Pásala!

TRISTE DESPEDIDA DE BRANDON

El único niño fallecido en el desplome del Metro ya descansa en paz; su madre no deja de llorarle

- Ma. Eugenia Martínez

Pedro Hernández

PAPÁ DE GIOVANNI

Mi hijo era tragoncito. Le gustaban mucho mis tacos. A eso me dedico. Me decía que quería ser cocinero"

Al fondo de una calle sin pavimentar en la colonia San Miguel Zapotitla, alcaldía

Tláhuac, ayer dieron el último adiós al pequeño de 12 años Brandon Giovanni, que estudiaba el segundo de secundaria y murió en el fatal accidente del Metro.

Un moño blanco arriba del zaguán morado anunciaba el luto por la pérdida del niño, a quien sus familiares recuerdan como bailarín, cariñoso y hogareño.

Le gustaba el futbol

En el patio estaba colocado el ataúd blanco; sobre este reposaba la foto de graduación de primaria del pequeño, quien gustaba del rap y el futbol.

“Lo que más voy a extrañar es bailar con él. Era muy de su casa y su familia. Pocos como mi niño. Siento coraje por todo esto. Merecen que los quemen con leña verde porque se llevan parte de mi vida”, dijo la señora Aurora, bisabuela de Brandon Giovanni, frente al ataúd.

Las tías del menor lo recuerdan como un chico sonriente, juguetón, educado y muy estudioso.

“Iba en segundo de secundaria; era mi primo. Él era una persona muy importante en mi vida y no tengo palabras. Jugábamos siempre en mi casa y no sé qué va a ser de mí”, dijo Brandon, de 13 años, quien rompió en llanto.

"¡No me dejes, mi amor!"

“Mi hijo era tragoncito. Le gustaban mucho mis tacos. A eso me dedico. Me decía que quería ser cocinero cada fin de semana que estaba conmigo. Me enteré de lo que pasaba en el puesto; me hablaron para avisarme, y un señor a quien no conozco y quiero agradecer me llevó en su moto por los hospitales para ver si encontraba a mi hijo. Sólo me dijo: 'Escuché lo que pasó y no se preocupe: yo lo llevo', y nos fuimos”, explicó su papá, Pedro Hernández.

En el lugar se ofició una misa de cuerpo presente, y cerca de las 2 de la tarde, en privado, la familia dio el último adiós en su casa. De pronto una voz se escuchó: “Despídanse que ya llegó la carroza y nos vamos al panteón”.

“¡No, mi niño! ¡No te vayas! ¡No me dejes, mi amor!”, gritó Marisol mientras, acompañada de su otro hijo, abrazaba el féretro.

Las porras, los aplausos, el confeti y un grito de "¡Justicia!” acompañaro­n hasta la carroza fúnebre al ataúd blanco y partieron al panteón de San Lorenzo Tezonco.

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Amor de madre. Doña Mari no se quería separar del féretro.

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