Publimetro Ciudad de Mexico

INSTRUCCIO­NES PARA VER QUE TODOS SE DECLARAN VENCEDORES

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Para ser leídas con will Die, de NOFX Dinosaurs

Paso 1. ¿Tiene que haber perdedores?

Por definición, en un juego, como en una contienda de cualquier tipo, no puede haber dos vencedores. Y tal vez ahí está el problema. Puede que estemos jugando un juego primitivo o al menos, poco civilizado y no nos hayamos dado el tiempo para reparar en esto. ¿Qué pasaría si toda la energía invertida en hacerse del poder para uno y sus allegados, se usara en buscar nuevas formas del propio juego? Esto es, vislumbrar nuevas oportunida­des que se adapten a los tiempos y a las demandas actuales. La contienda es emocionant­e hasta que le toca ser el derrotado.

Paso 2. Acostúmbre­se al fraude

En México no hay buenos perdedores y mucho menos, buenos ganadores. El hecho de contar con una leve ventaja, siempre será objeto de ensalsamie­nto de la condición de mexicano. Tal vez por ello la existencia de los diablitos, de los coyotes, del huachicol y en general de cualquier tipo de mordidas. Y por ello nos resulte ya cosa de todos los días, pasarse el alto, saltarse la fila o inflar precios. El fraude ha permeado la vida cotidiana, por lo que no debería extrañar a nadie, ni que dos se erijan vencedores, como el que los dos hayan cometido todo tipo de artimañas. El problema es que el más sucio y oportunist­a es el que termina siendo el vencedor, con todo tipo de lecciones.

Paso 3. ¿Le sirve que alguien gane?

¿Será que lo que llamamos “democracia” dio de sí? No veo equidad. Menos aún que los partidos políticos sean representa­ntes y puentes entre el pueblo y el gobierno (que para eso fueron creados). No veo obra pública de alto calibre y pensando en el futuro. Tampoco veo contenta a la gente y las institucio­nes no gozan de la mayor credibilid­ad ni confianza. Llámese IMSS en seguridad social, SEP, en educación o INE en administra­ción y control electoral, por poner tres ejemplos. Si el sistema de gobierno fue pensado con el fin de administra­r los recursos del pueblo en su beneficio, el pueblo mismo tendría que contar con las herramient­as que garanticen la transparen­cia y la rendición de cuentas de quienes administra­n dichos recursos. Algo básico. Algo viciado por décadas que parte de un problema estructura­l: el interés autocentra­do pensado en el beneficio propio. Y esa es la confusión: quien gana una elección cree que como pudo hacer de todo para estar ahí, podrá hacer de todo ya estando ahí. Como ganó la contienda, tiene derecho a lo que sea. Por eso ahora todos se proclaman ganadores, cuando los perdedores somos la inmensa mayoría de los que estamos viendo semejante puesta en escena.

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