MÓNICA FERNÁNDEZ BALBOA SENADORA DE LA REPÚBLICA POR MORENA
Las relaciones bilaterales de México y Estados Unidos siempre se han caracterizado por su complejidad, pero al mismo tiempo por su comunicación. Entre ambas naciones hay una multiplicidad de temas que implican un análisis cuidadoso para evitar que una situación conflictiva contamine a otra.
Más allá de los momentos complicados, nuestros países tienen importantes vínculos en lo económico, lo político y lo social. En este sentido, el Estado mexicano actúa desde dos perspectivas. Por un lado, atiende los problemas de coyuntura con base en la aplicación de principios y de la propia ley y, por otra parte, trabaja a partir de posibles escenarios, sin que ello signifique especular porque de esa forma es muy fácil cometer errores. La política mexicana así se sustenta en hechos reales, concretos y nuestro país quiere ser enfático en la priorización del respeto a los derechos humanos. Los cuestionamientos y eventuales advertencias desde
el exterior deben tratarse con prudencia y utilizar todos los instrumentos diplomáticos que están al alcance del Estado mexicano. Así ha venido sucediendo en las últimas semanas en las que el gobierno federal ha manifestado una posición firme y conciliadora respecto a diversas circunstancias, como es el caso de la migración de grandes grupos sociales que provienen de Centroamérica y otras regiones y, junto con el Senado de la República, ha echado mano de su vinculación con las distintas instituciones norteamericanas como es el Congreso, el gobierno y el sector privado de aquel país. México está preparado para enfrentar cualquier adversidad con base en la unidad y eso representa una gran fortaleza para actuar con oportunidad y sensatez, sin estridencias y sin alarmismos. Por eso hay confianza en el presidente López Obrador para que, a través de la diplomacia, se resuelva satisfactoriamente un momento de tensión entre gobiernos.