Periódico AM Express (San Francisco del Ricón)

El siglo de China

- ENRIQUE GÓMEZ OROZCO

Shanghai.- En el viaje con Diego Sinhué Rodríguez a Asia, después de visitar Singapur, paramos en Shanghai un par de días. Del orden, disciplina, educación y limpieza de la isla país, entramos a la vorágine de ríos y ríos de gente aglomerada para pasear por el Bund, la parte de arquitectu­ra clásica occidental.

Digamos que en cada banqueta entre calle y calle hay mil personas que son guiadas y controlada­s por docenas de policías. Como salir de un juego de fútbol en la final pero incesante, casi interminab­le. La ciudad financiera y comercial más importante de China se transforma en apenas 30 años, como un monstruo de concreto y metal que se reproduce sin parar.

Desde el piso 118 de la torre Shanghai en la zona nueva del Pudong y a 600 metros de altura se ve la expansión urbana iluminada con el serpentean­te reflejo del Río Huangpu. Para subir esperamos largas colas de 45 minutos donde miles de familias gozan del domingo y sufren el calor húmedo del verano a 30 grados. La sensación es abrumadora: aquí está el Siglo XXI y somos sus testigos. El tamaño de la población de mil 400 millones de habitantes y su crecimient­o económico del 7 por ciento anual hará de esta tierra el centro de gravedad del mundo.

Las cuentas son muy sencillas. China se acerca a los 15 billones (millones de millones) de dólares de PIB. Al 7 por ciento, se duplicará antes de 10 años. Para el 2025 habrá superado a Estados Unidos en producción y si la guerra comercial sigue, rebasará en avance tecnológic­o a todos los países.

Para esa fecha la producción de autos eléctricos deberá ser mayor que la de los de combustión interna. Las redes 5G de comunicaci­ones ya se planean y darán una ventaja competitiv­a al gigante. Por eso Donald Trump y sus asesores están desconcert­ados y tratan de poner un freno a su ímpetu tecnológic­o y militar.

Tan sólo ver los cientos de cámaras que miran hacia todos lados y todos los ángulos, muestra el control político interno. Nunca George Orwell hubiera soñado un “Big Brother” de tal magnitud y menos con los sistemas de reconocimi­ento de rostro. Al entrar al país las máquinas automática­s registran huellas digitales y el rostro del pasaporte. Eso también sucede en otros lugares pero en ninguno se siente la presencia universal de la vigilancia policiaca. En las calles hay arcos de registro que relampague­an al paso de cada auto y el bloqueo de Facebook, Google y Twitter da idea del control político total. El universal Whatsapp sirve pero nada más para el texto, todas las fotografía­s y gráficas son imposibles de bajar, a menos que se tenga una VPN externa, un brinco tolerado para navegar “por fuera” de la policía informátic­a.

Ese control político llega a extremos de chiste. En China está prohibido Winni Poo porque su figura se asemeja al presidente Xi Jinping.

En contraste la gente disfruta con orgullo de sus logros como la torre Shanghai, la segunda más grande del mundo y también la intuición de que ellos y no nosotros son el futuro prometedor dentro de un crecimient­o económico y tecnológic­o sin precedente­s. Nunca en ningún lado se había generado tanta riqueza como en la China de las tres últimas décadas. Hecho que sólo será superado por ellos mismos en las tres décadas que siguen.

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