ENTREVISTA
¿La castración química atenta contra la dignidad del ser humano?
— A consideración nuestra, sí lo es. Habría que debatir en un plano de aspectos generales de la pena, pues si aceptamos que vivimos bajo un contrato social y conocemos la consecuencias de separarnos del mismo, una persona que delinque sexualmente, y destruye bienes jurídicos tan importantes como el desarrollo sexual, la libertad sexual y/o, el desarrollo piscosexual del ser humano, acepta, al delinquir, que se le imponga un castigo.
No obstante, no podemos tener penas que atenten contra nuestra autodeterminación y anticipen conductas en el futuro.
¿México debe aprobar la castración química ante el creciente número de feminicidios?
— Recordemos que el fin no justifica los medios. El feminicidio es un delito cuyas causas son muy variables y para inhibir este tipo de conductas, se deben atender las causas, no únicamente las consecuencias. Se debe educar, romper con los roles y patrones asumidos. Además, debe fortalecerse la procuración y administración de justicia. México no tiene un problema de leyes, tiene un problema de impartición de justicia.
La imposición de una pena que atenta contra la dignidad humana, para inhibir la comisión de delitos contra la mujer, es tener una actitud reactiva no preventiva; de nada sirve una pena, si no se impone.
Aumentar penas que atenten contra la dignidad humana, en México nos alejaría del estado democrático de derecho que, como obra negra construimos día a día. Y nos acercaría a un régimen dictatorial en que la persona sea un medio para conseguir fines sociales.
No olvidemos que las penas tienen que ser congruentes con las conductas, proporcionales, justas y respetuosas de los derechos humanos.
¿Es viable una propuesta de esa naturaleza a la luz del sistema de justicia penal y el principio de justicia restaurativa?
— No sólo no es viable, es contradictorio. El daño que se causa con un delito de odio es incalculable. La justicia restaurativa busca la reconstrucción del tejido social. Busca restituir las cosas al estado en el que se encontraban antes de que se cometiera el delito.
Una pena como la castración química puede no ser justicia, suena más a retribución; puede entenderse en cierto momento como la satisfacción de un deseo de venganza que nace en el ser humano cuando se es víctima del delito. Como la víctima no puede satisfacer ese deseo de venganza porque se haría justicia por propia mano, recurre al Estado para que ejercite esa venganza como política criminal. Un Estado (en otras cosas) está para cuidar la armonía de sus miembros, no para constituirse como “vigilante” ni coadyuvar a la satisfacción de vendettas personales.