Periódico AM (León)

››‘Lo siente mi corazón’

- Vania Jaramillo Sánchez Enviada / Ciudad de México

Tiene la mirada puesta en lo que hace unos días aún era un edificio, donde su hijo José Emmanuel se dedicaba a la responsabi­lidad social y planeaba una nueva empresa. Pero no es una mirada perdida, es una con mucha esperanza y tranquilid­ad.

“Cuando supimos del temblor quise comunicarm­e con él y lo que me dijo Esaú es que avisaron que la red se había caído, así que supuse que era eso, pero ya después era muy raro. Desde que se vino a vivir para acá siempre me avisaba si estaba bien”, recordó Rocío Gutiérrez y se queda callada por unos minutos.

Es la primera noche que pasa frente al edificio de Álvaro Obregón 286; hay medios internacio­nales por doquier, mucha gente regala comida, acaba de llover a chorros con granizo pero nada la separa de la banqueta y el barandal, a apenas 50 metros de la construcci­ón colapsada, donde está su hijo bajo los escombros.

Llegan amigas de “Chuy” y le ofrecen comida, abrigo, casa, porque él es muy buen amigo y porque si la situación fuera contraria, aseguran, lo mismo hubiera hecho él.

“Sí me contó de ti”, le dice Rocío a una amiga de su hijo.

“Por eso siento que te conozco”, y la muchacha sólo responde: “Es como mi hermano”.

Rocío sabe que cualquier cosa puede salir mal, habla sin tapujos sobre su hijo encerrado en el escombro quizá sin acceso a agua, o quizá debajo de alguna pesada losa de cemento.

Pero dice tener una esperanza y algo que su corazón le dice y es: “Está bien, yo sé que él estará bien; no sé, yo lo siento, luego dicen que uno siente y pues yo sé que a lo mejor no está en las mejores condicione­s pero tampoco en las peores”, narra.

Todos la procuran, pero la realidad es que es la más fuerte, no tambalea ni cambia de un pie a otro porque, eso sí, el suelo tras estar de pie durante horas cobra caro en la espalda, en los dedos, en cada articulaci­ón. Pero ella no siente el cansancio.

Si hay informes es la primera en atender, si les hablan es la primera que acude, dice no imaginarse estar viviendo esto, pero ya que lo vive sabe que todo estará bien.

Da entrevista­s a medios nacionales e internacio­nales, siempre acompañada de su esposo o de su hijo, y siempre regresa la mirada a las ruinas del edificio.

Aunque sean las tres de la madrugada el sueño ni se le nota, se pregunta más bien por qué no siguen en las labores de rescate, por qué hace falta luz. Tampoco reza, al menos no en voz alta.

Antes de enterarse que su hijo había fallecido, Rocío comía porque ni el apetito perdió, siempre estuvo fuerte y con una esperanza inquebrant­able.

De pronto, sólo desapareci­ó de la zona de acampar junto con su esposo y su hijo; dejó la Ciudad de México, pero no lo hizo sola... se llevó a José Emmanuel a casa.

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Socorrista­s brindaban informació­n cada hora sobre las labores de rescate.

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