Max Richter invita a vivir sus conciertos entre sueños
El pianista alemán ha creado una experiencia musical donde la música se vuelve el mejor maridaje para unos dulces sueños
Para el compositor y pianista alemán Max Richter una pieza de música es “un paisaje” que se puede contemplar en sueños; una experiencia que invita a vivir durante los conciertos en los cuales interpreta
Sleep, “una larga nana (arrullo)” de ocho horas con la que acuna a los espectadores.
Analizar “la relación entre la música y la conciencia” era el objetivo que se marcaba Richter (Hamelín, 1966), afincado en Reino Unido, cuando ideó Sleep, un álbum que, llevado al directo, se convierte en “un laboratorio en tiempo real”, aseguró el artista.
De ahí nace “una experiencia” que ha pasado por Londres, Ámsterdam, París, Sydney, Berlín, Madrid y por el Festival de Montreux (Suiza) y que, aunque puede ser disfrutada en la vigilia, está pensada especialmente para ser vivida en sueños.
“Normalmente en una actuación en vivo de lo que se trata es de contar una historia directamente; intentas comunicar de un modo muy potente, pero esto es algo muy diferente, es un complemento para algo más. Cuando estamos tocando una pieza lo que sentimos es que estamos acompañando algo, al sueño de la gente”, señala el alemán, un referente de la música clásica contemporánea y minimalista.
Por eso, en su paso por Madrid, su público –que agotó las entradas en días– podrá vestir ropa de cama y llevar cojines o almohadas para tumbarse cómodamente sobre un suelo que estará cubierto de alfombras.
Un panorama poco usual en conciertos y espectáculos que, lejos de incomodar al pianista –que ha colaborado en diferentes bandas sonoras para películas– resulta muy agradable para él, ya que, asegura, sus músicos y él tienen “algo así como la misión de servir al público y de no interrumpirlo” durante las ocho horas que estén sobre el escenario.
“Mientras tocamos las piezas, hay gente que duerme durante toda la noche, hay gente que está despierta y escuchando todo el tiempo y luego hay otros que escuchan un rato, duermen otro o pasean. Y eso es lo que me gusta”, añade.
La extensa duración del concierto, admite Richter, supone “un reto físico”, además de mental, que supera en cada actuación gracias a muchos “años de entrenamiento” que le permiten actualmente mantener la concentración durante horas.
“Estoy preparado desde el momento en el que me siento al piano delante de los asistentes; después ellos desaparecen y ya no puedes pensar en la duración”, subraya el músico.