TRASLADO DE REOS EN TOPO CHICO TERMINA EN NUEVO MOTÍN
Al menos una persona resultó lesionada en los disturbios en el penal de Nuevo León después de que se realizara un operativo para trasladar a 38 internos de alta peligrosidad a otros centros de reclusión del país.
Los países de América Latina que mantienen un sistema presidencialista, a excepción de Venezuela, contemplan el mecanismo de segunda vuelta, buscan que sus mandatarios tengan un importante respaldo de la ciudadanía. Por ello es deseable que se apruebe en México para la elección presidencial de 2018, sin embargo, parece que algunas fuerzas políticas en el Congreso no sólo no están de acuerdo con su implementación, sino que se han dado a la tarea de bloquearlo.
Mientras que algunos desde el gobierno hablan de la inviabilidad de legislar en materia de segunda vuelta por aferrarse a un sistema político que ya no responde a la realidad política de nuestro país, por otro lado, la izquierda intransigente que representa Morena ataca el mecanismo porque sabe que en una segunda vuelta, el grueso de la población rechazará a un candidato que representa una regresión autoritaria o una apuesta populista, prueba de ello es que en el Estado de México, más del 70% de los ciudadanos dijeron “no” al proyecto que representa López Obrador.
Los números no mienten: en la elección presidencial de 2000, cuando llegó la transición democrática a nuestro país, la diferencia entre el primer y segundo lugar fue del 6.41%, es decir, más de 2 millones 400 mil votos; en la elección de 2006, la diferencia fue del 0.62%, lo que significa poco más de 240 mil votos; finalmente, en 2012 la diferencia fue de 6.62 puntos gracias a distintas coaliciones que se dieron particularmente entre el PRI-PVEM y el PRDPT-MC.
Las experiencias electorales en España, Francia y en Gran Bretaña muestran cuan divididos están los electores a causa del surgimiento de nuevos actores políticos que han provocado una mayor dispersión del voto. No nos confundamos, damos la bienvenida a nuevas fuerzas políticas, sin embargo, consideramos desde Acción Nacional que el pluralismo y la búsqueda de consensos enriquecen la democracia. Y justamente la tendencia global va en esa línea, pese a tener sistemas parlamentarios, en España, quedó atrás el bipartidismo en el que los socialistas y el Partido Popular compartían el poder, prueba de ello es que durante 10 meses los españoles se quedaron sin gobierno pues ningún partido consiguió los votos suficientes en el Congreso para formar gobierno. Hace unos días, los conservadores en Reino Unido perdieron trece escaños en la Cámara de los Comunes y aunque los laboristas sumaron 30 diputados, ninguna fuerza política sumó los 326 asientos, de los 650 disponibles, para formar un gobierno. En ese sentido, la tendencia política global cada día apuesta más al consenso.
La segunda vuelta no representaría un costo adicional y sí nos permitiría tener un gobierno fuerte con un proyecto plural.
Por segunda vuelta electoral se entiende la realización de un segundo proceso electoral cuando los candidatos a elegir no logran la mayoría absoluta en la primera elección. Participan en el segundo proceso los dos candidatos que hayan ganado la mayor cantidad de votos. Este mecanismo surge en Francia en 1852. Su principal virtud radica en disminuir la fragmentación de los partidos políticos y facilitar la gobernabilidad.
El sistema francés permite la segunda vuelta en las elecciones presidenciales y también en las legislativas.
Entre las desventajas de la segunda vuelta se encuentra la distorsión de la voluntad popular ante la elección de candidatos que no son de su preferencia, lo que al mismo tiempo puede motivar el abstencionismo; genera costos económicos adicionales; se puede crear un ambiente de incertidumbre por la distancia que habría entre los primeros y los segundos comicios.
En América Latina, la segunda vuelta existe solamente para la elección presidencial en Uruguay, Brasil, Chile, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Panamá, Bolivia, Perú, República Dominicana, Argentina, Costa Rica y Ecuador.
En el caso mexicano, la modificación de nuestro sistema electoral para incorporar la segunda vuelta amerita una amplia discusión. Estamos hablando de una reforma de Estado de gran calado, ante la cual es indispensable convocar a un debate nacional y el tiempo que tenemos para ello es limitado, en consecuencia, no es viable para los comicios de 2018.
La idea de contar con una segunda vuelta significa en el contexto actual, la formación de MAYORÍAS FICTICIAS con dedicatoria de exclusión política de partidos o candidatos.
Contemplar este objetivo como razón principal de una reforma electoral sería una salida excluyente en la democracia a la que aspiramos todos los mexicanos.