RESIGNIFICANDO LA RIQUEZA Y EL ÉXITO
Una de las mejores cosas de estar vivo en estos tiempos es poder ver cómo emergen a la luz las distintas posibilidades de la existencia para expandirse a través de los seres humanos.
Los estilos de vida, modelos de familia, roles, etc. se han transformado muchísimo más en las últimas tres décadas que en tres siglos, y eso es sumamente benéfico porque el agua que no se mueve se estanca, y lo que permanece oculto, está en la oscuridad. Es como tener al sol encima de nosotros para dejar asomar todos los deseos, anhelos y voluntades de toda la vida en todas partes.
Dice el sabio refrán que no hay nada nuevo bajo el sol, pero sí oculto; así que la revelación de secretos de dolor y vergüenza a todos los niveles y en todas las esferas -aunque al principio parezca caótico y atemorizante- trae profunda sanidad.
De nada sirve llevar nuestras vidas sobre estructuras que en apariencia son columnas de mármol pero por dentro son vigas podridas a punto de caerse. Dejar que las cubiertas se derritan para funcionar desde una base de verdad, es la gran fusión de materia y espíritu. Hay mucha, pero muchísima belleza en las diferentes tonalidades para vivir una vida, pero cuando éstas se niegan, se ocultan, se transforman en lo inaceptable y lo inconveniente, se tergiversan hasta convertirse en aspectos del ser echados a la sombra, enmohecidos, reprimidos, furiosos, temerosos y profundamente oscuros.
La oscuridad no es algo que se nos ha enviado de los infiernos como castigo, sino un aspecto de la realidad que hemos creado como artistas creadores del universo, y a la que le seguimos dando fuerza y poder mientras nuestros pensamientos, palabras y obras sean igual de oscuros, no por estar lejos de la luz de la bondad, sino de la luz de la verdad.
Lo mismo ocurre con nosotros como personas: el tiempo de ser con libertad que se sustenta en la verdad, es y ha comenzado ahora. La diversidad también versa en aceptar lo que cada uno es en sus diferentes etapas de la vida, en las cosas a las que se quiere dedicar y en los roles que quiere jugar.
Un tiempo podemos ser la bandera del éxito en su completa expresión, y otro, ermitaños que necesitan un reposo lejos de todo; o experimentar distintas maneras de sentir la vida desde diferentes ópticas. No tenemos que ser el mismo de siempre, porque esto ni siquiera es verdad, estamos en constante cambio y evolución, y si lo permitimos, podemos aprender más de dejar que el propio ser, sea con todos los cambios que le son inherentes y necesarios, que de cualquier otra cosa.
Es increíble ver cómo ahora se despliegan más combinaciones de expresión que nunca antes, porque eso también nos regala la gloriosa libertad de movimiento de la historia que verdaderamente queremos dejar en el mundo.
La riqueza o el éxito ahora tratan más acerca de capacidad para vivir experiencias, conocer nuevos horizontes y de integrar más aquello que nos es diferente, que el atesoramiento de cuentas de banco o emblemas de poder, validación y fama.
Nada que no podamos contar como parte de uno mismo, unificado con comprensión y compasión, puede considerarse como una riqueza propia.