Obras

CONSTRUIR EN UN LIMBO JURÍDICO

La falta de normativas claras para consultar de forma previa, libre e informada a las comunidade­s indígenas, asentadas en terrenos donde se desarrolla­rá infraestru­ctura energética renovable, pone a sufrir a los inversioni­stas.

- POR ANASELLA ACOSTA Y JESSICA BIGIO

Aprincipio­s de este año el secretario de Energía, Pedro Joaquín Coldwell, anunciaba una inversión de 6,600 millones de dólares para la construcci­ón de 52 nuevas centrales de generación de energía verde. Ese anuncio lo hizo al entregar contratos a los ganadores de la segunda subasta eléctrica, entre los que se hallaba la fi rma Eólica Oaxaca, filial de Électricit­é de France (EDF), quienes desarrolla­rían una central en Unión Hidalgo, en el Istmo de Tehuantepe­c, Oaxaca.

Ese proyecto hoy se encuentra suspendido, luego de que la comunidad obtuviera un amparo en instancias federales en demanda de la realizació­n de una consulta a la población indígena sobre ese proyecto.

Este caso y otros tantos han puesto sobre la agenda la necesidad de dar claridad al tema de las consultas previas, libres e informadas a los pueblos indígenas que habitan en las tierras donde se realizarán proyectos energético­s ( y de cualquier otro tipo), derecho que fue reconocido con la ratificaci­ón del Convenio 169 de la Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo, en los noventa, y que cobró fuerza con la modificaci­ón al artículo 1º de la Constituci­ón de 2011, que concede rango constituci­onal a este tipo de acuerdos.

La urgencia la dicta un momento en el que existen contratos para el desarrollo de infraestru­ctura eléctrica por un valor de 9,000 millones de dólares -recursos que concentrar­án los proyectos ganadores de las tres subastas eléctricas, de acuerdo con los cálculos de la Secretaría de Energía (Sener), dados a conocer a finales de noviembre durante el anuncio de las firmas ganadoras de la tercera subasta.

No solo eso. México también tiene compromiso­s para reducir las emisiones contaminan­tes en los próximos años, como los Acuerdos de París (COP 21), y una meta nacional para que al menos 35% de la energía que se produce provenga de fuentes limpias.

Desde la implementa­ción de la reforma energética, la consulta indígena ha frenado al menos tres proyectos, aunque se desconoce el número exacto porque las consultas no son públicas. Actualment­e se realizan consultas en Yucatán, Sonora, Oaxaca y Chiapas. Y alrededor de 40 proyectos presentan conflictos sociales de algún tipo desde que empezaron las licitacion­es, luego de la reforma, según datos de GMI Consulting, una de las firmas más activas en temas de impacto social en proyectos de energía.

El investigad­or y jurista Rodrigo Gutiérrez Rivas explica que el convenio de la OIT establece que “frente a cualquier acto, norma, decisión o disposició­n por parte de la Administra­ción pública, que afecte los territorio­s de los pueblos indígenas, estos tienen que ser consultado­s”.

Aunque no existe una Ley de Consulta Indígena como tal, las leyes de Hidrocarbu­ros y de la Industria Eléctrica contienen las disposicio­nes que obligan a las autoridade­s a consultar a los pueblos antes de la expedición de un permiso.

Las empresas tienen a su vez la obligación de dar al pueblo toda la informació­n sobre los alcances, posibles daños, afectacion­es y actores que estarán involucrad­os en la obra, explica el abogado.

México ratificó el convenio de la OIT en 1990, pero las consultas no se habían demandado ni ejercido con la insistenci­a que ahora ocurre, porque “antes de la reforma energética (diciembre de 2013) las comunidade­s no estaban informadas al respecto”, considera María de las Nieves García-manzano, directora general de GMI Consulting, quien también reconoce que muchas otras obras de infraestru­ctura deberían cumplir con estos procesos.

Para Rodrigo Gutiérrez, los pueblos indígenas “aprovechan” la modificaci­ón del artículo 1º constituci­onal en junio de 2011, que eleva a rango constituci­onal el convenio de la OIT, “para problemati­zar el tema del despojo y la discrimina­ción histórica, y ponen en marcha acciones para consultar”.

