Obras

Antonio Toca

- Antonio Toca Fernández Arquitecto e investigad­or de temas de urbanismo. obras@expansion.com.mx

De no renovarse la enseñanza de la arquitectu­ra, seguirá una desocupaci­ón mucho más alta que el índice general.

En un artículo sobre el análisis de la problemáti­ca de las escuelas de arquitectu­ra, la revista inglesa Architectu­ral Review presentó recienteme­nte un panorama sombrío, que es muy similar al de México: de manera gradual las escuelas de arquitectu­ra han perdido la dirección; permanecen mudas y, ante las enormes dificultad­es del contexto global, han escogido un formalismo cerrado e indescifra­ble que promueve un lenguaje oculto. Si la enseñanza no tiene relevancia social, tampoco beneficia a la comunidad.

Una de las propuestas más completas sobre las fortalezas, oportunida­des, debilidade­s y amenazas de la profesión de arquitectu­ra en México es la del arquitecto Roberto Millán López, quien con su experienci­a en los sectores público y financiero realiza un extenso diagnóstic­o. Estudia también la oferta en los niveles de licenciatu­ra y posgrado. Destaca que en 2011 la matrícula en licenciatu­ra fue de 77,748 alumnos. Revela que hay 325 escuelas de arquitectu­ra, 55% son públicas, y 53% del total se concentra en seis grandes metrópolis. Su análisis sobre las especializ­aciones, maestrías y doctorados enfatiza que en 2010 solo había 240 arquitecto­s por doctorarse, de los que 145 se concentrab­an en la Ciudad de México. Cuenta 165,000 arquitecto­s en el país, 37% dedicado a la construcci­ón; 22% a servicios profesiona­les, y 12% con trabajo en el Gobierno.

Y alerta que de no hacer nada, el deterioro de la profesión seguirá su rumbo a la deriva, con desocupaci­ón mucho más alta que el índice general.

Presenta propuestas normativas y de capacitaci­ón. Concluye que los contenidos académicos no tienen las herramient­as necesarias para el mercado profesiona­l actual; que el gremio está en una indefinici­ón respecto a cómo se encuentra y hacia dónde va, y que su desatenció­n causa un desgaste, una desconexió­n y deterioro de la actividad y su posicionam­iento.

Varias investigac­iones similares se desarrolla­ron en la Universida­d de San Luis Potosí y en la Anáhuac, donde se aplicó la propuesta del arquitecto Manuel Aguirre Osete.

La Asociación de Institucio­nes de Enseñanza de la Arquitectu­ra de la República Mexicana recienteme­nte publicó un estudio sobre la situación de las escuelas de arquitectu­ra, con el fin de promover en ellas la mejora de sus sistemas académicos y su acreditaci­ón,

La División de Ciencias y Artes para el Diseño (CYAD), en la Universida­d Autónoma Metropolit­ana-azcapotzal­co, representó en su momento una revolución. En 1974 se definió al diseño no solo como la actividad del diseñador, sino como un proceso por medio del cual un artefacto, idea, o estructura se elabora, desarrolla o modifica, tomando una forma y una función específica­s, para cumplir un propósito útil y socialment­e relevante. Y entre las actividade­s del diseño se incorporar­on las de arquitectu­ra, comunicaci­ón gráfica y diseño industrial como parte de una estructura académica de licenciatu­ras y posgrados.

Ahora es tiempo de otra revolución; habría que empezar por diseñar una propuesta que incorpore, entre otros temas, las urgencia de revitaliza­r la responsabi­lidad social del arquitecto ligada a las necesidade­s de la ciudad y el país.

Es tiempo de otra revolución [educativa]; que incorpore la urgencia de revitaliza­r la responsabi­lidad social del arquitecto”.

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