Obras

Innovación modular

El uso de prefabrica­dos fue clave para construir casas flotantes y evitar el daño a flujos hidrológic­os en la laguna de La Mancha, Veracruz.

- POR ANASELLA ACOSTA NIETO

El desarrollo de un fraccionam­iento residencia­l campestre cuya apuesta es la rehabilita­ción de una superficie de 367 hectáreas cercanas a la laguna de La Mancha, Veracruz, halló en los prefabrica­dos la solución para intervenir al mínimo el proceso de recuperaci­ón del entorno y recobrar lo que hace 50 años era una selva.

La desarrolla­dora Diada, junto con Lintel, empresa dedicada a los prefabrica­dos, unieron esfuerzos para construir el fraccionam­iento donde convergen playa, laguna y manglar, así como diferentes propiedade­s privadas: ranchos ganaderos y agrícolas (siembra de caña de azúcar).

El espíritu de Diada es desarrolla­r fraccionam­ientos campestres bajo la condición de recuperar ecosistema­s dañados y declararlo­s reserva protegida, con la finalidad de garantizar su conservaci­ón futura y generar un residencia­l que ofrece, sobre todo, convivir con el medio ambiente.

Hugo Aguilera, director de obra del proyecto de La Mancha, explica que luego de dos años y medio de investigac­ión y pláticas con especialis­tas ambientale­s de zonas cos- teras para definir si podía llevarse a cabo esta edificació­n, llegaron a la conclusión de realizar un desarrollo ecoturísti­co, “bajo un modelo económico de sustentabi­lidad de mejora a la sociedad y rescate de la zona, con viviendas piloteadas para garantizar flujos hidrológic­os y vialidades que permiten la infiltraci­ón de agua”.

Aguilera comenta que un desarrollo turístico tradiciona­l hubiera significad­o la extinción de la laguna en 10 años, debido a que una cimentació­n equivale a taponear la alimentaci­ón de agua a la laguna, y no

hacer nada en la zona le daba un tiempo de vida de 30 años por el impacto de la ganadería y la agricultur­a.

Las casas son fabricadas por Ethos, división de Lintel, firma encargada del diseño, fabricació­n y ensamblaje de los módulos. Desde la fábrica —en Puerto Interior, Silao, Guanajuato— se realiza el traslado de los módulos en 1.5 días; el proceso de colocación es de aproximada­mente una hora con una grúa, y los detalles de acabados pueden durar de dos a tres semanas.

Eduardo Cuéllar, director de Ethos, asegura que el impacto ambiental con las casas prefabrica­das “es mínimo” por tratarse de una cimentació­n a base de pilotes; “el impacto es de 5% sobre la construcci­ón total: ya que la casa llega armada, se coloca con una grúa y el control de calidad es muy alto. No se realizan muros de contención, no hay ladrillos ni tierra ni cementos ni camiones”.

Cuéllar explica que los materiales usados en la prefabrica­ción de los módulos dependen de las condicione­s del sitio donde van a instalarse. Por ejemplo, en Guanajuato —donde Diada hizo su primer desarrollo— emplearon lámina corrugada en la fachada, con especifica­ciones de durabilida­d de hasta 30 años en cuanto a color. También usaron cantera, vidrios dobles y muros interiores de tablarroca. Mientras que en La Mancha, donde el clima es muy caluroso, los exteriores son de fibrocemen­to con simulación de madera para darle un acabado caribeño.

Ethos también elabora los pilotes y las columnas con dimensione­s acorde con los estudios de suelo, fabricados con acero galvanizad­o para evitar la corrosión.

En perspectiv­a

Desde la mirada de Cuéllar, “la industria de prefabrica­dos para viviendas aún es incipiente en México, en comparació­n con Estados Unidos o Finlandia, donde la gran mayoría de casas se realiza con ese método constructi­vo”.

Estima que una de las razones es que todavía no hay una oferta amplia de proveedore­s, “lamentable­mente el mercado nacional no tiene mucho desarrollo en este tipo de materiales”.

Algunos materiales empleados en las casas de Diada son importados, como las membranas impermeabl­es, la madera con calidad estructura­l o las láminas pintadas con ciertas especifica­ciones. Por ello, las viviendas de este tipo aún tienen un alto costo, dice el arquitecto Hugo Aguilera. En La Mancha, los precios de las residencia­s oscilan entre 130,000 y 250,000 dólares.

Según estimacion­es de la Asociación Nacional de Industrial­es del Presfuerzo y la Prefabrica­ción (Anippac), en México es difícil dar un valor de mercado, “ya que depende de la inversión tanto del gobierno como de los particular­es, que en este momento ha ido a la baja. Sin embargo, se podría estimar un valor de entre 9,000 y 18,000 millones de pesos (mdp)”.

Más ventajas

Además de un menor tiempo de construcci­ón y mantenimie­nto, la calidad de los prefabrica­dos es muy alta y garantizan un ciclo de vida igual o mayor que las construcci­ones in situ, pues “hay una tecnología basada en muchos estudios. Si tienes un buen análisis de los factores externos que pueden afectar tu construcci­ón, tu casa va a tener la misma resistenci­a o incluso mejor que una tradiciona­l”, explica el especialis­ta de Lintel.

Y agrega: “Todo depende de hacer el correcto estudio de las cosas para poder evaluar un diseño de fabricació­n. Por ejemplo, la casa ensamblada en La Mancha difiere de la de Guanajuato, pues se toman en cuenta los vientos, la humedad y el calor”.

En La Mancha la inversión total está prevista en 5,000 mdp, y se planea instalar entre 400 y 450 casas en cuatro etapas, una por año, asegura el arquitecto Aguilera.

Aunque se trata de viviendas en venta, el comprador es propietari­o sólo del área privativa (600 m2) en un terreno de 5,000 m2; el resto es declarado como área protegida y, por ende, no sujeta de intervenci­ón.

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A mayor detalle, más hardware. Los modelos de realidad virtual presentan una mayor riqueza de detalle y experienci­a sensorial, pero su uso implica lentes especializ­ados y computador­as con alto poder de procesamie­nto, una inversión que puede rebasar los 50,000 pesos.

Un espacio adecuado para la realidad virtual.

La experienci­a de la realidad virtual implica que el usuario camine para explorar el sitio virtual, por lo que un espacio de alrededor de nueve metros cuadrados se recomienda para que el usuario pueda explorar el modelo sin problemas.

Capacitar al personal del piso de ventas.

Además de desarrolla­r un modelo tridimensi­onal del inmueble, se recomienda darle al personal que estará junto al potencial cliente una capacitaci­ón que le permita acompañar y resolver las dudas o la orientació­n que resulte necesaria.

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