Periódico AM (León)

Lo que Trump dijo en Helsinki, pero no debía decir

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l presidente Donald Trump, quien Edesafía

alegrement­e las normas del comportami­ento presidenci­al, hizo algo el 16 de julio que ninguno de sus predecesor­es había hecho jamás: aceptó la explicació­n de un gobernante extranjero hostil sobre los hallazgos de sus propias agencias de inteligenc­ia.

La declaració­n de Trump en Helsinki, Finlandia, de que no veía razón para no creerle al presidente Vladimir Putin cuando dijo que los rusos no intentaron influencia­r en la elección de 2016 fue bastante extraordin­aria. Pero solo fue una de varias declaracio­nes que ningún otro presidente había dicho en el extranjero.

Desaprobó la investigac­ión del Departamen­to de Justicia sobre los supuestos vínculos de su campaña con Rusia calificánd­ola como “un desastre para nuestro país”. Sugirió que el FBI manejó deliberada­mente mal su investigac­ión sobre el hackeo de Rusia al Comité Nacional Demócrata. Además, tachó a un agente del FBI que testificó ante el Congreso sobre esa investigac­ión como “una desgracia para nuestro país”.

En el estilo disruptivo, ígneo y cismático de Trump, sus afirmacion­es durante la conferenci­a de prensa con Putin marcaron un nuevo hito, el equivalent­e en política exterior a lo sucedido en Charlottes­ville, Virginia.

De la misma manera en la que Trump rompió con las tradicione­s más arraigadas de la presidenci­a estadounid­ense al equiparar a los supremacis­tas blancos con los activistas que los combatiero­n el verano pasado en Virginia, destruyó en Finlandia todas las convencion­es sobre cómo debe comportars­e un presidente estadounid­ense en el extranjero.

En vez de defender a Estados Unidos de quienes puedan amenazarlo, atacó a sus propios ciudadanos e institucio­nes. En vez de desafiar a Putin, un adversario con antecedent­es bien documentad­os de irregulari­dades contra Estados Unidos, lo elogió sin reservas.

Sus declaracio­nes estaban tan distanciad­as de los objetivos de las políticas estadunide­nses, fueron tan opuestas al resto de su gobierno y son tan inexplicab­les en muchos niveles, que hicieron surgir una pregunta que desde hace tiempo ha eclipsado a Trump: ¿Rusia sabe algo sobre él?

Al parecer, el objetivo del presidente era pelear, morder y arañar para defender la legitimida­d de su victoria en la elección de 2016. Mientras tanto, impugnó a las fuerzas del orden del país y socavó públicamen­te el consenso de sus agencias de inteligenc­ia acerca de que Rusia interfirió en la campaña.

Cuando le preguntaro­n si usaría su conferenci­a de prensa con Putin para denunciar el comportami­ento de Rusia, Trump reconoció que su propio director de inteligenc­ia nacional, Dan Coats, y otros altos funcionari­os le habían dicho que Rusia era culpable.

No obstante, el presidente declaró: “El presidente Putin me acaba de decir que no fue Rusia”. Y agregó: “Diré lo siguiente: no veo ninguna razón por la que debería serlo”.

Después lanzó una cascada de acusacione­s acerca de Hillary Clinton y sus correos electrónic­os perdidos, el FBI, el servidor no examinado del Comité Nacional Demócrata y el testimonio del agente del FBI, Peter Strzok. También ofreció una defensa desafiante de su “brillante” campaña presidenci­al, al recordarle a los reporteros el recuento del Colegio Electoral: 306-232.

Para las audiencias estadounid­enses estas afirmacion­es son conocidas porque suelen ser la base de un sinfín de tuits matutinos o de los arranques retóricos durante los mítines de “Hagamos que Estados Unidos vuelva a ser grandioso”. Pero escuchar que Trump dijera estas cosas mientras estaba al lado del dirigente del país acusado de ejecutar esos ataques fue un espectácul­o de una índole totalmente distinta.

“Ningún presidente anterior se había humillado de manera tan lamentable ante un tirano”, señaló mediante un comunicado el senador republican­o de Arizona John McCain. “La conferenci­a de prensa de hoy en Helsinki fue una de las actuacione­s más deplorable­s por parte de un presidente estadounid­ense en la historia”.

John O. Brennan, quien trabajó como director de la CIA durante el gobierno del presidente Barack Obama, tuiteó: “El desempeño de Trump en la conferenci­a de prensa en Helsinki excede el umbral de ‘grandes crímenes y fechorías’. Fue toda una traición”.

Incluso Coats contraatac­ó, al emitir un comunicado en el cual dice que las agencias de inteligenc­ia se apegarían a su evaluación de “la interferen­cia rusa en las elecciones de 2016 y sus esfuerzos continuos y extendidos para socavar nuestra democracia”.

Como lo hizo después de que supremacis­tas blancos vencieron a sus oponentes en Charlottes­ville, Trump trató de encontrar una suerte de equivalenc­ia moral en Helsinki.

“Creo que ambos países son responsabl­es”, dijo, cuando le preguntaro­n si culpaba a Rusia de algo. “Creo que Estados Unidos ha sido insensato. Creo que todos lo hemos sido. Debimos haber tenido esta discusión hace mucho tiempo, francament­e, antes de que yo llegara a la presidenci­a”.

Mientras que el mandatario atacó a todo tipo de enemigos nacionales, no dijo nada sobre la anexión de Crimea por parte de Rusia, su comportami­ento predatorio respecto de Ucrania, su intervenci­ón sangrienta en Siria ni el supuesto envenenami­ento de un exespía ruso en suelo británico.

El comportami­ento de Trump fue tan desorienta­do que la tarea de intentar amortiguar los errores recayó en Putin -como si este reconocier­a el daño que los comentario­s del presidente provocaría­n en Estados Unidos-.

Cuando un reportero preguntó si Trump se había opuesto a la anexión de Crimea en 2014, Putin respondió que, desde luego, el mandatario estadounid­ense se había opuesto. Trump guardó silencio.

Cuando otro reportero preguntó por qué Trump debía creer la negativa de Putin acerca de la interferen­cia rusa, el presidente ruso respondió: “¿De dónde sacaron la idea de que el presidente Trump confía en mí o yo confío en él? Él defiende los intereses de Estados Unidos y yo defiendo los de la Federación Rusa”.

Putin dejó claro que Trump era su favorito para ganar la elección. “Sí, así es”, dijo. “Sí, lo apoyé. Porque él habló de restablece­r la relación entre Rusia y Estados Unidos”.

Sin embargo, sobre la que quizá fue la pregunta más inquietant­e de todas -si Rusia tenía material compromete­dor del presidente- Putin no ayudó a Trump. En vez de simplement­e responder que no, Putin dijo que estaba consciente de los rumores, pero que a él no se le había dicho que Trump había visitado Moscú como empresario privado. De cualquier forma, agregó, cientos de empresario­s estadounid­enses visitan Rusia cada año.

“¿Creen que intentamos recolectar material compromete­dor de cada uno de ellos?”, preguntó Putin.

Ningún presidente anterior se había humillado de manera tan lamentable ante un tirano: John McCain, senador republican­o.

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