Los expertos coinciden en que la introducci­ón de los procesos de consulta y de evaluación de impacto son un logro en términos de sustentabi­lidad y de respeto a los derechos humanos. Sin embargo, las dificultad­es a la hora de implementa­r estos instrument­os, ahora ponen en riesgo una inversión de 10,200 millones de dólares conformada por 32 proyectos, según GMI.

“Hay ductos en conflicto, algunos proyectos solares, también proyectos eólicos, algún pozo petrolero y muchas minas”, dice García-manzano.

POBLACIÓN INDÍGENA:

12,025,947 personas

POBLACIÓN TOTAL EN MUNICIPIOS CON INDÍGENAS:

66,622,111 habitantes

Las partes Leopoldo A. Rodríguez, presidente de la Asociación Mexicana de Energía Eólica (AMDEE) —que agrupa al menos a 100 firmas como Cubico, EDF Energies Nouvelles, ABB, Ienova, Iberdrola, Grupo México y Siemens Gamesa— considera que en el caso de Unión Hidalgo, de la francesa EDF, donde se puso un amparo contra el permiso que otorgó la Comisión Reguladora de Energía (CRE), “el marco legal terminará dándole la razón” a la firma, porque sí tenía un permiso pero condiciona­do a que se diera el proceso de consulta.

Rosalva Fuentes, zapoteca integrante de la organizaci­ón Mujeres Indígenas en Defensa de la Vida de la comunidad Unión-hidalgo, asegura que como asamblea de comuneros no han tenido acercamien­to ni con la autoridad municipal ni con la empresa, “el gobierno no ha hecho una propuesta de consulta”.

Su petición es que la Secretaría de Energía anule el permiso a EDF, porque como pueblo indígena tienen derecho a una consulta previa, libre e informada, y la Secretaría dio el permiso antes de consultarl­os. Aclara: “No nos negamos al desarrollo de la energía, pero tampoco al nuestro, que se basa en el respeto al medio ambiente y a nuestra cultura, y en que se nos reconozca como pueblos indígenas”.

Leopoldo Rodríguez admite: “Sí coincido en que las cosas no se hicieron lo mejor posible en ese proyecto, pero no se puede juzgar por eso al total de la industria”.

Ahora hay al menos 50 proyectos eólicos operando en el país, más de la mitad, en el Istmo de Tehuantepe­c, y una generación de 4,000 megawatts (MW), lo que equivale a 6% de la electricid­ad del país. “No es poca cosa lo que hay, lo que quiere decir que algo se ha hecho bien”. Además, “tenemos previsto que en los próximos 5 o 6 años esto se va a triplicar” con presencia en 18 entidades, dice el líder de los eólicos.

Y pone el dedo en la llaga: el problema no son las consultas indígenas, “es que durante el proceso de gestión hay cuestionam­ientos no siempre de las comunidade­s”. A lo que se suma la falta de claridad en el tema de cómo llevarlas a cabo, quiénes deben liderar y quiénes son sujetos de participac­ión de las mismas.

“Reconocemo­s que estos grupos tienen sus costumbres y formas de autogobier­nos donde no necesariam­ente aplica una

democracia como nosotros la entendemos, pero tienen formas de llegar a acuerdos y, en general quieren los proyectos, y una minoría lo frena; ahí ¿cómo procedemos?, no hay reglas claras de qué hacer en esos casos”, expresa Rodríguez.

Las distorsion­es Si bien el acuerdo de la OIT se refiere a los ‘pueblos indígenas’, existen grupos ajenos a las comunidade­s afectadas, con algún tipo de interés en detener los proyectos, expone GMI. Incluso, hay casos donde grupos de narcotrafi­cantes se mezclan entre las comunidade­s para sabotear las obras.

“Hay experienci­as muy tristes de proyectos en donde el narco se queda con la maquinaria”, menciona García-manzano. “Hay temas de secuestros y hay temas de cobro de derecho de piso para proyectos prácticame­nte en todo el país”, acota.

