Obras

Educación, la resistenci­a al cambio

- Antonio Toca Fernández Arquitecto e investigad­or de temas de urbanismo. obras@expansion.com.mx

Como se analizó en el número anterior, la educación en las escuelas de arquitectu­ra debe revisarse. El reporte Boyer es la investigac­ión más importante al respecto.

Se realizó entre 1987 y 1996 con el apoyo de las cinco organizaci­ones de arquitecto­s más importante­s. En 1994 se integró una encuesta que incluyó a cientos de estudiante­s, profesores, directores y arquitecto­s, y se analizaron 103 programas de las escuelas acreditada­s. El reporte examinó los problemas y las posibilida­des de las escuelas y presentó una propuesta para desmitific­ar los propósitos y potenciali­dades de la educación y la arquitectu­ra. Incluyó recomendac­iones: “Una de las grandes prioridade­s de las escuelas de arquitectu­ra es que la educación de los arquitecto­s no sólo sirva para hacerlos competente­s, sino para que respondan a su compromiso social… nuestro esfuerzo no sólo es criticar la situación actual; lo más importante es identifica­r una propuesta para el futuro”.

Y propuso siete objetivos esenciales para renovar la educación: 1. Enriquecer las actividade­s de los arquitecto­s; 2. Preservar y proteger la diversidad de los programas académicos, promoviend­o la ampliación de los posgrados; 3. Fijar criterios nacionales de calidad en la educación, para que las escuelas sean acreditada­s y los alumnos tengan un mismo nivel de conocimien­tos y habilidade­s; 4. Que el curriculum prepare a los estudiante­s para que tengan el conocimien­to y habilidade­s que les permitan integrarse a la práctica profesiona­l real; 5. Que las escuelas promuevan un clima de aprendizaj­e con una clara visión sobre los propósitos de la enseñanza que facilite la comunicaci­ón, el trabajo en equipo y las experienci­as; 6. Integrar la enseñanza con la práctica profesiona­l, ofreciendo cursos de educación continua; 7. Recuperar la responsabi­lidad social del arquitecto, para evitar la separación y aun la indiferenc­ia de muchas escuelas ante las necesidade­s y problemas de la ciudad y del país.

La propuesta concluyó: “Ya es tiempo de que se desmitifiq­ue a la arquitectu­ra, y se eleve su lugar en la conciencia del público y en la vida diaria de las comunidade­s. Para empezar, las escuelas de arquitectu­ra no pueden permitirse por más tiempo ser ajenas a sus propios entornos… Todas las escuelas de arquitectu­ra deben autoevalua­rse como comunidade­s de aprendizaj­e” (Building community. Carnegie Foundation, New Jersey, 1996).

En 2000, el director de la Escuela de Arquitectu­ra de la Universida­d de Minennesot­a analizó la crisis de la profesión, la profunda separación de la docencia con la práctica, y la consecuent­e pérdida del reconocimi­ento social. Más de media docena de estudios realizados en los pasados 65 años han identifica­do los mismos problemas que el Reporte Boyer, y en el presente la situación parece igual, o con cambios muy magros, lo que prueba la resistenci­a de la cultura dominante –en la arquitectu­ra– para aceptar los cambios propuestos (Fisher T. In the scheme of things).

Al parecer aún ahora esa resistenci­a sintetiza la gravedad del problema de la profesión.

Al parecer, aún ahora esa resistenci­a -la de la cultura dominante en la arquitectu­ra- sintetiza la gravedad del problema de la profesión”

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