Corredor Industrial

Votan en medio de una crisis social y política

- Daniel Lozano Agencia Reforma Caracas

La gente busca comida en bolsas de basura cerca de una pared pintada con aerosol en apoyo de Henri Falcón, un candidato presidenci­al de la oposición, en Caracas

Venezuela vivirá hoy las elecciones presidenci­ales más extrañas y atípicas de su historia, desconocid­as por buena parte de la comunidad internacio­nal en medio de la mayor crisis social, económica y política del último siglo en América Latina.

El opositor El Frente Amplio Venezuela Libre, conformado por la Unidad, la Iglesia Católica, disidentes chavistas, el Movimiento Estudianti­l y organizaci­ones sociales y civiles, ha invitado a la población a no asistir a lo que calificó como la farsa organizada por la dictadura.

“El resultado está totalmente cantado. Hay una estafa en Venezuela que tiene el único objetivo de decirle al mundo que sin votos (Nicolás) Maduro sigue siendo Presidente de la República”, resumió su dirigente Juan Pablo Guanipa.

Una campaña electoral que se ha vivido sin pena ni gloria, aplastada por la realidad de un país que posee las mayores reservas de petróleo del planeta, pero que va a la deriva y que tiene hambre.

El mismo país donde el 60 por ciento de la gente perdió una media de 11 kilogramos durante 2017, pulverizad­os sus bolsillos por la hiperinfla­ción (los precios han subido más del 13 mil por ciento en el último año) y angustiado­s por la escasez de alimentos y medicinas.

Con la comida como leitmotiv electoral, la revolución regaló en campaña millones de bonos y miles de panes como si fueran limosnas; el evangélico Javier Bertucci cocinó sopas en calderos gigantes y el disidente opositor Henri Falcón repartió billetes falsos de 100 dólares para promociona­r su idea de dolarizar el país, como si fueran cromos del Monopoly.

La gran paradoja es que los mítines no han podido opacar la mayor concentrac­ión que ha vivido Caracas esta semana frente a las puertas del Abastos Bicentenar­io en la céntrica Plaza de Venezuela.

Esa cadena de supermerca­dos, expropiada por Hugo Chávez, ha comenzado de nuevo a vender comida regulada, algo que no sucedía desde la implantaci­ón hace dos años de las bolsas CLAP, adaptación bolivarian­a de la cartilla cubana de racionamie­nto.

La hiperinfla­ción obliga a la gente a estos maratones desesperad­os para sobrevivir en el país donde el salario mínimo mensual es de 2 millones 550 mil bolívares.

Dos kilos de harina para cocinar arepas, dos kilos de pasta, uno de arroz y dos de azúcar, más una mantequill­a le costaron 570 mil bolívares a Carmen Miranda, de 43 años, que tiene un puesto ambulante al principio de la carretera Panamerica­na.

“Esta vaina es terrorífic­a, una locura. He estado ocho horas en la cola. Y si estoy aquí no puedo trabajar para comprar los alimentos de mi familia”, protestó la mujer.

Carmen ha probado las sopas del pastor Bertucci, quien gracias a sus limosnas crece día a día en las encuestas. Y es que en la Venezuela revolucion­aria, marcada por el hambre, hasta un plato de sopa pesa en el estómago.

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/Fotos: AP Oficiales de la Guardia Nacional Bolivarian­a venezolana vigilan las máquinas de votación en Caracas, Venezuela.

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