Educación, la resistencia al cambio
Como se analizó en el número anterior, la educación en las escuelas de arquitectura debe revisarse. El reporte Boyer es la investigación más importante al respecto.
Se realizó entre 1987 y 1996 con el apoyo de las cinco organizaciones de arquitectos más importantes. En 1994 se integró una encuesta que incluyó a cientos de estudiantes, profesores, directores y arquitectos, y se analizaron 103 programas de las escuelas acreditadas. El reporte examinó los problemas y las posibilidades de las escuelas y presentó una propuesta para desmitificar los propósitos y potencialidades de la educación y la arquitectura. Incluyó recomendaciones: “Una de las grandes prioridades de las escuelas de arquitectura es que la educación de los arquitectos no sólo sirva para hacerlos competentes, sino para que respondan a su compromiso social… nuestro esfuerzo no sólo es criticar la situación actual; lo más importante es identificar una propuesta para el futuro”.
Y propuso siete objetivos esenciales para renovar la educación: 1. Enriquecer las actividades de los arquitectos; 2. Preservar y proteger la diversidad de los programas académicos, promoviendo la ampliación de los posgrados; 3. Fijar criterios nacionales de calidad en la educación, para que las escuelas sean acreditadas y los alumnos tengan un mismo nivel de conocimientos y habilidades; 4. Que el curriculum prepare a los estudiantes para que tengan el conocimiento y habilidades que les permitan integrarse a la práctica profesional real; 5. Que las escuelas promuevan un clima de aprendizaje con una clara visión sobre los propósitos de la enseñanza que facilite la comunicación, el trabajo en equipo y las experiencias; 6. Integrar la enseñanza con la práctica profesional, ofreciendo cursos de educación continua; 7. Recuperar la responsabilidad social del arquitecto, para evitar la separación y aun la indiferencia de muchas escuelas ante las necesidades y problemas de la ciudad y del país.
La propuesta concluyó: “Ya es tiempo de que se desmitifique a la arquitectura, y se eleve su lugar en la conciencia del público y en la vida diaria de las comunidades. Para empezar, las escuelas de arquitectura no pueden permitirse por más tiempo ser ajenas a sus propios entornos… Todas las escuelas de arquitectura deben autoevaluarse como comunidades de aprendizaje” (Building community. Carnegie Foundation, New Jersey, 1996).
En 2000, el director de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Minennesota analizó la crisis de la profesión, la profunda separación de la docencia con la práctica, y la consecuente pérdida del reconocimiento social. Más de media docena de estudios realizados en los pasados 65 años han identificado los mismos problemas que el Reporte Boyer, y en el presente la situación parece igual, o con cambios muy magros, lo que prueba la resistencia de la cultura dominante –en la arquitectura– para aceptar los cambios propuestos (Fisher T. In the scheme of things).
Al parecer aún ahora esa resistencia sintetiza la gravedad del problema de la profesión.
Al parecer, aún ahora esa resistencia -la de la cultura dominante en la arquitectura- sintetiza la gravedad del problema de la profesión”