Gran poder de un pueblo ya harto
¿El caparazón de nuestros políticos está al nivel de sus ambiciones? Prueba de fuego ante el drama.
Nadie tiene, ni aquí o en otra parte del mundo, cálculo siquiera aproximado de lo que se pierde en una catástrofe, llámese como se llame. Sea un terremoto, tsunami o huracán, quien salva la vida hace de cuenta que volvió a nacer y a partir de allí a comenzar de nuevo; empero vale la pena anotar que frente a una desgracia de la magnitud que sea, la solidaridad es actitud vital, o sea, una especie de palanca para revivir ánimos emocionales y acciones en el nuevo caminar.
Por eso da grima, vergüenza saber que los partidos políticos que padecemos en México, no se ponen todavía de acuerdo respecto a la fórmula para recortarse un porcentaje económico que pudiera ir al fondo de reconstrucción nacional.
Aunque pareciera que el viernes por la noche, ante la presión ciudadana en redes sociales, ya aflojaron algunos dirigentes de estos organismos a grado que PRD, PAN y MC propusieron el 100% de las percepciones, para el objetivo señalado. ¿Sensibilidad o estrategia? Lo que sea; está bien, considerando que se refieren a los dineros con vistas a campañas pues sería suicida, para ellos, desmontar toda la burocracia que alimentan permanentemente.
Refresquemos, a propósito de los fondos públicos, la memoria: El año pasado, por época de Navidad, sin tanta tramitología, a cada uno de los 500 diputados federales, se les obsequió aparte de sus percepciones normales, una cantidad cifrada en 150 mil pesos para que, se entendió, hicieran una obra benéfica, o sea que les pusieron el hábito de hermanitos (tas) de la caridad.
¿Saben ustedes lectores, cuántos padres conscriptos dieron cuentas? ¡Dos! El resto se enchalecó el dinero a poco pensando en una tamaliza (estilo Sheffield) para su próxima campaña. Es oportuno recordar que en una legislatura senatorial, de pronto en la cuenta bancaria de esos personajes aparecieron 400 mil pesos que les mandó “papá gobierno” por su excelente comportamiento. Hubo quien dijera que no le llegó esa feriecilla; otros aseguraron que la regresarían. ¿De mentiritas?
Y para que se vea que en Guanajuato no se cantan mal las rancheras, en una legislatura diputados y diputadas estrenaron un carro último modelo. ¡No podían haber adquirido autos pasaditos! Si se va a gastar, que sea de a deveras, seguro pensaron nuestros curulecos y curulecas. Claro que algún sector del pueblo criticó y para paliar la embestida, se aseguró que mes a mes, les haría el descuento correspondiente, lo que no ocurrió, con el agravante que al terminar esa legislatura... “borrón y cuenta nueva”.
Ya no aburro a los lectores recordándoles que curulecos y senectos gestionan recursos de donde “ordeñan” los ya famosos moches, que algunos dicen que no existen pero como lo panzón que no se oculta, se ven infladitas las carteras.
Es interesante recordar que esta democracia que soportamos nos cuesta, al pueblo de México, algo así como 130 mil millones de pesos. ¡Hagan el señalado favor de advertir que es la más cara del mundo!
A los partidos debiéramos amenazarlos, para lograr otros objetivos, con no ir a las urnas o ponerle tache a toda la boleta como protesta por sus truculencias hacia el pueblo. Se podrá decir que con ese actuar cívico-político ganaría el peor. Es cierto, empero no olvidemos que con Fox y Felipillo en Los Pinos no nos fue tan bien.
Los políticos no entienden la realidad, pero ustedes y yo, que estamos a ras de piso, nos imaginamos lo que pierden nuestros damnificados: puede ser la vida y si quedan para contarlo, todo se fue a los recuerdos: ropa, alhajas, dinerito si lo tenían, vivienda, al caerse como por magia.Natura no perdonó y allí están, en los escombros, muebles, juguetes, libros, retratos, platos, cucharas, todo eso y mucho más para recordar.
El desgaste moral, social y psicológico, en esos casos, no tiene dimensión. Lo digo así porque la experiencia no nos fue ajena a mi familia y a mí en el 85.
Peor cuando llegamos aquí y una arcaica (en criterio) burócrata del Instituto Leonés, nos dio un portazo en el rostro. Nos había asegurado el Gobierno Federal, por declaraciones de la SEP, que los planteles franquearían la entrada. Confiábamos más cuando uno de mis hermanos, quien nos llevó, había sido fraile y profesor en esa ahora universidad. Para nuestra ventura nos acogieron al 100 otras instituciones.
¿Entenderán algún día los políticos, partidos y gente egocéntrica que son, ellos, parte del México, que hoy está herido por la naturaleza?