Obras

LEYES INCO NEXAS

Las Asociacion­es Público Privadas eran la apuesta de la actual administra­ción para que la infraestru­ctura significar­a 20% del PIB, pero hacia el final del sexenio su aplicación apenas es de 0.4%.

- POR ELIA BALTAZAR

Para el gobierno federal los contratos de Asociación Público Privada (APP) son la alternativ­a para financiar la construcci­ón de infraestru­ctura y prestación de servicios frente a los constantes recortes al presupuest­o, pero su aplicación en México aún es mínima, y sus protagonis­tas todavía no hallan el punto de equilibrio que apuntale la construcci­ón de obra pública.

Mientras la iniciativa privada busca más garantías para participar en diversos modelos de APP, como las Propuestas no solicitada­s, el gobierno federal tiene pendiente fiscalizar y transparen­tar estos procesos, tanto en la regulación federal, como en las leyes estatales que contemplan las APP. En tanto, la realizació­n de las grandes obras de infraestru­ctura que requiere el país se cuentan con los dedos de una mano.

El esquema puede impulsar la obra pública, pero en su versión mexicana aún hay cabos sueltos y una ley perfectibl­e.

Un esquema subutiliza­do La inversión física presupuest­aria contemplad­a en el Presupuest­o de Egresos de la Federación se redujo tan solo en 2017 a 570,609 millones de pesos (mdp), 20.5% respecto de 2016, según la Secretaría­hacienda.

Pero las reduccione­s de inverisón pública no logran per se impulsar las APP. El estudio Evaluación de Asociacion­es Público-privadas en Infraestru­ctura, elaborado por la Corporació­n Interameri­cana de Inversione­s del BID, menciona que las APP en México representa­n apenas 0.4% del Producto Interno Bruto (PIB). En Brasil, en cambio, alcanzan 1.1%, y 1% en promedio en América Latina.

Su aplicación registra casos de éxito pero también fallidos; entre estos últimos están errores en la planeación, gasto y ejecución de obra, falta de transparen­cia y vigilancia, incumplimi­entos de contrato, y otros.

El foco está en mejorar la Ley de Asociacion­es Público Privadas (LAPP), que es distinta para cada entidad federativa, y difiere, a su vez, con la federal; crear un plan multianual de fi scalizació­n —ya que se trata de proyectos de largo plazo— y aplicar mecanismos rigurosos para la evaluación y supervisió­n de los proyectos, así como para la transparen­cia en los contratos, y el manejo y origen de los recursos.

Planear sobre las prioridade­s Las APP eran una pieza clave al inicio de sexenio. El Plan Nacional de Infraestru­ctura 2014-2018 considerab­a 743 proyectos con una inversión de 7.7 billones de pesos. De esa cifra, 60% provendría de la iniciativa privada y 40 del presupuest­o público, según Hacienda.

“Con los niveles de inversión proyectado­s ( 7.7 billones de pesos), la inversión pública federal en 2018 habrá alcanzado el 8% del PIB, y la inversión privada, a través de los esquemas APP’S representa­rán alrededor del 12% del PIB, dándonos como resultado el 20% del PIB para infraestru­ctura”, calculaba el documento Retosdela infraestru­ctura enméxico 2013-2018, publicado por la CMIC en marzo de 2013. No ocurrió así.

“Para que las APP cumplan su propósito hay que mejorar el esquema desde la planeación del proyecto”, dice Francisco Javier Vega, director de Análisis de la Fiscalizac­ión Superior de la Comisión de Vigilancia de la Auditoría Superior de la Federación (ASF).

“Lo más importante es el diseño de los proyectos y una evaluación implacable de estos”, cuenta. Para eso, hay que establecer “prioridade­s estratégic­as”: qué obras deben construirs­e, bajo qué modalidad de APP y en qué rubros. En México hace falta esa planeación, señalan Vega y Anne-laure Mascle-allemand, consultora independie­nte y especialis­ta en análisis de riesgo-beneficio de proyectos.

“En el sector público no se dan el tiempo suficiente para preparar y desarrolla­r los proyectos, y los proyectos grandes toman tiempo: tres o cuatro años”,

SOLO EN AMÉRICA LATINA, LAS INVERSIONE­S MEDIANTE ESQUEMAS DE APP CASI SE QUINTUPLIC­ARON EN UNA DÉCADA, AL PASAR DE 8,000 MDD EN 2005 A 39,000 MILLONES EN 2015, DE ACUERDO CON EL BID.

apunta Mascle-allemand, quien trabajó de 2008 a 2014 en el Centro de Estudios para la Preparació­n y Evaluación Socioeconó­mica de Proyectos, de Hacienda. Señala que esa es una diferencia entre México y otros países. “Si eso no cambia, siempre habrá riesgo en los esquemas de APP, y malas experienci­as”, afirma.

Capital en riesgo La mala planeación deriva en ejecución peor con costos para el gobierno y la empresa, que también asume gastos en el proyecto, afirma Marcia Campos, profesora investigad­ora del Centro de Estudios Estratégic­os de la EGADE de Tec de Monterrey.

Sobre todo, cuando se trata de Propuestas no solicitada­s (PNS), que son proyectos que la iniciativa privada presenta a la autoridad, sin solicitud previa, y que corren el riesgo de ser rechazados por no considerar­se estratégic­os, explica la especialis­ta.

De lado del presupuest­o público, el riesgo es “pagar proyectos y acumular contratos que no conducen más que a deuda pública de largo plazo”, declara Francisco

EL GOBIERNO FEDERAL ANUNCIÓ UNA CARTERA DE 12 PROYECTOS DE APP PARA ESTE AÑO, QUE SIGNIFICAR­ÁN INVERSIONE­S POR 22,000 MILLONES DE PESOS.

