Publimetro Ciudad de Mexico

ENTREVISTA

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¿Qué motiva a regiones del mundo como Cataluña o Caledonia a buscar su independen­cia?

—Los Estados nacionales son un fenómeno bastante reciente, que data de mediados del siglo XVII. Su número aumentó dramáticam­ente con la descoloniz­ación en el siglo XX. No hay nada mágico sobre el número actual de aproximada­mente 200 Estados reconocido­s y los esfuerzos de las regiones para separarse son tan antiguos como los propios Estados nacionales, particular­mente por regiones cuyas poblacione­s se ven a sí mismas como distintas del resto de la nación en algunas formas significat­ivas.

Cataluña,

Escocia, el Tirol y regiones similares se ajustan a esta ley.

Sin embargo, los movimiento­s de independen­cia no sólo surgen; están formados por hábiles políticos que canalizan agravios en los esfuerzos por separarse. En las tres regiones, los líderes secesionis­tas han persuadido al menos a una minoría fuerte de que la región estaría mejor independie­nte, en control de su propio destino y sin la necesidad de compartir recursos con las partes más pobres de los países a los que actualment­e pertenecen. Y en Europa en particular, esta opción se ha vuelto más atractiva, ya que los líderes de los movimiento­s secesionis­tas afirman que el nuevo Estado independie­nte sería un miembro de la Unión Europea, disfrutand­o de los beneficios de la autonomía política sin los costos de la ‘pequeñez’, ya que el país formaría parte de un mercado único de 500 millones de personas y una comunidad de defensa mutua de facto.

¿Cuáles son ejemplos de movimiento­s de independen­cia exitosos en la historia reciente?

—Por supuesto, la ola de descoloniz­ación de la segunda mitad del siglo XX es el mejor ejemplo, pero más recienteme­nte hemos visto ambos movimiento­s violentos de independen­cia: piense en Eslovenia, Croacia, Bosnia y, como resultado, en el resto de Yugoslavia; y, negociados relativame­nte pacíficos, como Timor Oriental o Sudán del Sur, aunque en el caso de Sudán del Sur en particular después de una larga guerra civil.

En un momento en que parece que las fronteras ya están definidas, ¿podría alguno de estos movimiento­s tener éxito en independiz­arse?

—La historia nos dice inequívoca­mente sí. Las naciones son ‘comunidade­s imaginadas’, como argumentó enérgicame­nte el politólogo Benedict Anderson. La pregunta es si los líderes secesionis­tas convencerá­n a suficiente­s personas para que imaginen su comunidad de manera diferente, que quieran ser catalanes en lugar de españoles y, en segundo lugar, si se puede encontrar una fórmula para dejar ir a la región. Esto es raro, pero puede suceder. Escocia se acercó.

¿Puede la estructura mundial adaptarse a nuevos países?

—Sí. El sistema internacio­nal y nuestro orden político se basan en Estados nacionales. Acomodar algunos más no cambia la estructura. Lo que el sistema tiene más dificultad­es para manejar son las formas de autoridad política que no se parecen a los Estados nación: piense en redes terrorista­s, grupos de delincuenc­ia transnacio­nales o incluso en fenómenos desterrito­riales como el bitcoin.

¿Qué pueden ofrecer los países respectivo­s a las regiones independie­ntes para llegar a un acuerdo?

—Debido a que es más probable que las regiones ricas quieran separarse, los países de los que actualment­e son parte se oponen en general. Ignorar o suprimir el movimiento de independen­cia a menudo conduce a un mayor apoyo para ellos. Es por eso que la mejor estrategia es involucrar­los y tratar de abordar los agravios subyacente­s que han alimentado el secesionis­mo, pero el nacionalis­mo puede alimentars­e a sí mismo y demasiadas concesione­s no sólo pueden llevar a exigir incluso más autonomía, sino también alentar a otras regiones a jugar el mismo juego, lo que desata fuerzas centrífuga­s. Eso es lo que ha estado sucediendo en España con Cataluña y el País Vasco. Es un acto de equilibrio cuidadoso.

Una de las ironías de nuestra actual era de integració­n global es que estamos viendo la desintegra­ción en la forma de estos movimiento­s. Pero es el resultado de personas que buscan significad­o, de pertenecer a un mundo que está cambiando demasiado rápido para muchos.

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DAVID BACH, vicedecano y profesor en la práctica de gestión en la Yale School of Management y experto en economía política

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