INDIRA KEMPIS
SENADORA DE LA REPÚBLICA POR MOVIMIENTO CIUDADANO
Algunos sí teníamos seis años de hacer una cuenta regresiva hasta llegar a este punto. El de la última semana de un gobierno que tuvo la oportunidad de reivindicar lo que habían perdido y, sin embargo, no sólo lo dejaron ir, sino que abrieron la puerta a una incertidumbre de cambio que está generando cada día más dudas sobre el futuro del país. De esa portada de la revista
Time anunciando al Presidente de las reformas que necesitaba el México de la postmodernidad, no quedó más que la mejor trayectoria en memes que se haya visto antes. Las reformas estructurales, la civilidad política, la estabilidad económica –hasta cierto punto– los deseos de transformación ante dos sexenios que también “mató” como oportunidad la derecha del país, marcaron el inicio de una época en donde el punto de partida parecía también diferente y no lo fue. El Presidente joven, de gran aceptación popular, por el que las señoras gritaban: “Peña Nieto, ¡hazme un hijo!”, se
desdibujó por lo peor que puede matar a la esperanza en este país: la corrupción y la impunidad. La
casa blanca, Odebrecht, Panamá
Papers, la Estafa Maestra, entre otros, rompieron por completo la confianza. A grado tal que hoy se considera que el PRI, el partido del todavía Presidente, se ha quedado sin futuro. ¿Quién quiere tener gobiernos que son indolentes y cínicos frente a sus delincuencias sin castigo? Nadie. Y precisamente porque nadie quiere, la “ola Morena” –junto con Andrés Manuel Lopez Obrador– se convirtió en la opción de voto. La Presidencia saliente también se va con Ayotzinapa a cuestas. Con todo y “verdad histórica” que no ha sido realmente verdad, pero que sí ha hecho historia: un México que sigue acumulando sangre en sus pueblos y ciudades. Enrique Peña Nieto, el gran reformador, se va por la puerta de atrás con un país dolido, hundido en la pobreza, sumido en la violencia, sencillamente con un país en una crisis que ha aprovechado su sucesor para prometer grandes proezas.