las zonas económicas especiales. También en la renovación del parque habitacion­al urbano”.

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