UN REFLEJO DE L A REALIDAD C
Más de 150 participantes, 23 entidades y 92 mdp, detrás de las obras que buscan hacer de su negocio un bien público.
Convocar a un certamen para reconocer a las mejores obras realizadas en el país no tiene, al menos en este caso, la intención de ser una pasarela de egos, sino de encontrar y mostrar que la construcción tiene forma y fondo, y ahora más que nunca debe responder al mejoramiento de la calidad de vida y de las ciudades que habitamos.
Obra del Año llega a su decimocuarta edición con una convocatoria atendida por más de 150 participantes, quienes inscribieron las que consideraron obras que merecen ser reconocidas por sus aportes, innovaciones y diseño.
Las obras inscritas están en 23 estados del país. Participaron en nueve categorías: Edificación, Equipamiento Urbano, Infraestructura, Interiorismo, Urbanismo, Usos Mixtos, Vivienda Económica y de interés social y Vivienda media residencial unifamiliar y multifamiliar. Interiorismo concentra 50 de las obras inscritasy es reflejo de cómo el diseño interior expande su nicho de acción: corporativos, hotelería, comercios; siempre alentado por la búsqueda de nuevas experiencias.
Le sigue los pasos la participación en Vivienda media y residencial (48), segmento al que desde hace algunos años decidieron apostar los desarrolladores de vivienda.
En términos de inversión, la categoría de Infraestructura sigue en la cima. El monto aproximado de los proyectos de infraestructura inscritos es de más de 42 millones de pesos (mdp); seguido de la inversión en Edificación, con más de 29 mdp. La inversión aproximada de todas las obras inscritas fue de 92 millones de pesos.
En 14 años, Obras es testigo mediante este concurso, de la configuración de nuevas tendencias, el impulso o la desaparición de otras, el boom o la caída de algunos sectores o regiones. Es revelador, por ejemplo, el aumento de la participación que ha tenido Yucatán en este evento y que tiene que ver con el desarrollo que hoy vive esa entidad.
Otro caso es la infraestructura. Si en otras ediciones fue la categoría estelar, no ha sido así en el último bienio; la participación de las obras en ese ramo ha disminuido como un reflejo del entorno: recorte presupuestal, problemas de financiamiento, volatilidad en los mercados, disminución de la confianza del constructor. En esta misma categoría es evidente una mayor participación del capital privado.
En tendencias es evidente la preocupación por incorporar medidas amigables con el medio ambiente en cada una de la obras construidas. Y también la proliferación de los usos mixtos.
Tampoco es menor la preocupación por el entorno urbano. Sin perder la visión de la rentabilidad y el negocio, cada vez más observamos obras preocupadas por generar a su alrededor espacios más habitables: banquetas más amplias, parques, plazas, conexión más abierta con el exterior y, lo que es mejor, céntricas y densificadas. Aquí pues, este reflejo de la industria de la construcción y de su entorno.