Publimetro Ciudad de Mexico

Michelle Obama: ocho años de renovación y poder femenino

Antes de su llegada, el rol de Primera Dama era lejano en su sofisticac­ión o quedó en plano secundario. Pero ella modernizó todo a través de su indumentar­ia y sus acciones.

- LUZ LANCHEROS Metro World News

De 1960 a 1963, la mayoría de mujeres de a pie aspiraban a la sofisticac­ión como valor aspiracion­al. Ellas eran las que querían la elegancia, las que debían acercarse a la moda. Y quién mejor para encarnar todas esas aspiracion­es que una mujer casi en sus mismas condicione­s: Jacqueline Kennedy, que encarnaba esos valores europeos con los que querían identifica­rse muchas amas de casa. Ella era el glamur que le dio el estatus de leyenda a la presidenci­a de John F. Kennedy. Se podía equiparar, en ese entonces, a mujeres como

Grace de Mónaco o la reina Isabel. Eran otros días los de esplendor y la rígida perfección como arma comunicati­va. De sonrisas impostadas y vestidos hechos para la foto oficial.

Casi medio siglo después, Michelle Obama lo cambiaba todo. Lo hacía evocando el mismo poderío, pero sobre todo, acercándos­e a una mujer que no sólo podía posar, sino que quería apoderarse del mundo. Ahora la moda debía acercarse e identifica­rse con ella.

Porque Michelle entendió, a través de la sencillez y la versatilid­ad, que la mujer era más que un florero y también trabajaba. Tanto de jeans, como de vestido de ama de casa de Medio Oeste o enfundada en un Carolina Herrera, ha sabido adaptar su estilo de madre trabajador­a a las diversas causas y públicos a los que se dirigió en ocho años de mandato de su marido. Y todo se lo debe, en gran parte, a alguien que ha sabido lo que ella quiere proyectar: su estilista Meredith Koop. Adaptando el vestido, adaptando el mensaje Meredith Koop ha estado junto a la primera dama saliente desde 2009. Comenzó su carrera como socia de ventas en la boutique Ikram. Ahí conoció a Michelle, desde que era esposa del senador Obama. Gracias a ella ha lucido en grandes eventos a diseñadore­s representa­tivos de la industria de la moda estadounid­ense, como Ralph Lauren, Oscar de la Renta, Carolina Herrera, Michael Kors, Narciso Rodríguez, Joseph Altuzarra y Naeem Kham,

entre otros.

También ha usado marcas un poco más accesibles como J. Crew y Ann Taylor. De esta manera, ayudó a Obama a salirse del rol impuesto por Jacqueline Kennedy y Nancy Reagan, con su formalismo en sastre, al usar colores, vestidos que cualquier otra usaría y al tomar decisiones arriesgada­s y nunca repetirse.

De hecho, esto es lo que más le ha gustado a la Primera Dama: que ella sabe que la moda es un mensaje. De esta manera, Meredith ha contribuid­o a que ella haya sabido apreciar a los creadores de cada país al que ha hecho una visita de Estado. Para Tokio usó Kenzo y para Londres usó Christophe­r Kane, por ejemplo, de tal manera que se respetase la tradición de moda de cada país. Esto lo hizo también en el suyo, al vestir de diseñadore­s latinos y de estudiante­s, para impulsar talentos y mandar un mensaje de unidad.

Todo esto le ha granjeado un valor que cualquier político desearía: la empatía. Nunca ha sido criticada, como otras mujeres en su posición, de despilfarr­ar el erario público en vestidos alejados de la realidad de las mujeres estadounid­enses. De hecho, ella misma los paga. Y también ha sido cercana a la moda, al ser la Primera Dama en ejercicio en salir en la revista Vogue y de estar más que nunca cercana a una industria tan importante en su país. Y su labor es reflejada no sólo en su viralidad o popularida­d, sino en algo tan efímero como el

trendsetti­ng: de hecho, su vestido de Narciso Rodríguez para el discurso de su marido en el Estado de la Unión se agotó, así hubiese costado dos mil 95 dólares.

¿Podrá su sucesor o sucesora seguir sus pasos? Es muy temprano para saberlo. Pero Michelle Obama pasará a la historia de la moda política como una mujer que supo combinar la moda más allá de su glamur y darle el poder y la fuerza que no tuvo en años.

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