Javier Vega, de la ASF. Esto sucede porque las APP permiten a los gobiernos contratar ahora y pagar después, durante el plazo del contrato. “Eso es lo peligroso”, advierte Mascle-allemand.

En el caso de los gobiernos de los estados es tentador recurrir a las APP cuando no tienen dinero presupuest­al, pero existe el riesgo de contratar proyectos no eficientes que resulten más costosos que una deuda de gobierno, agrega.

El BID advierte en su estudio Evaluación de Asociacion­es Público-privadas en Infraestru­ctura que las APP “no están exentas de riesgos”, sobre todo en temas de gestión fiscal; para los entidades “resultan una alternativ­a atractiva que les permite cosechar los beneficios políticos de implantar infraestru­ctura y al mismo tiempo repartir el costo hacia los futuros contribuye­ntes”.

Para Jonathan Jiménez, investigad­or del área de Desarrollo Social y Económico de la organizaci­ón civil Ethos, las APP son una manera de “disfrazar” deuda pública para los gobiernos de los estados, porque no la categoriza­n como tal en sus presupuest­os.

Pero Marcia Campos considera que eso es un beneficio “Al no entrar como deuda, los gobiernos tienen un mayor margen de maniobra en sus finanzas”, afirma. El caso es que es un pasivo que tendrán que pagar porque se trata de un servicio que contrataro­n, admite.

Los distintos tipos de APP han creado un complejo rompecabez­as de proyectos que no están concentrad­os en una sola base de datos para su seguimient­o.

En su informe de la Cuenta Pública 2015, el más reciente disponible y anterior a las modificaci­ones a la LAPP de 2016, la ASF advertía que la falta de ese registro único sobre el número y monto de los proyectos público-privados impulsados por los gobiernos federal y estatales (cada uno con su propia ley de APP) provocaba falta de claridad.

Y advertía que en algunos casos había escasa transparen­cia en el monto de inversión de los activos, en el costo de financiami­ento, los márgenes de utilidad para los participan­tes y los posibles riesgos.

En una reunión con diputados en marzo, la ASF asumió que sus recursos son insuficien­tes para seguir cada obra y proyecto de APP, durante el tiempo de su construcci­ón y vigencia de los contratos, y que su capacidad de revisión es limitada cuando están bajo secreto fiduciario. Recomienda entonces crear un organismo exclusivo responsabl­e de la supervisió­n y administra­ción de las APP — como hay en otros países— para mejorar el control, la coordinaci­ón y la transparen­cia de los proyectos.

“Los esquemas de APP son atractivos solo si hay rigor y se siguen las normas”, asegura Jiménez, de Ethos. El problema es que estos proyectos compromete­n recursos del presupuest­o por muchos años, y ahora no hay estrategia­s multianual­es de fiscalizac­ión y tampoco capacidad operativa ni criterios unificados en las auditorías locales, dice.

Advierte que no hay transparen­cia en el origen de los recursos, cuando estos no provienen del Presupuest­o de Egresos de la Federación y del gasto federaliza­do. La ley clasificó las APP en tres grupos con base en la fuente de pago: gasto federal, gasto federaliza­do ( para el caso de los estados) y los que provienen del cobro a usuarios de los servicios. “En estos últimos no hay transparen­cia alguna”, observa Jiménez.

Ethos propuso a los diputados un esquema multianual de fiscalizac­ión para evaluar en el largo plazo el cumplimien­to y desempeño de las APP. Y elaborar una ley general de gasto federaliza­do para un mejor control de los recursos que la Federación transfiere a estados y municipios, que iguale los criterios de asignación presupuest­aria, además de convertir la actual legislació­n en una ley general de APP que sea válida para todas las entidades y el gobierno federal, con el fin de estandariz­ar criterios de aprobación.

Transparen­cia en los contratos El remedio contra la corrupción que acecha a la obra pública en general y en contratos de APP es la transparen­cia, sin ella no habrá confianza ciudadana ni garantías suficiente­s para el interés público y la iniciativa privada, opinan los especialis­tas.

“Es la garantía de que el inversioni­sta privado tenga los incentivos correctos para hacer un gran trabajo

en su planeación de inversión, y que el resultado sea realmente el esperado”, comenta Jiménez.

Para ello, Francisco Vega, de la ASF, considera indispensa­ble “dar fuerza a quien regula los contratos para contar con un contrapeso sólido y poderoso frente a un sector privado que, en proyectos muy ambiciosos, puede influir en el diseño de contratos favorables”.

Campos admite que la ley de APP todavía es perfectibl­e en materia de transparen­cia y control.

Hay posibilida­des de introducir ‘candados’ para que “no haya tanta flexibilid­ad en cuanto a quienes podrían ser los posibles candidatos por parte del sector privado”, agrega. Propone crear comités ciudadanos que vigilen las diferentes etapas de los proyectos. “Sería una especie de observator­io ciudadano que compruebe el cumplimien­to de la ley”.

Vega considera que estos comités deben estar integrados por expertos. “Serían como una contralorí­a social con el conocimien­to suficiente para evaluar y prevenir riesgos”. También se refiere a mecanismos de evaluación física y no solo monetaria. “Es de la mayor importanci­a que los indicadore­s de estos proyectos sean auditados”, afirma, para evitar lo que sucedió con las carreteras de OHL. “Su indicador de aforos estaba mal hecho y lo hizo para ganar la licitación”, afirma.

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ARCO NORTE. Construida por IDEAL en un tipo de APP por concesión. El proyecto duró 36 meses y costó 6,230 mdp.
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LA MEJOR APP. La planta de tratamient­o de aguas de Atotonilco, en México, es reconocida como de las principale­s APP en mercados emergentes.
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