ANTE TODO, SOLIDARIDAD
Más allá de la discusión generada por el ingreso a territorio nacional de la caravana migrante, es preciso entender este fenómeno como un éxodo desesperado que merece nuestra empatía y solidaridad.
El paso de los miles de centroamericanos exige plantear objetivos precisos en materia migratoria.
Nuestras leyes no criminalizan la migración, sino que la entienden como una realidad que sucede por distintas causas.
Los centroamericanos que atraviesan México, lo hacen impulsados por la necesidad de dejar atrás precariedades y violencia extrema. Su causa es la más fundamental: la vida.
El espíritu de lucha del ser humano lo lleva siempre a ignorar advertencias; por tal motivo, no existirá “solución” a este fenómeno hasta que no existan condiciones que permitan el desarrollo de manera pacífica y ordenada de las sociedades que hoy son expulsoras.
Los migrantes han sido y continuarán siendo reconocidos alrededor del mundo por sus inmensas contribuciones y retribuciones a los países que les han dado acogida.
Como he dicho antes, si existen personas criminales o con intenciones delictivas, éstas deben ser procesadas con apego a la ley, no asumidas como peligrosas por su nacionalidad o condición de tránsito.
De otra manera, caeríamos en la terrible falacia del odio y el miedo a lo que es distinto y foráneo. En Estados Unidos, el presidente Donald Trump advirtió que sus fuerzas de seguridad están dispuestas a utilizar armas letales contra pedradas de los migrantes centroamericanos.
Asegura que su meta es proteger su país de las “amenazas” que suponen las y los integrantes del éxodo; sin embargo, su temor es infundado.
México no puede caer en la trampa de temer a los más vulnerables o adscribirles generalizaciones que violenten su trayecto. Defender a un país implica mucho más que el resguardo de una frontera, es la devoción a los valores que le han dado gloria. Por tal motivo para México, la solidaridad con el migrante debe ser un irreductible.