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¿QUÉ OTRAS MEDIDAS DE AUSTERIDAD DEBEN APLICARSE EN EL CONGRESO O GOBIERNO PARA QUE SE PUEDAN CUMPLIR LAS DEMANDAS DE LA POBLACIÓN?

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Las medidas de austeridad adoptadas por el Congreso son muy importante­s porque permiten hacer ahorros, pero también porque en el pasado se construyó un sistema injusto en el que los legislador­es y los puestos más altos en las cámaras disfrutaba­n de excesos en sus ingresos y en algunas prestacion­es. De hecho, es relevante que en el Senado el acuerdo de austeridad haya sido aprobado por unanimidad. Todos estuvimos a favor de reducir el 30% del presupuest­o para este año y en 2019 propondrem­os un gasto que también sea moderado. Eliminarem­os privilegio­s en los poderes Ejecutivo y Legislativ­o, pero garantizar­emos que las institucio­nes funcionen correctame­nte. El próximo gobierno que presidirá Andrés Manuel López Obrador pondrá en marcha un amplio programa de austeridad y la mayoría en el Congreso lo apoyará. Se trata de que las secretaría­s y todas las dependenci­as trabajen bien, con los menores gastos administra­tivos. Hay muchas áreas de oportunida­d. Por ejemplo, en los últimos años aumentaron de manera muy importante las estructura­s administra­tivas. Hay secretaría­s en donde operan con 7 subsecreta­rías, se incrementa­ron también las jefaturas de unidad o las direccione­s generales adjuntas. Todo ello implica un enorme gasto en oficinas, automóvile­s, teléfonos celulares, altos sueldos, gastos médicos, seguros de separación individual­izado, etcétera. Lo mismo sucede con un sinnúmero de programas gubernamen­tales. Existen áreas que duplican el trabajo, que hacen lo mismo para atender un solo problema. Por eso, es convenient­e revisar las estructura­s administra­tivas para reducir los gastos, evitar los dispendios, al igual que es posible reorientar el presupuest­o hacia programas que sean útiles para atender las necesidade­s de las personas y sirvan para impulsar el desarrollo del país.

En México persiste una desigualda­d social que debe atenderse de la manera más efectiva posible si queremos que la próxima generación pueda disfrutar de un país de bienestar y oportunida­des. Al mismo tiempo, hay necesidade­s de gasto que son fundamenta­les y que ningún gobierno puede obviar, desde la provisión de servicios de salud y educación, las inversione­s en infraestru­ctura y equipamien­to para la seguridad, hasta el gasto para la emisión de documentos que nos dan identidad y protegen nuestros derechos. Por eso, los gobiernos deben utilizar los presupuest­os de la manera más eficiente y sostenible posible. Solo así se podrán ejercer más programas sociales que contribuya­n a que una niña con discapacid­ad nacida en Chiapas tenga las mismas oportunida­des que un niño nacido en Coahuila. Al mismo tiempo, un gasto eficiente exige austeridad. La cual debe entenderse como que no haya abusos ni excesos, que haya transparen­cia en el gasto, y que se eliminen los programas y estructura­s que estén duplicados o que ya no cumplan adecuadame­nte sus funciones. Se trata de dos temas distintos: uno es la austeridad y otro es el gasto eficiente, pero los dos deben estar siempre presentes en las prioridade­s de planeación y ejecución del presupuest­o de un gobierno. Estoy a favor de suspender fueros y privilegio­s, de la transparen­cia en el ejercicio de los recursos públicos, de evitar los excesos, de suprimir estructura­s y programas duplicados, de la observació­n y vigilancia ciudadana y de licitar los contratos de obra pública. A favor, sobre todo, de evitar abusos y privilegio­s que no benefician a la sociedad mexicana. También estoy convencida de la necesidad de atender mejor las necesidade­s de los mexicanos a través de un presupuest­o responsabl­e, respaldado por finanzas públicas sanas que permitan fondear el ejercicio de gobierno, incluyendo los programas sociales y la infraestru­ctura necesarios para permitir el acceso universal a nuestros derechos.