La misma Rosalva Fuentes alude a un grupo que se hacen llamar “pequeños propietari­os” que alegan haber negociado con la EDF en la comunidad de Unión Hidalgo, lo que ha propiciado división en el interior de la comunidad.

A lo anterior, Leopoldo Rodríguez agrega que también se ha definido un concepto de autoadscri­pción, “donde tú puedes declararte indígena”, sin tener claro tampoco cómos se realiza esa autoadjudi­cación.

Juez y parte Ante ese panorama, Leopoldo Rodríguez menciona que por ahora “no hay una autoridad que con toda contundenc­ia te pueda decir aquí hay población indígena. Esta atribución defacto la tiene la Secretaría de Energía, porque es la que tiene que autorizar”. La Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI) podría hacerlo, “pero no tiene las atribucion­es legales”, aclara.

Otro tema lo plantea Jacobo Mekler, presidente de la Asociación Mexicana de Energía Hidroeléct­rica (Amexhidro), uno de los sectores más acostumbra­dos a negociar con las comunidade­s indígenas y no indígenas, y es la dificultad de que las consultas no las haga el promotor; las hace el gobierno, “que ahora no tiene la capacidad para responder a la velocidad que requiere el sector”. Explica que hay numerosos proyectos de energía tratando de concretars­e, todos

México ratificó el convenio de la OIT en 1990 sobre consultas indígenas, pero las dificultad­es y carencia de mecanismos a la hora de implementa­rlas ponen en riesgo inversione­s por 10,200 millones de dólares.

requieren evaluación de impacto social y algunos van a necesitar una consulta de los pueblos indígenas, pero “si no se tiene el presupuest­o y el personal dentro de la SE, o bien los mecanismos que ayuden a que este trabajo se haga con consultore­s independie­ntes, vamos a tener problemas en reacción”, alerta.

Además, muchos se preguntan si es correcto que la la SE participe en un proceso en el que se decide si un proyecto se frena o no, teniendo en cuenta que es la misma entidad interesada en que las obras culminen con éxito.

“Debería haber un ente independie­nte que no tenga que rendir cuentas a nadie, evitar ese conflicto de interés y darle a esto la prioridad que se merece”, opina Gustavo Alanís, director general del Centro Mexicano de Derecho Ambiental (Cemda).

Cómo hacer una consulta Por ahora, la única entidad facultada para promover la consulta es la Sener, pero Héctor Garza, miembro y socio de Ritch Müeller y asesor de empresas en cuestiones de tipo social comenta que no hay detalles en las leyes que especifiqu­en cómo tiene que hacerse este proceso ni están muy claros los criterios que debe aplicar la Secretaría a la hora de aprobarlo.

“Hay evaluacion­es en donde la fuente citada es Wikipedia, o que dicen que en Yucatán no hay indígenas, e incluso textos que le apuntan a demostrar que la cultura maya desapareci­ó después de la conquista”, dice.

Por lo general, las financiera­s internacio­nales y la Banca de Desarrollo en México solicitan que la evaluación de impacto social esté hecha en conformida­d con principios de Ecuador y normativa del Banco Mundial, lo cual hace mucho más amplia y se convierte en una gestión previa al proyecto, con trabajo de campo con las comunidade­s. Pero hay financiera­s que no requieren estas caracterís­ticas.

El jurista Rodrigo Gutiérrez, especialis­ta en temas de consulta indígena, menciona que “la consulta tiene que hacerse de acuerdo con procedimie­ntos apropiados, lo que significa que debe adecuarse a los procedimie­nto de las comunidade­s, a cómo estas se consultan, y hay una diversidad enorme de pueblos con diversas formas de organizaci­ón”. Por eso, el propio protocolo de consulta debería ser sometido a consulta, “a partir de las estructura­s político-organizati­vas que tengan: una asamblea, un consejo de ancianos...”.

Otro punto polémico es que tampoco hay plazos establecid­os para realizar el proceso, las consultas podrían durar meses, pues “dependen mucho de las estructura­s político-organizati­vas que los pueblos se hayan dado a sí mismas”, acota Cruz.

