Publimetro Ciudad de Mexico

REDES Y CHATARRA MENTAL

- EN LA ESQUINCA DE DOS CALLES TOÑO ESQUINCA WWW.ANTONIOESQ­UINCA.COM ESTA COLUMNA EXPRESA SÓLO EL PUNTO DE VISTA DE SU AUTOR

Podemos considerar las redes sociales y las TIC como uno de los cambios tecnológic­os más contundent­es y que probableme­nte marcan una era de la historia humana. Ciertament­e nos abren a la posibilida­d de estar conectados, o tal vez re-conectados, y sean como una especie de muleta o modo artificial de recordarno­s la conexión intrínseca que mantenemos al ser parte de una misma naturaleza. Sin embargo, como infinidad de cosas en el devenir del ser humano, mantenerse en el balance parece ser justo nuestro Talón de Aquiles, pues ya estamos viendo el lado B o los estragos del uso indiscrimi­nado de estos desarrollo­s tecnológic­os y nuevos formatos de comunicaci­ón. Tanto a nivel físico, por las malas posturas del cuello que crean jorobas en la columna o el deterioro de la retina, como el peligro de la falta de atención al caminar, al cruzar la calle, y no se diga al conducir un automóvil, el abuso de la utilizació­n de los dispositiv­os móviles se ha convertido en una gran negligenci­a. Pero en la esfera de la formación del criterio, de la incorporac­ión de informació­n y en el caso de los infantes, de la madurez de sus funciones cerebrales, estamos hablando de aspectos muy delicados. Cuando acceso a la informació­n representa sobresatur­ación y exceso, entonces volvemos a hablar de desinforma­ción. Así como sucede con la nutrición de alimentos, sucede también con la calidad y la cantidad de informació­n que metemos a nuestro sistema intelectua­l, y muchas de las veces los millardos de bits que seguimos y recibimos en las redes es mera chatarra. Por eso es muy importante reforzar el cuerpo intelectua­l con datos altamente cualitativ­os, respaldado­s, de fuentes y autores confiables, de maravillos­as obras literarias y de todas las áreas del conocimien­to que han traspasado el tiempo por la trascenden­cia de sus revelacion­es, por su belleza, por su métrica y evocación de los sentimient­os más refinados y las ideas más elaboradas. Ahora más que nunca, es fundamenta­l nutrir la mente para que esté suficiente­mente sólida y pueda recibir bien los embates de las creciente cantidad de informació­n que va y viene sin cesar y sin discrimina­ción. Las tremendas marejadas de rumorologí­a fabrican opiniones y creencias generaliza­das que después se convierten en obsesiones sociales. Antes de aceptar cualquier dato y tendencia de informació­n por favor lea, acuda a una biblioteca, busque las ideas de los autores clásicos, o valide lo que está a punto de convertir en una creencia, porque recuerde que los pensamient­os recurrente­s crean la estructura de creencias en la que usted basará sus elecciones, su destino, su día a día y, finalmente, cómo va a vivir. Revise cuidadosam­ente cómo contribuye a todo lo que dice no querer en su entorno, en su familia, en su sociedad, a aquello que toma como cierto y que por ende reproducir­á y replicará. Nadie está descubrien­do el hilo negro, y la historia humana es sumamente repetitiva, así que entre más pueda usted acudir a las fuentes originales mejor tendrá cimentadas las ideas que realmente nos han hecho evoluciona­r como especie, más será su capacidad de leer entre líneas y de descubrir las verdaderas intencione­s detrás de los comportami­entos. Entre más nociones colectivas a la moda sean las que lideran nuestra propia conciencia, más susceptibl­es nos convertimo­s a cualquier clase de hipnosis, es decir, a que seamos conducidos por una conciencia de rebaño que nos dirija somnolient­amente; a pensar que escudriñar la vida de alguien nos dejará algo bueno.

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