Cuando el cerebro elige no sentir para no sufrir
Cuando atravesamos por una situación que provoca dolor o malestar, surge una tendencia natural a querer evitar dichas experiencias incómodas
Todos tenemos un instinto de supervivencia natural que crea una reacción aversiva ante los acontecimientos desagradables o incómodos pero cuando hacemos todo por deshacernos de las emociones que esto nos provoca, puede llegar a convertirse en un problema.
Para ahondar en el tema, en Nueva Mujer entrevistamos al doctor Óscar Galicia, especialista en Neurociencias de la Conducta y académico de la Universidad Iberoamericana, quien explica que la llamada “evitación experiencial”, no se trata de un trastorno o una enfermedad, sino de un proceso vinculado a las experiencias de vida de cada persona.
“Cuando nos encontramos en una situación difícil, en muchas ocasiones podemos no sentimos preparados para enfrentarla, al grado de ni siquiera nombrarla”, explica el especialista. “Preferimos evitarla o eliminarla de nuestra realidad”.
El dolor es inevitable y la vida está llena de momentos y pensamientos que llegan acompañados de éste; la cuestión es la manera en la que una persona reacciona y procesa. La mente es engañosa y muchas veces es capaz de crear un sufrimiento innecesario, otras, lo “desaparece” por completo o mejor dicho, lo bloquea.
En los últimos años, la sociedad ha enfrentado una serie de acontecimientos de gran impacto, desde fenómenos naturales, hasta imágenes de violencia extrema presentada a través de los diferentes medios de comunicación, que de un modo u otro mueven consciente o inconscientemente, diferentes tipos de malestar.
El impacto es tal, que muchas veces preferimos apagar la televisión o hacer cualquier otra cosa que no tenga nada que ver con las situaciones negativas. Inclusive la pérdida de un ser querido o una enfermedad pueden ser motivos para que uno bloquee sus emociones, con la esperanza de que ese malestar desaparezca. “Es común que cuando mueren papá o mamá, no se mencionen por un tiempo. Lo que no está bien es pretender por siempre que nada pasa”, explica el especialista. “Ante todo, es importante lidiar con el problema. No podemos pasar el resto de la vida negando la existencia de un problema ya que puede afectar de manera profunda nuestra capacidad de responder al entorno”.
De acuerdo con Óscar Galicia, evitar dejar salir nuestras emociones frente a la adversidad, es una cuestión de postergar la confrontación. En un primer momento puede ser adaptativo, es decir, se espera un momento de mayor fortaleza psicológica y emocional para prepararse para lidiar con el problema. “Puede funcionar, pero en algún momento hay que resolverlo y enfrentarlo”.
Por supuesto, la confrontación no depende de la experiencia en sí, sino de la forma en la que la persona procesa la situación. “Un temblor, es el mismo para todos, pero no todos caen en pánico o en crisis. Aquellos que lo hacen, es porque no han sabido procesar la información de lo que ocurre, provocando que el cuerpo se paralice”.
“El cerebro está diseñado para registrar y recordar ciertos eventos traumáticos y aunque uno no vive pensando en ello todo el tiempo, los malos recuerdos pueden reactivarse con cualquier acontecimiento similar. No hay que reprimirlos, pues sirven para aprender de la experiencia y así saber manejar las cosas a futuro”, afirma Galicia.
Cada persona tiene diferentes mecanismos para lidiar con el estrés y algunos requieren muy poco para procesarlo, acomodarlo en su vida y seguir adelante, otros requieren hasta de una intervención farmacológica.