Publimetro Ciudad de Mexico

La vida en la naturaleza

La holandesa Miriam Lancewood lleva seis años viviendo en las áreas silvestres de Nueva Zelanda, junto con su esposo Peter. Viajan por las montañas como verdaderos nómadas. Todas sus pertenenci­as caben en dos mochilas y duermen en una pequeña carpa. Su es

- Metro World News

LISA VERMEIJ Miriam dejó los Países Bajos cuando tenía 21 años, porque quería hacer trabajo voluntario en África. Viajó por la India y allí conoció al neozelandé­s Peter, treinta años mayor. Juntos viajaron por el Himalaya para finalmente llegar a Nueva Zelanda. Miriam trabajó como profesora de gimnasia para ganar dinero. Después se fueron a las montañas. Ella no lo hizo porque se sentía rechazada por la sociedad o porque quería distanciar­se de su familia y amigos, sino porque quería sentir la belleza de la naturaleza. Miriam no quería trabajar toda su vida por dinero y estatus, comprando cosas que en realidad no necesitaba. En su libro recienteme­nte publicado Woman in the wilderness, dice que quiere intentar vivir sin barreras entre ella y la naturaleza. Cocinar sobre fogatas, beber agua pura y dormir en el suelo. La naturaleza puede enseñarnos mucho si nos tomamos el tiempo de escuchar, dice.

¿Cómo es estar de vuelta en Holanda?

– Es muy especial estar de vuelta después de nueve años y ver tanta gente. Lo primero que pensé fue: todo lo que veo ahora está hecho por el hombre. Incluso los árboles han sido plantados por personas. Si vives en los Países Bajos toda tu vida, no sabes cómo es realmente el mundo. En Nueva Zelanda todo sigue intacto. Después de una semana en los Países Bajos vuelvo a sentirme insalubre.

Has estado viviendo en la naturaleza durante seis años. ¿Cuál es la historia detrás de eso?

– Mi vida es increíblem­ente hermosa. No echo de menos la sociedad moderna. Allí me preocupo por cosas que no son importante­s en absoluto. En la naturaleza, me siento más fuerte que nunca. Estamos en buena forma, tenemos mucha energía y nunca estamos enfermos. El primer año lo encontré difícil, tenía miedo de todo en aquel entonces: los animales salvajes, la oscuridad, pero ahora he superado esos temores (risas). ¡Ahora me siento como un niño en el patio trasero y estoy completame­nte a gusto!

¿Cómo obtienes comida?

– En los Países Bajos siempre fui vegetarian­a, pero en la naturaleza, tienes que comer carne. De lo contrario, morirás de hambre. Me enseñé a cazar. Me da mucha confianza el poder atrapar mi propia comida.

¿Primero fuiste vegetarian­a y ahora estás cazando?

– Sí, con un arco y una flecha, no sabía que podía hacerlo. Pero en realidad, estamos mucho más conectados con el hombre prehistóri­co de lo que pensamos, es como si estuviera en nuestra sangre. La caza agudiza tus sentidos. Aprendes a oler, sentir y saborear mejor y tu intuición mejora. La caza es una especie de meditación, porque el pensamient­o ya es una especie de ruido en tu cabeza. En Nueva Zelanda hay un excedente de cabras, zorzales y otros animales importados. No puedo explicar el asesinato de animales, pero al menos estamos comiendo estas plagas.

¿Sólo comes carne?

– Al principio pensé que iba a vivir como en la película Into the wild, pero en Nueva Zelanda, por desgracia, hay poca fruta, frutos secos y semillas disponible­s. De vez en cuando vamos a un pueblo donde tenemos harina y arroz. Vivimos con 35 dólares a la semana, dinero que he puesto a un lado.

¿No es muy solitaria tu vida?

– La naturaleza es nuestro mejor amigo. Estoy más conectada con mi propio cuerpo que antes. Ocasionalm­ente nos encontramo­s con gente y eso es muy agradable. Los cazadores, por ejemplo, a quienes les doy cartas para mandar, así que todavía mantengo contacto con familiares y amigos.

Una vida sin buena comida, alcohol, música, televisión, libros e internet, eso es casi imposible, ¿no?

– No echo de menos esas cosas. A veces tenemos libros con nosotros, muy complicado­s, filosófico­s, Nietzsche, por ejemplo. Esto permite que Peter y yo siempre tengamos mucha conversaci­ón. Si el clima está agradable caminamos mucho y hacemos una expedición explorator­ia. Si llueve, jugamos al ajedrez. Además, también estoy ocupada con la caza y la confección de ropa de pieles de animales, por ejemplo.

Tienes el cuerpo de un atleta y te ves gloriosa. ¿Todo por la madre naturaleza?

– Nunca me sentí tan sana y en forma como aquí en Nueva Zelanda. Eso es debido a la carne salvaje que comemos, pero también debido a las muchas horas de sueño. Debido a que no tenemos electricid­ad o luz eléctrica dormimos mucho. Nunca estamos enfermos, pero tan pronto como estamos en la ciudad nos resfriamos o nos da gripe.

Como mujer, ¿cómo te lavas el pelo y cómo te aseguras de no apestar terribleme­nte de sudor debido a toda la caza?

– Mi consejo es usar tan poco de todo como sea posible. No hay absolutame­nte ninguna necesidad de usar todos esos productos de belleza. Me lavo el pelo de vez en cuando con jabón común. No uso desodorant­e, siempre hay un poco de brisa aquí. No apestamos, sin embargo, pero sí olemos a humo de nuestra fogata (risas).

Tu vida contrasta fuertement­e con la vida rápida en la sociedad de consumo occidental. ¿Qué le aconsejarí­as a las personas que podrían usar algo de relajación?

– “Sal por la libertad, porque no hay llave ... Recuerda, la libertad es gratis”. Esa es una frase de una de las canciones que he escrito. Todavía no entiendo por qué uno trabajaría para algo que realmente no necesita en absoluto. Viajamos sin posesiones, todos esos artículos cuestan mucha energía. No debes recompensa­rte con las cosas, sino con la naturaleza.

“Después de una semana en los Países Bajos vuelvo a sentirme insalubre”

¿Cómo se puede experiment­ar eso en los Países Bajos?

– Vivimos sin tiempo y sin reloj. El tiempo es la prisión de la vida moderna. Entiendo que la mayoría de las personas tienen que cumplir con sus obligacion­es, pero hay que tratar de irse por una semana sin máquinas. Incluso si es una semana sin tu teléfono. Y sobre todo, no hagas planes. Conoce lo desconocid­o, si haces planes, el futuro es sólido y no hay lugar para reuniones espontánea­s. No puedes experiment­ar de la aventura sin un poco de riesgo.

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|CORTESÍA Miriam cocinando en la naturaleza.
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|CORTESÍA Juntos viajan por las montañas viviendo como nómadas.
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