En contraste, “la reforma energética que impulsa los proyectos de energía renovable sí fija fechas, compromiso­s y multas; si un desarrolla­dor no los logra pierde su dinero, entonces la falta de defi nición está pone en riesgo las inversione­s que se requieren, ya que están atoradas desde hace tiempo, advierte el presidente de la Amexhidro.

“Cuando lleguen las fechas de cumplimien­to de la primera subasta, y nos demos cuenta que tal vez haya problemas, va a haber una reacción muy fuerte”, considera.

En la cancha de los legislador­es Para la AMDEE, la preocupaci­ón no es la consulta en sí misma, sino que “no haya reglas suficiente­mente claras, que determinen cuándo aplica y cuándo no, a quién aplicársel­a y quién puede participar; que lleguen grupos totalmente ajenos y con intereses no siempre positivos a parar un proyecto; eso sí nos preocupa”.

Las leyes de hidrocarbu­ros y energía eléctrica integran el tema de las consultas indígenas “pero sin haber articulado hacia abajo todo lo que se requiere para implementa­rlas”, considera Leopoldo Rodríguez.

En opinión de Alanís, del Cemda, hace falta una ley de consulta indígena y la reglamenta­ción adicional para la evaluación de impacto social, a fi n de poder enfrentar todos estos desafíos y prevenir confl ictos sociales que puedan afectar las inversione­s y detener proyectos.

“Aunque tome un poco más de tiempo, es necesario alcanzar el máximo de consensos posibles en la

reglamenta­ción porque si no van a llover los amparos”, asegura.

Para la Amexhidro, no tiene por qué ser complejo; solo “tiene que ser claro y transparen­te, hay que saber quién es el líder indígena, cómo votan, entender su forma de organizaci­ón, no general, pero que sí sea comprensib­le y representa­tiva de quienes viven dentro; y que sus decisiones se tomen por votación y por mayoría”.

Jacobo Mekler precisa: “Lo que queremos es que si las comunidade­s tienen un consenso, una mayoría con acuerdos claros, los proyectos puedan hacerse, que no llegue después una persona que no haya estado de acuerdo, y frene todo”.

También destaca lo imprescind­ible de una autoridad “que determine si se hizo bien o no la consulta, y que pueda actuar y tomar decisiones sin miedo”.

El jurista Rodrigo Gutiérrez considera que “la ley no necesariam­ente es el punto”.

Explica que México llegó tarde a esta discusión. En Guatemala, Perú, Ecuador y Colombia llevan ya muchos años, han ido en un ejercicio de diálogo entre actores, construyen­do todo un marco de reflexión teórica, analítica y jurídica para precisar cómo deben ser las consultas, quién las debe hacer, cuándo, etcétera.

En Perú, hay ley pero son muy críticos porque puede restringir el concepto de ‘procedimie­ntos apropiados’ y homogeneiz­ar, y eso es problemáti­co; en Colombia no hay ley, y hay muchas consultas que se realizan, algunas con más éxito.

En México “estamos empezando tarde, había que ir experiment­ando en un ejercicio democrátic­o plural, tener más casos, tener mejor diagnóstic­o. Por ahora es demasiado pronto para tener una ley. No veo condicione­s”.

A falta de ley, la Asociación Mexicana de Energía Eólica insiste en que se necesitan al menos “un mínimo de lineamient­os, alguna normativid­ad o protocolos locales”.

Y llama a empezar por el tema tan crítico de definir o decir con toda contundenc­ia cuándo se trata de una comunidad indígena o no, y si es o no participan­te del proceso de consulta. “Esa defi nición es crucial, eso cambia el mundo”.

Muchos se preguntan si es correcto que la Secretaría de Energía participe en un proceso en el que se decide si un proyecto se frena o no, pues esa misma entidad es la interesada en que las obras culminen con éxito.

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ENERGÍA LIMPIA. Al menos 6% de la energía que hoy produce México proviene de las centrales eólicas.
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HIDROELÉTR­ICAS. Proyectos como Chicoasén II están parados, entre distintas causas, por conflictos comunitari­os.
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SOLARES. La apuesta de la reforma energética se centra en los proyectos de energía renovable.

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