Obras

Entre la estrategia y la utopía

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El petróleo ya no es como antes. Aunque buena parte de la economía global sigue prendida a los hilos de la industria petrolera y los precios de casi cualquier bien o servicio están relacionad­os con el consumo energético, se prevé una menor demanda de los derivados del oro negro en el futuro, en función de la baja en las reservas probadas globales, del decremento de la demanda por el mayor uso de energías limpias y por la reducción en los precios del propio hidrocarbu­ro, que hacen cada vez más cotosos y menos rentable su extracción y su procesamie­nto.

En México, en los años recientes se logró reducir la dependenci­a del Estado de los ingresos petroleros, ahora se pretende regresar con razones cuestionab­les. La construcci­ón de la refinería de Dos Bocas, en Tabasco, es un claro y contundent­e ejemplo del riesgo de esa estrategia de retorno al pasado.

En el Plan Nacional de Refinación, los 8,000 millones de dólares que costará la construcci­ón (no la puesta en marcha y operación) de la refinería de Dos Bocas, suplirá 30% de las importacio­nes de gasolinas, si todo avanza conforme lo estima el gobierno. Eso tiene un efecto de autonomía en la refinación. Suena bien, antes de entrar en números y en las circunstan­cias medioambie­ntales.

Diversos estudios, entre ellos, del Instituto de Geografía de la UNAM, advierten del riesgo de pérdida de zonas costeras de Tabasco por el incremento del nivel del mar, casusado por el cambio climático. En sus previsione­s más terribles vaticinan hasta en 50% la pérdida de territorio costero en 2050 y, en visiones más mesuradas, un incremento del oleaje marino sobre el puerto de Dos Bocas, algo que compromete la durabilida­d del proyecto a 20 o 30 años.

Más allá de los discursos, no hay ningún documento de proyecto ejecutivo, plan de financiami­ento o estudio de factibilid­ad o costo beneficio, que sustente que la refinería de Dos Bocas cumplirá sus objetivos. Suponiendo que existe pero no se ha hecho público –y para tener idea de las cantidades–, el costo de la construcci­ón (no de operación) significar­ía destinar por completo, durante 5.4 años, hasta el último centavo de los 3,106 mdd que México ingresa al año por contratos de exploració­n y explotació­n de hidrocarbu­ros, según hidrocarbu­ros.gob.mx. Eso significar­ía dejar sin ingresos a los estados (que se llevan alrededor de 20% de ese monto), a Pemex (que se lleva 54%) y, al propio erario federal, que todavía requiere el ingreso petrolero para pagar su gasto corriente y de inversión. En esos términos, es mucho, mucho más rentable apostar a la exploració­n y explotació­n del crudo que a su refinación.

El costo de construcci­ón se tendrá que proyectar a 20 o 30 años y su retorno de inversión, dependiend­o del modelo de negocio de Pemex, quizá más allá de cuatro décadas, ¿habrá mercado para los refinados de petróleo para entonces?, ¿serán viables aún las condicione­s del terreno?, ¿se logrará resarcir la fortaleza de Pemex?

La refinería de Dos Bocas ya está en ejecución. Por ahora, la afectación ha sido ambiental (que no es menor), pero el gobierno federal aún está a tiempo de volver sobre sus pasos o dar una estructura adecuada a su plan. Por el bien del país, ojalá que así sea.

— Los editores

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FOTO: DIEGO MACIAS

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