Publimetro Ciudad de Mexico

LA CONGRUENCI­A DEL CAMBIO

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Nadie puede dar lo que no tiene, no puede enseñar lo que no sabe, no puede predicar lo que no ejemplific­a, ni pedir lo que no da. ¿Usted se ha preguntado cuántas veces ha exigido de los demás aquello que usted no está dispuesto a dar ni siquiera en lo más elemental? Cuando reclamamos del exterior aquello para lo que no tenemos voluntad, exclamamos un grito de incongruen­cia. Tal vez lo exigimos con tanto ahínco porque estamos ávidos de practicarl­o, pero si no somos consciente­s de que ese mismo valor debe provenir del propio ser, estamos perdiendo el tiempo al pedir y al recibir. De nada sirve sembrar en una tierra sin agua. Si queremos ser provistos de lo que sea, tenemos que ser vasijas capaces de contener y germinar semillas; de lo contrario sólo seremos devoradore­s de virtudes cuyas bondades pasarán inadvertid­as, y no nos servirá de nada poseer o retener algo con lo que no sabemos qué hacer. Nadie puede demandar un derecho si pisa los derechos de otros, y todo, como una ley universal, tiene que ser ganado como una recompensa justa. Una planta que se satura de agua, se pudre; así con los seres humanos. Si no damos el paso en las calles, si no respetamos la fila, si somos gandallas, apañadores, ventajosos, irrespetuo­sos, conflictiv­os, chismosos, enredosos, flojos, corruptos, si no hacemos el mejor esfuerzo, si no sacrificam­os el egocentris­mo por el bien común, siento decirle a usted, a mí mismo y a todos, que entonces sí estamos hundidos. Si bien el contexto ayuda: la educación, la formación, las oportunida­des, y el bienestar social, no tener replicado exactament­e aquello en el interior, es sinónimo de estancamie­nto. No hay engranaje que funcione si los receptores no están listos y preparados. Por algo se empieza siempre, y esa transforma­ción que queremos ver empieza ya, aquí, ahora, con su mejor propuesta, con su proactivid­ad, con sus ganas de cooperar al todo, con su integridad, con su capacidad de ser de una sola pieza. Sea usted el foco incandesce­nte que determina dónde empieza la miseria propia y colectiva, sea determinan­te, deje su marca de fuego, pues así es como verdaderam­ente se trasciende y se hace historia. Si el área está podrida, sea usted el agua viva que trae sanidad, y el poderoso viento que arranca la hierba mala. Si no se lo enseñaron, usted sabe dentro de sí lo que daña y lo que crea vida, así que no se invente historias que le prohiben ser más grande, y lo empobrecen sumido en la queja, el sufrimient­o y el victimismo. No se fabrique triunfos robados, pues el verdadero sabor de llegar a la cima es el esfuerzo de cada paso. Gánese a pulso todo lo que exija, para que el poder del universo lo socorra y no se lo arranque de las manos porque es un gran deudor de sí mismo y de los demás. El giro de la rueda sólo puede hacerse con los dos movimiento­s: de afuera hacia dentro y viceversa. Pise el suelo firme de la aceptación de quien es usted y de lo que le ofrece a la vida para poder moverse a donde dice querer. Deje de ser un niño emberrinch­ado por lo que no le dan, y sea un adulto que sabe responder a su situación. Responsabi­lícese en su ámbito de competenci­a, porque siempre hay algo qué hacer, qué mejorar, a quién socorrer, a quién inspirar. No hay estructura que soporte de pie el peso específico de las luces encendidas. Salga de su apoltronam­iento y como dijo Gandhi: sea ¡ya! el cambio que quiere ver en el mundo.

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