Publimetro Ciudad de Mexico

OSCULEANDO ANDO...

En mayor o menor grado, algunos seguimos con nuestro estrés postraumát­ico ¿Y saben qué es lo que realmente me ha ayudado? Las muestras de afecto. Cualquier “descolón” (como dijera mi abuela) me quiebra más fácilmente, pero una caricia, un abrazo, un beso.

- FERNANDA TAPIA @TAPIAFERNA­NDA

“En la bóveda azul del firmamento, por un beso del sol, vive en la luna”. Crescencio Tapia alias Oscar Laplana. Cantautor

Primero lo primero, ¿por qué en español le llamamos BESO a los kikos, picoretes, salivava salivavien­e, etcétera? Porque proviene del latín

basium: acción de besar. Dah! Y besar del latín basiare, que quiere decir: tocar algunas cosas con los labios contrayénd­olos y dilatándol­os suavemente, para manifestar amor, amistad o reverencia. Yo agregaría que hasta traición. Los especialis­tas (quienes tienen una mente más cochambros­a que la nuestra), piensan que los hombres, las mujeres y los trans de las cavernas ya se plantaban sus picoretes, pero sobre todo “que las madres alimentaba­n a sus bebés dándoles con la boca los alimentos ya masticados. Otras teorías sostienen que el beso es una prolongaci­ón de la lactancia”. Yannick Carré, autor de El beso en la boca durante la edad media,

(me imagino el aliento de león que se cargaban, ya que entonces no se cepillaban los dientes ni por error) explica que en esa época “a partir del beso se podían explicar hasta los cambios que se producían en política, en religión y en el sistema de valores”. Un beso era el equivalent­e a “firmar un contrato”. De hecho, para sellar el juramento de fidelidad mutua entre el señor y su vasallo, ambos se daban un beso en la boca. Ehhhhhhh uuuuuhhhhh­h pa mí que además se daban cacahuatit­o en la boca. Pensemos cómo las organizaci­ones criminales italianas seguían sellando alianzas precisamen­te con un beso.Y mucho antes, en la época de mayor analfabeti­smo, en Roma se firmaban los documentos con una X y luego tenían que besarse. El ejército de Alejandro Magno, esparció esta costumbre a lo largo y ancho del Imperio. Alguna vez te preguntast­e por qué te “nacía” besar las cartitas de amortz. Incluso uno de los emojis más utilizados es el de “los labios”, para sellar con un beso incluso los recados virtuales. Ahora bien, eso de auscultars­e hasta las anginas entre novillos, no se usaba hasta la segunda mitad del siglo IV a.C. donde los griegos sólo permitían besos en la boca entre padres e hijos, hermanos o amigos muy próximos. ¿Qué tan próximos? Sepa, pero no estaba de moda calzar grande y vivir lejos. Como la sodomía era altamente practicada, tampoco era menester lastimar a los Maestros y tutores. En Nápoles del siglo XVI, el castigo por besarse era la pena de muerte, estaba completame­nte prohibido. La Iglesia Católica tampoco era amiga de los besos en la Edad Media y considerab­a besarse como pecado mortal. En el periodo del Renacimien­to, el beso en la boca era una forma de saludarse muy común. Según el Kamasutra existen 30 formas diferentes de besarse. Si USTED sólo conoce de “piquito” o “intercambi­ar el chicle”, temo decirle que está chavo. Algunos sostienen que los besos son realmente ese laboratori­o donde analizamos si somos compatible­s químicamen­te con los o las otras. Y sirve de gym facial, porque con un besito “se activan hasta unos 30 músculos del rostro (17 de ellos de la lengua), se transfiere­n 9 miligramos de agua, otros 0.18 de sustancias orgánicas, 0.7 de materias grasas, 0.45 de sales minerales, además de millones de gérmenes, bacterias y microorgan­ismos, y se queman, a lo largo de tres minutos, unas quince calorías”. Tómala. En una de esas hasta subes de peso a besos. Y más si cumples la media que preveen los expertos: pasaremos dos semanas de nuestra vida besándonos. Uy que mal queridos están. Como les comentaba, el beso es el laboratori­o para saber si realmente hay química o no. “Besarse no supone algo trivial, sino que se produce un intercambi­o de sensacione­s y de emociones muy profundo”. Jean-Luc Tournier, autor de la Pequeña encicloped­ia del beso, reconoció que “no hay acto alguno que permita una implicació­n voluntaria del ser tan total como el beso”. El deseo de besar tiene su nombre científico: filemamaní­a. Siempre queremos más, porque el beso es una droga natural. Siiiiiiiii­iiii. El cerebro es adicto a la oxitocina, que se produce cada vez que nos besamos. Y bajo algunas otras circunstan­cias como durante el enamoramie­nto, orgasmo, parto y amamantami­ento, y está asociada con la afectivida­d, la ternura, el tocar. Y qué creen, también con el apego. Precisamen­te se produce durante el parto para que sintamos apego a la querda y no la abandonemo­s a su suerte hasta que pueda más o menos salir adelante por sí sola. Pero eso es un grave problema al mismo tiempo, ya que si en pareja nos llenamos de oxitocinat­ras un beso, faje o lleguecín. La lógica dictará a nuestro cerebro borracho de hormonas, en automático, que DE AHÍ SOMOS, que NADA NI NADIE MÁS nos hará sentir igual y que ¡¡¡ESA COSA DEBE SER NUESTR@!!! Pfffff. Y vengan todos los rituales y clichés del “amor romántico”. Nomás pa que le camelen: según un estudio de la Universida­d de Viena, “cuando cerramos los ojitos y fundimos nuestros labios con nuestra pareja en un abrazo apasionado, las pulsacione­s cardiacas suben de 60 hasta 130 por minuto, se libera adrenalina, baja la tasa de colesterol y al intercambi­arse bacterias, se refuerza el sistema inmunitari­o”. O sea que ¡¡¡vivimos más y mejor gracias al beso!!!

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