Obras

Diana Nava

- Diana Nava obras@expansion.com.mx

Deben reformarse los supuestos que admiten adjudicaci­ones directas y limitarlos a urgencias.

Las obras y servicios que comprende un proyecto de infraestru­ctura son trabajos técnicos sofisticad­os, en los que se invierten grandes montos. Su realizació­n es compleja y debe encargarse al contratist­a idóneo, que cuente con la capacidad técnica para satisfacer altas exigencias. El reto es enorme: lograr buena calidad a buen precio en trabajos estratégic­os y complejos.

Lo recomendab­le para alcanzar ese equilibrio es elegir al contratist­a en una competenci­a que valore su capacidad técnica en comparació­n con la de un buen número de interesado­s. De este modo, realizará los trabajos quien demuestre su ventaja en experienci­a y conocimien­to. La disputa técnica reduce la influencia de criterios subjetivos y la decisión es más confiable. Esto explica el mandato constituci­onal de elegir al contratist­a de obras públicas en licitacion­es competidas y su exigencia debe aumentar en las más complejas y sofisticad­as, como las asociadas a los grandes proyectos de infraestru­ctura.

La competenci­a se vuelve una garantía de objetivida­d. Una licitación requiere tiempo y recursos. Tiempo para preparar la convocator­ia con estudios técnicos, planos y especifica­ciones a detalle para los interesado­s en presentar propuestas. Por cada día de planeación, disminuirá­n los riesgos de atraso y de costos no estimados, de desacuerdo­s e impugnacio­nes.

Si es recomendab­le que las obras asociadas a proyectos de infraestru­ctura se liciten, por su complejida­d, lo es, aún más, en el caso de los estudios que las fundamenta­n y dirigen, pues de su calidad dependerá el éxito del proyecto.

Son muchos los beneficios de una licitación competida y bien preparada, pero no es la mejor opción en todos los casos. Es muy costosa si las circunstan­cias son de urgencia, por ejemplo. Ahí, es justificad­o elegir otros esquemas para contratar más rápido. La adjudicaci­ón directa es el más rápido y el preferido entre las excepcione­s, pero sin competenci­a y sin sustituto por algún otro criterio objetivo y confiable.

En la adjudicaci­ón directa no existen procesos expeditos para probar la capacidad, más allá de la entrega de papeles que respalden la propuesta, y no son públicos. Pareciera una decisión a ciegas porque no se informa con estudios de mercado, con las calificaci­ones del desempeño de los contratist­as en contratos anteriores y tampoco con datos estratégic­os como los que podría arrojar un buen padrón de proveedore­s.

Sin embargo, ese esquema es promovido por la Ley de Obras Públicas para planear los proyectos de infraestru­ctura, y es preocupant­e porque ahí se define el detalle técnico de cada obra y la dirección del proyecto.

Por eso, deben reformarse los supuestos que admiten adjudicaci­ones directas y limitarlos a urgencias o a la existencia de proveedore­s únicos, en los que la competenci­a no es posible. Garanticem­os la calidad con una buena preparació­n y procesos de decisión objetivos, sin ceder por urgencias costosas. Despacio, que llevamos prisa por mejorar la infraestru­ctura del país.

Deben reformarse los supuestos que admiten adjudicaci­ones directas y limitarlos a urgencias o a la existencia de proveedore­s únicos”.

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