Ex guerrillera feminista cuenta la historia de las mujeres en las Farc Lo que sufren las mujeres
Liliana López pertenece a las filas de las FARC desde hace 36 años. Asegura que las mujeres de la guerrilla buscan más participación
La vida para las mujeres no es fácil en el monte, pero hay ventajas si se piensa en la realidad que vivían en sus casas, antes de ingresar a la guerrilla.
En las FARC, ellas no tienen que cocinar para los hombres, ni atender a nadie (como les habría tocado en medio de la vida familiar campesina), pero en cambio tienen que aprender a manejar el machete y el azadón. De un tiempo para acá, también aprendieron lo que ellos denominan ‘el mando’ y a manejar las armas, porque la guerra dejó de ser sólo un asunto de ‘machos’.
Estas son algunas de las realidades que cuenta Liliana López, más conocida por el alias de Olga Lucía Marín, quien lleva 36 años en la guerrilla y se siente orgullosa de pertenecer a la organización. Ha tenido la oportunidad de cursar hasta una maestría en Asuntos de Género y Desarrollo, y tras volver sus ojos hacia esta perspectiva, ha aprendido a distinguir la lucha de las mujeres dentro de las FARC.
“A lo largo de mi vida he tenido ‘diez mil alias’, y la mayoría de veces me he puesto nombres de heroínas… porque a uno no le alcanza la vida para tanto”, comenta López. Sin embargo, el alias de Olga Lucía es en honor a su hermana, con la que siempre estuvo peleada antes de ingresar a las FARC. Y el Marín sólo lo usó porque le pareció que hacía una buena combinación.
La idealización de las heroínas no es en vano. La realidad es que muchas niñas ingresaron a las FARC porque veían a las guerrilleras como una especie de mujeres superpoderosas y envalentonadas, jugando un rol diferente al que la sociedad rural podría imponerles.
“La tesis (de maestría) la hice sobre las causas de ingreso masivo de mujeres a la guerra y la conclusión que yo hice es que uno de los principales motivos es la violencia de género. Los testimonios son muy crudos. Muchas mujeres ingresan a la guerrilla huyendo de la violencia en sus familias. Por una parte, la causante es la miseria; por otra, la invisibilización de las mujeres en el campo, porque el patriarcado está allí instalado”, explica López. “Muchas campesinas, cuando ven a las guerrilleras que llegan a las casas armadas hasta los dientes, pero además con sus florecitas, sus colitas y sus ganchitos en el pelo y todas alegres y colorinas, hablando y contando historias, se sienten chiquiticas y disminuidas, y entonces quieren ser como ellas”, cuenta la mujer. Y es que, al fin y al cabo, “las armas dan poder”.
Pero, según López, en las FARC no siempre las mujeres pudieron empuñar un arma o llegar a tener mando. Las cosas han cambiado paulatinamente, en la medida en que han demostrado que tienen las mismas capacidades de los hombres, en medio de una organización netamente determinada por ellos.
La revolución de los anticonceptivos
Desde el surgimiento de las FARC, en los años cincuenta, las mujeres han estado presentes, pero sólo a los hombres les enseñaban a atrincherarse; las mujeres jamás fueron reconocidas en esa primera etapa como combatientes, en parte por cuenta de las “obligaciones” de la maternidad, cuenta López.
Según sus estudios, las mujeres empezaron a hacerse sentir dentro de la organización hacia los años setenta. “Antes no éramos tantas porque por cuenta de los embarazos muchas salían (…) Con la revolución de los anticonceptivos, las cosas comenzaron a ser diferentes”.
Luego, en los años ochenta, se dio un hecho ‘histórico’, si se quiere ver de esta manera. “Comenzaron a entrar más mujeres, en parte porque empezamos a ser más famosos por los diálogos de La Uribe –N. de la R: municipio donde las FARC y el gobierno colombiano firmaron un acuerso de cese al fuego–”. Resulta que para “La vida guerrillera es dura, y es muy dura no sólo por la exigencia física, es dura por las soledades. Uno empieza a buscar un compañero y no encuentra, y cuando lo hace, a usted le toca irse para el Caquetá y a él para el Valle. Los amores… los amores son la cosa más difícil en la guerrilla”.
“Además, también nos metieron en la cabeza que nacimos en parte para ser madres, entonces el hecho de tener que planificar es también una cosa muy dura”.
esta época ya había algunas mujeres con mando que llamaron la atención de la comunidad y hasta de los medios de comunicación. Además, “la crisis estaba dura” y ya no sólo empezaron a ingresar mujeres campesinas, sino varias con estudios, incluso con varios semestres de universidad.
Fue entonces cuando entre las normas de las FARC se hizo obligatoria la planificación para las mujeres, y al haber menos embarazos, comenzó la acumulación de experiencias femeninas. Sin embargo, para esta época (1982), paradójicamente, en esas mismas normas también estaba estipulado que los mandos autorizaban si las parejas se podían casar, a la vez que intervenían si veían que alguna pareja debía separarse.
“En 1993, para la Octava Conferencia de las FARC, ya ese párrafo se quita y menciona que el matrimonio es libre, pero tuvieron que pasar 10 años”, puntualiza.