¿ESTAMOS LISTOS?
Cierto, muy cierto es que los gobiernos, la clase política y autoridades tienen que componerse, alinearse a conductas más honestas, asépticas, comprometidas y dignas de la importancia de sus cargos.
Cierto es que necesitamos autoridades que nos inspiren respeto y que nos conduzcan con un liderazgo inspirador. Cierto es que todos jugamos una parte que nadie puede suplir puesto que a cada pieza le toca una función distinta.
La situación actual de nuestra sociedad y de nuestro país ha sido estudiada y analizada por miles de mentes que la han diseccionado desde diferentes flancos, y con toda su complejidad, es muy difícil afirmar el origen de nuestros males. Lo cierto es que probablemente no sea uno solo, sino que en su conjunto sea un entramado de muchos engranes que encajaron y resultaron en el escenario de hoy.
No hay culpables, sino todos, no hay responsables, sino todos. Y a todos debemos referirnos en el más amplio sentido de la palabra, incluyendo a todas las generaciones que momento a momento de la historia han decidido el rumbo del país. Nosotros estamos parados en el resultado de las elecciones de los ciudadanos de hace dos, tres, cuatro y más generaciones. Cada acierto o cada desatino, pintaron el escenario que tenemos ahora como maldición o como bendición, y hoy, para inclinarnos hacia uno u otro lado de la balanza, volvemos a tener en las manos la herramienta que tuvieron nuestros ancestros y que hemos tenido siempre, que no es nueva, y que es sumamente poderosa: nuestra elección.
Es muy seguro que los que nos antecedieron subestimaron tremendamente cada pequeña decisión cuando eligieron tomar lo ajeno, robar, corromper, separarse de la integridad, meter a trabajar a su compadre, heredarle plazas a su familiar, tranzar con los recursos de la gente, vender medicinas públicas, comprar la peor calidad para las obras públicas, repavimentar mil veces una calle, meterse en una fila, ocupar el lugar de los desfavorecidos, abusar de iniciativas nobles, mentir por sistema, falsificar documentos, pagar para evitar la impartición de justicia, comprar jueces, echar la basura en la calle siguiente, o en la casa del vecino que no está, rayarle el coche al que estrenó, manipular la información, ocultarla, venderse por tres pesos, ganarse la vida transgrediendo la de los demás, no planificar la paternidad, abandonar a los hijos, ser malos ejemplos para la niñez: padres, maestros, policías, cualquier tipo de autoridad, hacer malas prácticas: médicas, jurídicas, morales, en donde quiera que las personas se acercan por ayuda; no tender la mano, no ayudar al prójimo, no pensar en los demás, ser pusilánimes, no defender una buena causa, no arropar al desprotegido, meter el pie, darle rienda suelta a la envidia y a la magia negra de las palabras, creerse superiores, abusar de las minorías, escupir en el suelo sagrado de quien tiene cargos públicos, vivir cegados ante la colosal verdad de que juntos, paso a paso, elección tras elección, hemos dado luz al monstruo de las siete cabezas, y seguiremos siendo, uno a uno, el alimento de su existencia.
Cada parte juega su gran responsabilidad, pero no juega sola, no está separada, no se puede desarraigar. Para cambiar el contenedor tiene que estar preparado. ¿Nos sentimos listos?