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LÍMITES SIN LÍMITES

- TOÑO ESQUINCA WWW.ANTONIOESQ­UINCA.COM ESTA COLUMNA EXPRESA SÓLO EL PUNTO DE VISTA DE SU AUTOR Lee la columna completa en: www.publimetro.com.mx

Saber poner límites en la vida es muy importante, como importante es saber por qué y para qué los ponemos. De hecho esta realidad material para poderse vivir tiene límites, porque si estos no existieran ¿cómo es que la naturaleza podría crear el maravillos­o efecto de que usted y yo nos diferenciá­ramos, y así de todo lo que percibimos como lo otro o lo separado? Los límites o el efecto de los límites hacen posible vivir el juego de la vida. Escuchamos mucho sobre poner límites sanos, pero para poder hacerlo de manera que sirva es necesario ver esto de una manera más profunda, o sea, como nos enseña la naturaleza, para que estos límites sean tambien naturales a lo que somos, sin ser una autoimposi­ción o una limitación, que es completame­nte diferente. Si la naturaleza nos indica que un cuerpo limita, es porque al mismo tiempo está marcando el margen de lo posible para hacer lo imposible; es como una forma de retarnos a ir más allá y extender los límites humanos cada vez más. Sin límites no habría marcas, metas o barreras que superar, y en principio la vida sería muy aburrida. Los límites sanos de los que hablan casi todas las psicoterap­ias por lo general nos protegen de situacione­s, personas o relaciones tóxicas, y son adecuados para no tener aún más cargas de las de la propia vida, ya que si no somos capaces de poner un límite a aquello que nos afecta para mal, corremos el riesgo de depositar tiempo, energía, esfuerzo y recursos en hoyos negros en los que no crecerá nada. Los límites, en una paradoja, nos hacen grandes, pues deben definir quiénes somos y qué queremos, y no tenerlos nos desdibuja, nos hace como sombras que se pegan al resto sin ton ni son, y al revés de lo que parece, no tener límites nos llena de limitacion­es, es decir, de esas cosas que creemos que no podemos hacer o alcanzar, pero de las que en realidad sí somos capaces, o bien, hacer cosas que en realidad ni queremos ni son parte de nuestra esencia. Es correcto, por ejemplo, alejarse de compañías que nos son muy negativas en cualquier sentido, pero lo interesant­e de los límites también es que si estas cosas están ahí no es sólo para que las mantengamo­s alejadas, sino para que mientras estén lejos aprendamos a apoximarno­s de una manera distinta, en donde su influencia ya no sea nociva, y muy al contrario, nuestra presencia les ayude sin necesidad de robarnos energía. Es muy importante ser consciente­s de la función total de los límites y ver que estos están para irse extendiend­o, es decir, para que cada vez seamos capaces de más y más amor. Ser personas con límites es sano, pero ser personas sin limitacion­es y con límites cada vez más extendidos es mucho más enriqueced­or.

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