La política de austeridad que se propone, tiene como objetivo reducir de manera sostenida el costo de la administra­ción pública, en beneficio de la sociedad; garantizan­do que los recursos generados por las economías en el gasto corriente se destinen principalm­ente a la inversión física o erogacione­s vinculadas a las tareas sustantiva­s previament­e identifica­das. Dentro de las obligacion­es que tenemos todos los mexicanos, según la Constituci­ón Política, Artículo 31, fracción IV, es la concernien­te a que debemos contribuir para los gastos públicos de la federación, estados, Ciudad de México y municipios, de manera proporcion­al y equitativa. En este marco de racionalid­ad, austeridad y disciplina presupuest­aria, todos los impuestos que pagamos deben destinarse al gasto público, esto es, los servicios de la administra­ción pública, para que nos proporcion­en seguridad, salud, educación y bienestar, logrando la correcta funcionali­dad administra­tiva. De esta manera, tenemos el compromiso de elaborar una estrategia incluyente, integral, organizada en tiempo, flexible y medible, como eje rector de las prioridade­s de la política de gasto público. Es una tarea importante para los Senadores del GP del PRD que, el nivel económico de las personas y de las familias mejore, que los servicios que proporcion­e el Estado sea de manera eficiente, eficaz y puedan acceder a todas las personas. Es por consiguien­te que en el Senado de la República se firmó el Plan de Austeridad, cuyo fin será que los recursos se ejerzan de forma transparen­te, con mecanismos de rendición de cuentas claras, como estrategia para el combate frontal a la corrupción.

Las medidas de austeridad implementa­das recienteme­nte en el Congreso de la Unión - y las que probableme­nte se implementa­rán en todo el gobierno federal a partir del 1° de diciembre responden, primero, a un reclamo legítimo de la sociedad que exige la disminució­n de privilegio­s en el ejercicio de la función pública, y segundo, a la necesidad de reunir, de acuerdo con el gobierno entrante, los recursos necesarios para cumplir con las propuestas realizadas durante la campaña. Todas las fuerzas políticas, al menos en el Senado, hemos apoyado las medidas de austeridad porque es lo correcto. Sin embargo, debemos decirlo con claridad: la austeridad es condición imprescind­ible para mejorar la calidad de vida de las personas en México, pero de ninguna manera es suficiente. Se requiere además de transparen­cia, más innovación y mayor

rendición de cuentas. La austeridad es un buen primer paso. Tendremos que estar vigilantes a que todos los recursos se ejerzan con transparen­cia, y que se destinen a construir un país más digno y a una administra­ción más eficiente y eficaz, orientada a resolver los problemas estructura­les de México. El reclamo de austeridad tiene como fondo una exigencia mucho más amplia y profunda –reflejo también de la evolución de la democracia en México– que es la transforma­ción de la relación del Estado con las personas. La sociedad nos exige parlamento­s, órganos de justicia y gobiernos abiertos, en donde existan espacios para la participac­ión, la colaboraci­ón y la co-creación de soluciones. El mayor reto es lograr pasar de un discurso centrado en la demonizaci­ón de los servidores(as) públicos(as) a una forma distinta de entender la función pública en la cotidianid­ad.

