Publimetro Ciudad de Mexico

FORTUNA, ÉXITO Y RIESGO

- IVAN BARONA DIRECTOR DE GBMHOMEBRO­KER

Según la mitología romana, Fortuna era la diosa de la suerte, solía representa­rse con los ojos cubiertos y una de sus caracterís­ticas era ser caprichosa.

Aunque abarcaba ambos espectros de la suerte, buena o mala, comúnmente se asociaba con lo bueno.

Hoy en día, esta palabra puede utilizarse como sinónimo de un alto patrimonio, ejemplo: “la fortuna de Jeff Bezos asciende a 164 mil millones de dólares”, reforzando la asociación positiva de la aleatoried­ad. Con anteriorid­ad he comentado sobre los sesgos que ha logrado identifica­r la Economía Conductual, al apoyarse fuertement­e en la psicología, y hoy me gustaría ahondar en el “Error Fundamenta­l de Atribución” o Self-Attributio­n Bias.

¿En qué consiste el Error Fundamenta­l de Atribución?

Es la tendencia a exaltar nuestras habilidade­s como causa de nuestros éxitos, y atribuir a factores externos nuestros fracasos.

Con la particular­idad de que, en caso de analizar el desempeño de un tercero, observaría­mos a la suerte como agente de su éxito y a su capacidad como responsabl­e de sus errores.

En el mundo de las finanzas, hemos hecho énfasis que el rendimient­o guarda una relación estrecha con el riesgo. Y que el desempeño, como en gran cantidad de disciplina­s, viene de una combinació­n de habilidad y suerte. Entenderem­os entonces el riesgo de no evaluar de manera objetiva y correcta la participac­ión de la suerte y habilidad en nuestros resultados.

Que no se mal entienda, no hay nada de malo en recibir una ayuda del destino, o la casualidad, pero, si creemos que el éxito siempre estará de nuestro lado, podríamos obviar una piedra angular, el control del riesgo.

En alguna ocasión, Aswath Damodaran comentó que jugando Monopoly con sus hijas, una de ellas dio una excelente definición de bancarrota: “no puedes seguir jugando”.

Y es aquí donde la peor de las suertes no puede ser designada como la culpable, el control del riesgo es responsabi­lidad de la estrategia.

Quedar expuesto a no seguir jugando siempre será atribuible a la habilidad del inversioni­sta, y considerar que ésta es superior a lo que en verdad es (por un sesgo conductual) supone un riesgo importante.

“Una excelente definición de bancarrota es ‘no puedes seguir jugando’”

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