IDENTIDAD
Y si en lugar de voltear al cielo en busca de respuestas a las plegarias, y si en lugar de buscar a Dios en un lugar distante, y si en lugar de verlo como a un ser alejado, familiar pero ajeno, suficientemente lejos como para no escuchar o no solucionar las cosas como las arreglaríamos desde nuestra perspectiva humana. Y si en lugar de tomarlo por un camino u otro, lo o la contempláramos aquí, allá, arriba, abajo, dentro, fuera, por todas partes. Si en lugar de humanizarlo tanto lo naturalizamos más, y lo traemos a la respiración, a cada una de las células, a la fuerza del torrente sanguíneo, al bombeo del corazón, a las moléculas y átomos, al espacio vacío de todo cuanto es y existe. Y no sólo como el creador, sino como ella/él viviéndose, experimentándose, recreándose a sí mismo/a. Un poco más cercana a las visiones de pueblos originarios del mundo, esta manera de concebir, y más allá: de experienciar a Dios/Diosa, todo lo que Es y existe, nos ofrece la oportunidad de sentirnos parte de lo Divino, y como tal, extensiones todos de la vida, de ida y retorno, sin cortes ni segmentos, y sin necesidad de ser dogmáticos con una u otra creencias, sino prácticos a la hora de vivir. No nos vayamos tan lejos cuando pidamos o pensemos en lo divino, mejor aprendamos a apropiarlo por convicción, por aprecio y valor por la vida. Entendamos al otro, al ser querido, al compañero de salón, de oficina, al enemigo, a los conocidos y desconocidos, como parte de ese Ser divino. Amemos a la naturaleza como ese Ser divino, procurándola, realizando prácticas que la conserven y generen más vida, respetando los ecosistemas, cuidando a todos los reinos, honrándola como el sustento de nuestra casa. Amémonos a nosotros mismos, cuidando del cuerpo, de la mente y del alma, recordemos que no sólo somos un cuerpo físico, y que aunque éste se lleve todas las coronas y la atención, sin los otros dos cuerpos se pierde todo el equilibrio.