Publimetro Ciudad de Mexico

LA MÚSICA INVISIBLE

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Platicando con mi maestro de inglés acerca de los discos acetatos, surgió el comentario de que antes la música era física, es decir, gozabas de la sensación de comprar, no de rentar; de abrir, oler, tocar, hojear y al tener en tus manos un LP o cassette, tener que ponerlo en un reproducto­r para escuchar. Era toda una experienci­a; cuando querías un disco había que ahorrar, ir a la tienda, en muchas ocasiones hacer fila para adquirir lo que podías considerar una pieza de colección o, dependiend­o el caso, podía ser música de ocasión. Con el paso de los años, la música en su formato se fue haciendo más pequeña, más angosta, olía diferente, llegó el disco compacto, llegó el DAT y con esto hubo que invertir en cambiar los aparatos de reproducci­ón. En más de una ocasión pensamos que las tornamesas y las caseteras no se volverían a usar jamás; hoy son artículos que guardamos para nosotros, para nuestros momentos íntimos y que muy pocos poseen. Eso a pesar de que en el caso de los discos de vinilo se pusieron de nuevo de moda y se están vendiendo. El tiempo marcó el destino de la música, llegó la posibilida­d de crear un archivo digital con la compresión necesaria para ser escuchado y con el tamaño en miles para poder archivarse en un CD, en un disco duro o hasta en un USB. Hoy en día todo cambió, la música existe, las canciones existen, los tracks en vivo existen; emocionan, hay éxitos, son globales de manera más rápida, no se rayan, no se enreda la cinta, sólo que, pareciera que hoy no ocupan un lugar en el espacio, pareciera que hoy la música suena pero es invisible; no huele, no se toca, hoy se paga una renta en cientos de miles para poder escuchar a tus mismas cien o cincuenta canciones favoritas, las de toda la vida, de las que seguro tienes discos y están en tus cassettes, con las que te casaste, tuviste el más intenso de tus romances, antes estaba en una tienda, en un tianguis, se rolaban o están en la nube, una nube que no sabemos exactament­e dónde está, cuándo se llena o si –por tanta música guardada– un día puede explotar. Antes los discos se perdían, hoy las canciones se borran de las grandes consolas que fueron protagonis­tas de las salas de cualquier cantidad de hogares, pasamos a los celulares. Ahí está todo, en la palma de tu mano. De tener un mueble en donde estaban tus artistas favoritos por orden alfabético –pero que sólo bastaba jalar el material para ponerlo a sonar y lo podía hacer cualquier persona que tuviera acceso a él– a requerir de un usuario y una contraseña.

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