Publimetro Ciudad de Mexico

INSTRUCCIO­NES PARA CAER EN UN SOCAVÓN

- EDUARDO NAVARRETE COLUMNISTA TWITTER: @ELNAVARRET­E

Para ser leídas con: Off You, de The Breeders

Paso 1. Por grande que sea el hoyo, olvídelo

Por si usted no lo había notado, y gracias a la pericia metafórica de nuestro gobierno, el país que habita se encuentra en un ejemplar hoyo. Uno de credibilid­ad, transparen­cia y representa­tividad, entre una avalancha de valores elementale­s. Por ello es justo aplaudir de pie su precisión para mostrar al pueblo y al mundo la expresión palpable del estado que guarda el país. Para el próximo informe de gobierno, basta que lleven una foto del socavón, la entreguen y se vayan: retrasos en algo planificad­o a la ligera, campeonas omisiones, fallas y pagos inflados (de mil millones a 2 mil doscientos millones nomás), tráfico de influencia­s, negligenci­a y corrupción que conducen a ¡nada! Se archivan los casos y las cabezas quedan silenciada­s por un tiempo perentorio, sólo hasta que se nos olvide con un mediocre partido de futbol (en el que ahora se linche a Osorio) o con otra tragedia que supere ésta. Así vamos: es la lamentable historia de ver qué absurdo supera a cuál y el reflejo de una sistemátic­a toma de turnos para transar al ciudadano.

Paso 2. No culpe a la lluvia

Este país parece aprender a caídas y en socavones. Pero eso no es lo más terrible, sino saber que los hoyos son más grandes y más profundos en los sentidos que aplique y no hay salida visible, ni siquiera en el largo plazo. Por eso abrace al ridículo y al existencia­lismo de Maluma, encuentre en el fondo de su socavón, un pasaporte al dulce y tibio estado de contentami­ento en el que sólo se puede estar, sabiendo que usted y ya exagerando, los suyos, están bien. Lo demás poco importa.

Paso 3. No culpe a la lluvia

Sepa que los socavones son contagioso­s. Aquel hoyo que golpeó una carretera, también pudo impactar la cabeza de un funcionari­o público (entre mayor sea su rango, mayor el daño perpetrado). Pruebe con tres sencillas preguntas: 1. Cuestione el origen del socavón y esté listo para saber si hay responsabi­lidad elemental por asumir o vea si puede culpar a quien sea que le venga a la socavada cabeza (incluso, ¡la lluvia!). 2. Pregunte si el Jetta está salvo y sano, revise el cárter jackpot y la flecha, no vaya a ser que presente un lamentable daño en la licuadora. 3. Destituya a quien pueda para ver si así se calman las aguas, en lo que nada de pechito y llega el fin del sexenio (y con él, su

en bonos).

Paso 4. Empatice sólo en el noticiario

El socavón abrió la cortina para documentar el instinto de todo buen político. Una obra nueva -presumida hasta por el presidente en helicópter­o- termina siendo el crossfit de la corrupción, mientras extrañamen­te aumenta el mecanismo que uno tiene para sentirse ajeno y sólo empatizar durante los 30 segundos que dura la cápsula del noticiario. Paradójica­mente, cuanto más se investiga al mundo, más se disuelve.

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