La migración venezolana, una ola de desesperación sin precedentes
Venezuela vive la peor crisis humanitaria en los últimos 50 años en Latinoamérica, se estima que cerca de 2.5 millones de personas han huido de su país durante el gobierno de Maduro
“Esta crisis plantea un enorme test a la larga tradición jurídica del asilo en América”
Rita Lages, abogada especializada en migraciones
La crisis que azota a Venezuela ha dejado de ser un problema exclusivo del país caribeño, y se ha convertido en un completo dolor de cabeza para toda la región, que busca de manera urgente dar una respuesta coordinada ante el riesgo de que los servicios públicos se colapsen y la xenofobia aumente.
Los venezolanos ya no migran, huyen de un país en ruinas. El paso constante de peatones por el puente internacional se ha convertido en la imagen de una migración sin precedentes en la región.
Si los primeros venezolanos que migraron se fueron en avión, los que más se resistían a dejar su país ahora se ven forzados a escapar a pie, cargados de miedo y esperanza, confiando en que la opción migratoria sea una oportunidad para mejorar su situación y sin saber si algún día regresarán al hogar que dejaron atrás.
El migrante venezolano sigue siendo mayoritariamente profesional, aunque ya se estima que 12% de los que se marchan están en los estratos más pobres. Y cada persona que se marcha supone una historia de sacrificio: muchos de los que conforman la nueva oleada de migrantes se mueven a pie, en una odisea que dura días e, incluso, semanas y en condiciones precarias. Muchos se quedan sin recursos para continuar el viaje y se ven obligados a vivir en parques públicos y a recurrir a la mendicidad y otros mecanismos perjudiciales para satisfacer sus necesidades diarias.
Del goteo a la masa: hambre y desesperación
La razón del éxodo venezolano no responde a un conflicto, como era el caso de Colombia o Siria, sino a una crisis económica caracterizada por la escasez de bienes fundamentales (comida o medicinas), hiperinflación y salarios bajos, a lo que se suma la restricción de derechos civiles y políticos.
Hay informes que señalan que
1.3 millones sufren desnutrición. La gran escasez de medicamentos básicos y suministros médicos hace que los más de 100 mil pacientes con VIH y sida queden en riesgo por la falta de medicación necesaria. Además de que enfermedades antes erradicadas como el sarampión, la malaria, la tuberculosis y la difteria están nuevamente presentes y van al alza, señala Stephane Dujarric, portavoz del secretario general de la ONU.
Las cifras del adiós
Hasta junio de 2018, se estimaba que 2.3 millones de venezolanos –7 de cada 100– de los 32.8 millones de habitantes han salido del país, principalmente hacia Colombia, Ecuador, Perú y Brasil; sin embargo, es difícil saber con precisión la magnitud de la migración, ya que el gobierno no ofrece estadísticas sobre el éxodo.
Según cifras de la OIM, la presencia de los venezolanos en países sudamericanos pasó de 88 mil 975 –reportados en 2015– a 885 mil 891 personas en 2017. Casi el 50% de la población migrante de este país.
Los ataques xenófobos
Venezuela ha pasado de ser un Estado receptor a emisor. Es un país que tradicionalmente ha acogido a miles de refugiados de todo el mundo, entre ellos, de Argentina, Chile y Uruguay, siendo la escritora chilena Isabel
Allende una de las huéspedes más célebres.
Según sostiene Olga Sarrado, oficial de comunicación e información pública de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), “los países de la región, así como sus ciudadanos, han mostrado gran generosidad y solidaridad en la acogida de venezolanos que han llegado a sus fronteras, manteniendo una política de puertas abiertas, pero con las elevadas cifras de venezolanos que cada día cruzan, la capacidad de recepción y provisión de los países de destino se encuentran bajo presión”.