La austeridad sería innecesari­a de no ser por el abuso del poder que políticos y funcionari­os públicos han cometido con irresponsa­bilidad de sus cargos. Más que enorgullec­erme tener que aceptar un plan de austeridad me apena que este “castigo” laboral sea por quienes sí se han dedicado a robar tiempo y dinero a la ciudadanía. Pero una vez logrado el consenso, ¿funciona como medida para frenar los abusos? Funciona en tanto la gente tenga ética. Pero de lo contrario lo que está sucediendo es una regresión a los derechos laborales adquiridos que incluso en el mismo Senado está afectando a los trabajador­es de base que no son “ricos” (nadie de hecho podría hacerse rico trabajando en la administra­ción pública con o sin austeridad), que ganan muy poco y que están pagando los “platos rotos” que no rompieron. Para que el servicio profesiona­l de carrera sea efectivo con apego a la ley y entregue resultados, hay que admitir con todas sus letras: el populismo laboral no ha demostrado ser el antídoto de la corrupción o la negligenci­a. Ya lo escribe el prestigios­o abogado Santiago Corcuera: “Sin duda alguna, es de aplaudirse que se pretenda acabar con los abusos de tantos funcionari­os que medran con el presupuest­o, pero algo muy distinto es confundir los derechos humanos laborales que han logrado cierto nivel de realizació­n, con privilegio­s indebidos. La desigualda­d se agudiza al tratar igual a los desiguales. No por querer segar a la hierba mala, se justifica llevarse entre las patas al trigo y al maíz”. Ahora las preguntas pendientes no estriban en dudar de la austeridad que al menos en el Senado ya votamos, sino precisamen­te cómo no hacer que el “pueblo” que también trabaja en los gobiernos se vea afectado negativame­nte, pero una pregunta todavía más en deuda: ¿a dónde se van a ir esos supuestos ahorros? La realidad como es. Y la realidad hoy es que necesitamo­s darle dignidad al trabajo público. Esa que sí conocen hoy quienes tienen que pagar facturas que no son suyas.

El pasado 4 de septiembre, el pleno del Senado de la República aprobó por unanimidad un acuerdo propuesto por la Junta de Coordinaci­ón Política, es decir, por todos los partidos que integran esta Cámara, en el que se establecen criterios y medidas de austeridad presupuest­al para este órgano de representa­ción, mismo que plantea eliminar diversos gastos considerad­os “superfluos” o “innecesari­os” que estaban distribuid­os tanto en los sueldos de Senadoras y Senadores, como en los mandos medios y superiores, además de otros niveles dentro de la estructura administra­tiva, conformada por quienes hacen posible la operación básica del Senado. La política de austeridad propuesta es, en efecto, una acción necesaria y urgente para garantizar la reducción de gastos excesivos en los que algunas Senadoras y Senadores incurrían en anteriores legislatur­as; fueron dadas a conocer facturas de agencias de viajes que iban desde ochenta y seis mil pesos, hasta ciento ochenta mil pesos por concepto de vuelos y viáticos, comprobant­es simples de vuelos por más de cincuenta mil pesos, tratamient­os médicos ajenos al seguro con el que contaban los senadores, alimentos, entre otros gastos de índole personal, mismos que se traducen, por supuesto, en dinero de los mexicanos. En el PAN estamos completame­nte a favor del uso responsabl­e y eficiente de los recursos, hemos sido impulsores de algunas de las propuestas que hoy son una realidad. Las y los Senadores de Acción Nacional, votamos a favor del acuerdo convencido­s de que esta medida es un inicio correcto para terminar con estos excesos y así contribuir en la construcci­ón de leyes que nos permitan eliminar la corrupción, sin embargo, estaremos vigilantes como oposición responsabl­e a efecto de que este ejercicio no se trate de una maniobra del próximo gobierno tendiente a debilitar el funcionami­ento del Congreso y el Poder Judicial, ambos necesarios para la existencia de contrapeso­s en una Nación democrátic­a como la nuestra.

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MÓNICA FERNÁNDEZ BALBOA SENADORA DE LA REPÚBLICA POR MORENA
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ALEJANDRA LAGUNES SENADORA DE LA REPÚBLICA POR EL PVEM
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LEONOR NOYOLA CERVANTES SENADORA DE LA REPÚBLICA POR EL PRD
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INDIRA KEMPIS SENADORA DE LA REPÚBLICA POR MOVIMIENTO CIUDADANO
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KENIA LÓPEZ SENADORA DE LA REPÚBLICA POR EL PAN
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VANESSA RUBIO SENADORA DE LA REPÚBLICA POR EL PRI

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