EL CAMINO DE LA TRANSICIÓN
La expectativa en torno de la administración que viene es grande, pero el camino sólo es uno: apostar por el desarrollo inteligente de la infraestructura en el país.
La caída en la eficiencia del gasto público es una de las causas que obstaculizan el despunte de la competitividad de México, según el Foro Económico Mundial (FEM), organismo que elabora el Índice de Competitividad, donde el país ocupa el sitio 51 entre 137 naciones analizadas, posición de la que no logró moverse en los últimos dos años a pesar de las reformas implementadas.
¿La razón? La gestión que termina aplicó diversos recortes al gasto que impactaron en la inversión física –financiamiento de obras de infraestructura—, que cayó desde 4.7% como proporción del PIB en 2014, a 2.7% a la fecha.
La infraestructura es el segundo pilar —después de las instituciones— que impulsa la productividad de un país, basada en el crecimiento que debe permitir niveles de ingresos más altos y bienestar, de acuer- do con el FEM. Esto impone grandes desafíos al presidente electo Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien a partir del 1 de diciembre asumirá la Presidencia de México.
Las prioridades en materia de infraestructura son impulsar el gasto, pero sobre todo hacerlo de forma eficiente. Si AMLO se mantiene firme con sus propuestas de campaña, estaría en puerta la reasignación de 412,716 millones de pesos para “usos más productivos y eficientes”, que se obtendrán de ingresos extraordinarios por más de 400,000 mdp por el combate a la corrupción y el plan de austeridad, de acuerdo con su Plan de Desarrollo 20182024.
“Parte de los recursos fiscales que se espera liberar en un plazo de cuatro años (equivalentes a 4.1% del PIB) serán reasignados a financiar proyectos de infraestructura con impacto regional”, se establece en su Proyecto Alternativo de Nación 2018-2024.
LA ESTRATEGIA QUE VIENE
A partir de 2013 la obra pública en el país comenzó a registrar caídas, la más significativa de 4.7% ese mismo año. En el sexenio previo había registrado una tasa de crecimiento de hasta 20% (2008).
De ahí, se comprende que la industria de la construcción haya sido sostenida en los últimos años por las obras privadas (edificación) y que la competitividad de México haya permanecido inamovible.
La expectativa del cambio de gobierno es grande frente a la situación actual, que mantiene en niveles negativos el desarrollo de la obra pública. Las empresas del ramo se han apresurado a mostrar su respaldo al presidente electo a través de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción (CMIC), “para contribuir con todas y cada una de las estrategias que se viertan”.
Una cosa es cierta. Ahora las compañías tienen claro que es estratégico que sus contratos provengan de diversos sectores; apostar sólo por uno, como en su momento fue la obra pública, equivale a depender de un tercero para subsistir.
Aquí el listado de las 100 firmas de la construcción que en el último año lograron vencer los obstáculos y obtener los mejores desempeños.
La expectativa en torno del porvenir crece con el nuevo rumbo que toma la administración del país, pero el camino sólo es uno, no hay más: apostar por ser competitivos y, por ende, por el desarrollo inteligente de la infraestructura en México.