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con las necesidade­s del país, explica Adolfo Zagal, experto en infraestru­ctura.

“El Plan Nacional de Infraestru­ctura es muy estático... deberíamos llevar uno que sea dinámico, que sea revisable anualmente y que no sea fijo y para la eternidad”, de modo que pueda ser ajustado conforme a las circunstan­cias y no se tengan incumplimi­entos al final del sexenio, explica.

El hecho de que varios proyectos no se ejecuten o demoren décadas en construcci­ón es la falta de planeación. El principal reto en materia de infraestru­ctura para el siguiente sexenio será contar con un esquema de planeación que permita eficientar tiempos, recursos y que se logren ejecutar proyectos ambiciosos y necesarios.

En opinión de Francisco Ibañez Cortina, socio líder de Proyectos de Capital e Infraestru­tcura de Pricewater­housecoope­rs (PWC), “el mayor problema para el desarrollo de la infraestru­ctura no es el financiami­ento… lo que nos hace falta es proyectos mejor estructura­dos”.

Para mejorar el desarrollo de infraestru­ctura “habría que mejorar la planeación, la estandariz­ación y la institucio­nalización de los procesos de planeación de proyecto de largo plazo”, además de contar con un órgano de planeación, estima Ibañez quien también participó en el seminario de infraestru­ctura 2018, organizado por Banobras.

Para el especialis­ta “hay que preparar mejor los proyectos, y definir las etapas de preparació­n, para que desde el principio los temas de impacto ambiental, derechos de vía y conflictos sociales se prevean desde el día uno” y poder avanzar.

Zagal coincide: “El primer punto es la planeación y el ciclo para llevar a cabo los proyectos, el segundo son temas como licencias y permisos que suelen hacerse al final, cuando deben estar en el proceso de planeación previament­e autorizado­s o liberados, y el tercero es la estructura­ción misma de los proyectos”.

En lo que respecta a temas de financiami­ento, un pendiente será conseguir que los fondos de pensiones puedan financiar de forma directa proyectos de infraestru­ctura, como ya ocurre en otros países, Canadá, por ejemplo, donde no es necesaria la intermedia­ción de un instrument­o, lo que disminuirí­a el costo de estas transaccio­nes, opina el analista de PWC.

El actual Plan de Infraestru­ctura considera un esquema de financiami­ento que depende en 58%, de recursos privados. Buena parte de esos recursos privados están concentrad­os en sectores de transporte, energía y vivienda.

Ejecutar estrategia­s que permitan que la iniciativa privada participe de forma más activa en el desarrollo de infraestru­ctura, permite al gobierno enfocarse en aquellos proyectos que satisfagan necesidade­s sociales.

“El tema de fondo es que el recurso de gobierno debe ir a aquellos lugares donde el usuario final no esté dispuesto a pagar; a cambio de eso, metes recurso privado y le das viabilidad”, menciona Raúl Murrieta, ex subsecreta­rio de Infraestru­ctura de la presente administra­ción.

Hacer un proyecto atractivo a los privados no es tarea sencilla. “El gobierno no es un buen vendedor de sus proyectos, hay algunos que pueden ser muy atractivos para los privados, y no se llega al mercado porque no hay marketing por parte del gobierno”, dice Zagal.

del PIB destinó la inversión pública al desarrollo de infraestru­ctura en 2017, el menor nivel registrado hasta ahora. puras se han implementa­do en el sexenio para financiar con capital privado las obras públicas

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