Publimetro Ciudad de Mexico

QUE INSPIRAN A MON LAFERTE

La cantautora nos confesó cuál fue la idea “romántica y rebelde” detrás de su nuevo disco, Norma, con el que desnuda su voz y su sentir en 10 canciones. Durante su encuentro con Publimetro, Mon nos contó detalles de su material

- LAURA LÓPEZ laura.lopez@publimetro.co LIZETH CADENA lizeth.cadena@publimetro.co CATALINA FORERO catalina.forero@publimetro.co

La cantautora chilena tomó las páginas de Publimetro no sólo para hablar de música. Como editora invitada, abordó temas como el feminismo, migración, legalizaci­ón de las drogas y también habló de cocina. Imperdible.

Háblanos de este disco, que trae sonidos nuevos y géneros que evocan el pasado. En una época en la que todos quieren hacer música futurista, regresas a la raíz.

— Creo que incluso el hacerlo de manera orgánica es futurista (risas), porque siento que va a regresar en algún momento. Todo regresa. El álbum se llama

Norma, mi primer nombre es ese, tiene 10 canciones y cada una relata una etapa de una relación de pareja. Es la primera vez que hago un álbum más de diseño, porque escribí consciente­mente cada canción pensando en las etapas del amor. Por ejemplo, la número uno es una cumbia, que se llama Ronroneo; la número dos es un danzón, que relata la etapa sexosa de la relación, cuando uno conoce a alguien y se la pasa todo el tiempo en eso. La canción tres es una salsa, Por qué me fui a enamorar de ti, y ahí pasé del sexo a la etapa de ‘me enamoré y no quería porque estaba comprometi­do’. La cuatro es Quédate esta noche, una balada que dice: ‘ok, tengo conflictos y no sé si quiero meterme en una relación’. La cinco se llama Caderas blancas y es una declaració­n de amor y de libertad. La seis es un mambo que habla acerca de los celos. La siete es El beso, cuando empieza a dejar de funcionar la relación, pero uno dice ‘pasémosla bien y sigamos adelante, esto huele a beso de despedida’. La ocho es Cumbia para olvidar, que es una canción más densa, de cuando las cosas no van bien. La nueve es mi favorita, se llama Funeral y es un bolero, cuando ya todo terminó y está la relación en esa etapa de hastío con la pareja. Y la última es una bachata que dice: ‘Si alguna vez nos volvemos a ver, gracias por lo que vivimos’, que sería lo ideal, aunque casi nunca terminan así.

El álbum lo grabé en vivo todo, en Capitol Studios, en Los Ángeles, que es un estudio muy importante. Tocamos una vez cada canción de corrido, y ya, ese es el álbum, no hay truco, porque hoy todo está muy arreglado, y éste no, lo que se tocó ese día es el álbum. Precisamen­te, como cuento una historia, me parecía que tenía que tener este aspecto teatral, sentía que grabarlo así me iba a dar además esa textura cinematogr­áfica. Hay una cosa también de ego, de decir que yo puedo cantar así, de corrido, sin que me afinen la voz. ¿Querías que fuera más

orgánico?

— Sí, la verdad es que yo abrazo todos los estilos de música y soy muy de mente abierta para todo, pero también hay una parte de mí es punk y rebelde en el fondo, que está un poco molesta con una industria que ocupa demasiado espacio. Y está bien que exista música bailable y arreglada, pero de pronto siento que hay un montón de proyectos súper interesant­es allá afuera (gente que toca la guitarra, que canta bien, que compone) y que esos espacios no están siendo ocupados por los artistas reales, sino por artistas que son más bien rostros de un marketing detrás de ellos. Y está bien, pero la balanza se tiene que nivelar un poquito. Que se hagan más discos en vivo, a ver si alguien más se suma, no sé. Es mi idea romántica rebelde.

¿Te gusta que te digan Norma?

— Odiaba que me dijeran Norma (risas), pero es una parte de mí. Lo que pasa es que mi abuela se llamaba Norma, mi mamá se llama Norma y a mí me pusieron Norma, entonces no me gustaba ser la ‘Normita’, además me parecía un nombre demasiado duro, y decidí que me dijeran Monserrat,

“Ahora la gente y el mundo tiene demasiados filtros. Cada vez, la sociedad nos está convencien­do de que no somos suficiente y tenemos que arreglar todo”

por eso ahora ponerle al álbum Norma fue para mí como una reconcilia­ción con el nombre.

En la portada del disco te vemos cortando una cebolla, ¿cuál es la simbología en esta imagen?

— En Chile hay un género al que se le dice ‘música cebolla’, que es la que te hace llorar. Es música muy dramática, y en un momento en Chile el término era despectivo, porque era de la clase social baja. Yo vengo de clase popular y, efectivame­nte, hago música cebolla y lo grito a los cuatro vientos. También siento que este álbum tiene bastante de humor, o sea, hay una cosa tragicómic­a en esto de llevar el dolor hasta algo tan extremo que se convierte en una caricatura. Quise eso en la portada, que para mí no es seria, es graciosa. Vamos a llorar con las canciones, entonces vamos a picar la cebolla (risas).

¿Es una reconcilia­ción con cosas que tal vez estaban mal vistas?, ¿es tu forma de decir ‘ésta soy yo’?

— Sí, y creo que uno con los años se va aceptando cada vez más. La aceptación al nombre, a la clase social (aunque siempre la acepté, eso sí) y a las cosas que hago, ya con los años, porque uno se vuelve más relajado. No soy nadie, nada es importante.

El disco pasa por varios géneros: bolero, cumbia, salsa. ¿Cómo elegiste los sonidos que querías incluir?

— El disco es una historia y todas las canciones tienen video, entonces, agarré una hoja y dije: ‘Ok, primero uno se enamora, y ¿cuántas canciones son después para que empiecen los problemas?’. Nunca había hecho algo así. Me pareció que la cumbia estaba bien para iniciar, porque es como sabrosa, pero lenta. Después me imaginé que lo más sensual era el danzón, y fui eligiendo consciente­mente los estilos según lo que sentía que contaba mejor la historia. Llama mucho la atención que hagas este disco en una sola toma, pero a veces los artistas revelan que lo que les gusta de sus álbumes son las imperfecci­ones, el error. ¿Te identifica­s con esto en este disco? — Claro. Yo creo que justamente ahora la gente y el mundo tiene demasiados filtros. Cada vez, la sociedad en la que vivimos nos está convencien­do de que no somos suficiente y que tenemos que arreglar todo. ¿Cuántas veces la gente no se ha visto tomándose cinco o seis veces la misma foto buscando el ángulo para verse mejor? En la música es igual. Es absurdo. Yo he visto trabajos de estudio donde la voz es un trabajo de ingeniería fina. Agarran y editan. Así cualquier persona en el mundo puede cantar, cualquiera. Son demasiados filtros, y yo creo que el arte es muy diferente de lo que es la industria del entretenim­iento. El arte entre más crudo y con menos filtro llega más directamen­te.

¿Con quién es la única colaboraci­ón que hay en el disco?

— Es con un cantautor mexicano que respeto mucho, porque para mí es de los mejores. Se llama David Aguilar, y compusimos la última canción del disco juntos. Me cuesta hacer canciones con otra gente, porque siento que componer es algo muy personal.

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