LA ESTRATEGIA DE LA CASA BLANCA PARA EL TLCAN FRUSTRA A LAS EMPRESAS\
El intento del presidente Trump de renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ha sido un proceso accidentado desde el comienzo, dado que las divisiones internas y una burocracia con poco personal con frecuencia dejó a las grandes
La estrategia de la Casa Blanca ha puesto el futuro del acuerdo comercial de 1994 en duda y dejó a Canadá, México y muchas de las principales empresas estadounidenses en la frustración y el desconcierto.
Los documentos muestran que las corporaciones y los grupos de comercio – como la Cámara de Comercio de Estados Unidos y la Asociación Nacional de Fabricantes (NAM, por su sigla en inglés)– que luchan para hacerse oír al interior de un gobierno supuestamente amigable con las empresas enviaron correos electrónicos cuyo tono era cada vez más alarmante a la Oficina del Representante de Comercio de Estados Unidos en re- lación con su estrategia para reescribir el acuerdo.
A lo largo de la primavera y el verano del año pasado, los negociadores comerciales de alto nivel cancelaron en repetidas ocasiones reuniones con la Cámara, hasta que finalmente enviaron a un asistente de 24 años para que se reuniera con una delegación que se esperaba incluyera a representantes de más de 50 de las empresas y organizaciones estadounidenses más importantes como Walmart, UPS, The Walt Disney Co., General Electric, General Motors, Caterpillar y Boeing.
En agosto pasado, antes de la segunda ronda de las negociaciones del TLCAN en México, un funcionario del Consejo de Estados Unidos para los Negocios Internacio- nales les suplicó llevar a cabo “una reunión urgente con ustedes y su equipo antes de que se dirijan a México a la segunda ronda de negociaciones”.
“No hay forma de hacer suficiente énfasis en el grado de preocupación entre la comunidad empresarial con base en los informes de prensa que hemos visto de cambios importantes en la política estadounidense”, escribió el funcionario Shaun Donnelly. Un funcionario de comercio programó una reunión para la semana siguiente.
Incluso la industria manufacturera –que Trump ha colocado en el centro de su agenda económica– ha descubierto que sus preocupaciones no son consideradas de gran importancia y está
“No hay forma de hacer suficiente énfasis en el grado de preocupación entre la comunidad empresarial con base en los informes de prensa que hemos visto de cambios importantes en la política estadounidense”,
escribió el funcionario Shaun Donnelly.
teniendo dificultad para cambiar el enfoque de la Casa Blanca.
“Es difícil sostener un debate cuando no se dan detalles de hacia dónde se dirige realmente el gobierno, incluso a un nivel general, sino hasta que básicamente ya se tomaron las decisiones”, escribió Linda Dempsey, vicepresidenta de políticas para asuntos de economía internacional de la Asociación Nacional de Fabricantes, en un correo electrónico a un representante del gobierno estadounidense en octubre,
justo antes de que tuviera lugar otra ronda de negociaciones entre Canadá, México y Estados Unidos.
American Oversight, una organización sin fines de lucro que se estableció para investigar al gobierno de Trump, obtuvo el correo electrónico y los demás documentos a través de la Ley de Libertad de Información de Estados Unidos. Los documentos, que incluyen correos electrónicos al representante de Comercio de Estados Unidos, abarcan el periodo de febrero de 2017, cuando todavía no se nombraba a muchos de los miembros de más alto nivel de la agencia, hasta noviembre, cuando Estados Unidos dio a conocer sus principales metas de negociación para el TLCAN con Canadá y México.
Los correos electrónicos revelan una operación básica a medida que Estados Unidos se embarcaba en la revisión de un acuerdo comercial que se ha vuelto fundamental para las muchas empresas estadounidenses cuyas cadenas de suministro dependen del TLCAN. Las negociaciones ahora están estancadas debido a divisiones profundas entre los tres países. El gobierno de Trump ha golpeado a Canadá y México con aranceles al acero y al aluminio para forzar concesiones, pero hasta ahora la medida únicamente ha provocado gravámenes en represalia.
La estrategia de la Casa Blanca ha desatado críticas generalizadas de empresarios, así como de legislado- res republicanos, quienes en público y en privado han tratado de persuadir a los funcionarios de Comercio de no debilitar un acuerdo que es crucial para las empresas en sus estados.
Después de que Thomas J. Donohue, presidente de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, acusó al gobierno en octubre de diseñar “propuestas que son píldoras venenosas” que sabotearían el TLCAN, Emily Davis, vocera del representante de Comercio de Estados Unidos, contraatacó en una declaración en la que decía que esos comentarios se esperaban de “cabilderos atrincherados en Washington y asociaciones de comercio”.
“Siempre hemos sabido que secar el pantano sería controvertido en Washington”, continuó.
Ese mismo mes, en comentarios a reporteros, Robert E. Lighthizer, el representante de Comercio de Estados Unidos, comparó los cambios propuestos al TLCAN con quitarle “un poco de azúcar” a las corporaciones estadounidenses.
Sin embargo, los funcionarios gubernamentales no siempre han estado alineados en cuanto a la estrategia ni al mensaje.
En mayo de 2017, John Melle, el principal negociador del TLCAN, criticó los comentarios del secretario de Comercio Wilbur Ross, quien había señalado públicamente que se esperaba que las negociaciones del TLCAN fueran “largas y complicadas” y muy posiblemente terminaran en acuerdos bilaterales separados.
“¡No ayuda y no es el mensaje que ARL había enviado!”, escribió Melle, usando las iniciales en inglés del embajador Robert Lighthizer en el mensaje. La respuesta vino en un correo electrónico a Dempsey enviado por la Asociación Nacional de Fabricantes, que había reenviado a Melle los comentarios del secretario de comercio.
En la primavera de 2017, los empleados de la Oficina del Representante de Comercio de Estados Unidos dijeron que el personal era “escaso” y compararon su trabajo con “tomar agua directo de una manguera contra incendios”.
Austin Evers, director ejecutivo de American Oversight, comentó que los correos electrónicos mostraban a un gobierno que trataba de rescribir de manera improvisada un acuerdo comercial con enormes implicaciones económicas.
“A fin de que las declaraciones públicas agresivas e incendiarias del presidente coincidan, los funcionarios se desviven para convertir sus tuits en políticas”, mencionó Evers. “Vemos a Trump prometiendo victorias importantes en las negociaciones comerciales pero, si echamos un vistazo a lo que sucede al interior, vemos que estaban construyendo la aeronave al vuelo”.
La desavenencia entre la comunidad empresarial y el gobierno se deriva, principalmente, de las opiniones divergentes en cuanto a los beneficios del TLCAN. La política de ‘Estados Unidos primero’ de Trump ha motivado a Estados Unidos a hacer exigencias como eliminar las protecciones a la inversión con las que están de acuerdo las grandes empresas, pero que el gobierno del presidente critica por considerarlas beneficencia corporativa. La Casa Blanca también ha propuesto elevar de manera drástica el umbral del porcentaje de un automóvil que debe fabricarse en América del Norte con el fin de calificar para la exención de aranceles conforme al TLCAN.
Estas exigencias molestaron a Canadá y México y preocuparon a muchas empresas, que argumentan que las políticas del gobierno estadounidense en realidad acabarán dañando a la gente que se proponen ayudar, incluyendo a los fabricantes.
Vemos a Trump prometiendo victorias importantes en las negociaciones comerciales pero, si echamos un vistazo a lo que sucede al interior, vemos que estaban construyendo la aeronave al vuelo”
Austin Evers, director ejecutivo de American Oversight