Construir contra riesgos
Los daños ocasionados por desastres naturales evidencian la necesidad de volver a la normatividad. Aquí, algunos puntos que deben considerarse en tres ciudades.
Los dos grandes sismos ocurridos en México en septiembre de este año sacaron a flote la vulnerabilidad de una parte de las estructuras construidas. En 2017, los municipios de Monterrey, Guadalupe, Apodaca y Juárez fueron los más afectados por las inundaciones en Nuevo León. Y de enero a septiembre, Jalisco fue una de las entidades con mayor incidencia de incendios forestales, de acuerdo con datos de la Comunidad de Aprendizaje en el Manejo del Fuego (Camafu).
Estos fenómenos no dejarán de ocurrir y el aprendizaje de catástofres pasadas es clave para disminuir los daños en el futuro. La sistematización del conocimiento permite la Gestión Integral de Riesgos (GIR), definida por el Fondo de Desastres Naturales (Fonden) como la planificación, participación, toma de decisiones y políticas de desarrollo sustentable para conocer las causas del riesgo, controlarlo de manera permanente, y fortalecer las capacidades de resiliencia del gobierno y la sociedad.
Jorge Macías, director de Desarrollo Urbano y Accesibilidad de World Resources Institute México, afirma que, antes de hablar de normatividad, hay que conocer las causas de los derrumbes o las afectaciones ocurridas tras un desastre. El objetivo debe ser determinar qué falló en cada caso y, a partir de ahí, actualizar el reglamento con base en lo aprendido.
El problema, advierte José Ávila, catedrático de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México, tiene que ver con verificar que se aplique la normatividad. “Se ha avanzado mucho en cuanto a la investigación y técnica referente a los sismos, y todo eso se ha plasmado de forma razonable en los reglamentos de construcción. La parte que establece los parámetros de diseño, procedimiento y especificaciones de construcción es excelente; si se aplicara, sería suficiente para reducir los riesgos. El problema es que no se aplica”.
Ávila señala que después de vivir una catástrofe es necesario hacer públicas las recomendaciones para el reforzamiento de edificios que señala la normatividad y distinguir lo que es reposición y reconstrucción: “La primera es dejar las cosas tal y como estaban antes, pero si estaban mal desde el punto de vista urbano, arquitectónico o estructural, hacerlas igual es un error, pero a eso apuntan las tendencias. Una verdadera reconstrucción implica repensar la ciudad”.
Prevención y protección
En cuanto a otros fenómenos naturales más frecuentes, como las inundaciones, Macías apunta la necesidad de que los programas de prevención incluyan la protección de una estructura urbana que favorezca suelos más permeables y no afecte los puntos de recarga
de los mantos acuíferos, así como la construcción de infraestructura que aproveche de mejor manera las aguas pluviales.
En lo que respecta a incendios, Ávila advierte que aunque el tema está contemplado en el Reglamento de Construcción de la capital del país, es poco acatado. “Lo ideal es prevenir desde el diseño. Por ejemplo, en las escaleras se requiere que, al contrario de lo que la
mayoría piensa, no estén en las fachadas, porque es donde más rápido se propagan las llamas, sino que sean interiores y compartimentadas (que cada puerta que dé a ellas se pueda cerrar) para evitar que funcionen como un punto de propagación”, refiere.
También “es útil integrar un sistema de ventilación de arriba hacia abajo que evite que el aire caliente ascienda”, agrega.
Los aprendizajes
Ambos especialistas señalan que es necesario traducir los efectos de un evento ambiental extremo en entendimiento y modificación de instituciones y normas, más allá de lo escrito y de lo burocrático, a través de un planteamiento general de reconstrucción que permita la participación de la sociedad y no se quede en un escritorio.
La reconstrucción debe llevarse a cabo en todas las dimensiones. Como apunta Macías: “No solo hay que hacer un recuento de los bienes dañados, debemos darnos cuenta de que han fallado las normas sociales, las leyes y las condiciones en las que se aplican ambas. Los daños únicamente son el síntoma”.
Los reglamentos
La correcta realización de las fases de prevención se apoya en un sistema legislativo conformado por reglamentos, normas y protocolos. En el caso de la Ciudad de México, se basa en el Reglamento de Construcciones para el Distrito Federal vigente, publicado el 29 de enero de 2004.
Para el tema de incendios, fue consultado el Reglamento Orgánico del Municipio de Guadalajara, además de Normas Oficiales Mexicanas.
En cuestión de inundaciones, se tomó en cuenta el Plan de Contingencias de Lluvias y Ciclones Tropicales Temporada 2017 del Gobierno del Estado de Nuevo León.