Publimetro Ciudad de Mexico

UN DÍA EN LA CAÓTICA VIDA DE UNA MAMÁ

- SARA ROSENTHAL FUNDADORA DE NARAN XADUL * Esta columna sólo refleja el punto de vista de su autor.

Son las 9 PM, hora perfecta para acostar niños, abandonar el celular y cualquier otro aparato electrónic­o, y acostarse a descansar. Por supuesto, también es la única hora del día que tienes para ti misma, por lo que aprovechas para leer, hacer manualidad­es, limpiar a fondo, perderte en Pinterest durante más de 40 minutos, preparar el uniforme de mañana y tomarte el cafecito (que ya está frío, pues lo olvidaste en el horno otra vez).

Ahora son las 12:33 y, claro, no estás dormida

Tu plan es levantarte a las cinco de la mañana para tomar café (caliente, ahora sí). Sin embargo, cuando dan las seis, quieres seguir durmiendo. Presionas snooze una y dos veces hasta que te convences de ponerte en pie, despertar a los niños, buscar los calcetines y los zapatos perdidos, preparar un lunch con el que nunca están conformes (siempre quieren pizza o hot cakes, no ese sándwich de jamón que hiciste con tanto cariño) y, por fin, salir de casa.

Después de dejar a los niños temprano (de puro milagro), llegas derrapando al trabajo. Había junta a primera hora de la mañana (el horario lo decidió alguien que no tiene hijos, segurament­e) y no te das cuenta de que tienes el saco manchado de leche, papilla o cualquier sustancia que el bebé te haya dejado embarrada como recuerdo.

¡Y no sólo eso! Mientras trabajas eficientem­ente, debes resolver otros 99 problemas. Tienes que llamar a tu mamá, por ejemplo, para que no piense que te olvidaste de ella y sólo la necesitas para que te cuide a los niños. O llamar al pediatra porque el bebé está muy molesto con ese diente que le está saliendo (y terminas cuestionán­dote si el pediatra es de verdad confiable o ya mejor intentas con la homeopatía). O pensar y repensar cómo lavar esa pila de ropa sucia pendiente, sobre todo, el pantalón negro que el niño debe llevar al día siguiente. También piensas en formas de volver a reunirte con tus amigas, a las que tienes muy abandonada­s desde hace meses. Y te inventas frases ingeniosas para responderl­e a tu suegra la próxima vez que se atreva a preguntart­e cuánto tiempo piensas darle leche materna al bebé.

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